Durante más de seis horas, la hija del rey de España y alto cargo en una fundación bancaria, Cristina de Borbón, respondió el sábado a la justicia asegurando que ignoraba los actos de sus esposo: una “teoría del amor” que podría no convencer del todo. Por Elodie CUZIN/AFP
La infanta respondió al juez José Castro que “tenía mucha confianza en su marido”, dijeron los abogados de las acusaciones populares.
El juez José Castro imputó a la infanta Cristina por fraude fiscal y blanqueo de capitales y sospecha que ha podido cooperar en las actividades fraudulentas, que se imputan a su marido, Iñaki Urdangarin.
“No sé, no conozco, no recuerdo, no me consta”, repitió, según Manuel Delgado, abogado de la asociación de izquierdas Frente Cívico, una de las acusaciones populares, durante un meticuloso interrogatorio.
“Entre el amor y la ignorancia”, tituló el diario El Mundo,bajo una foto de la infanta sentada en un sillón de terciopelo rojo de la sala del tribunal de Palma de Mallorca, donde declaró, ante un retrato oficial de su padre el rey Juan Carlos.
“¡Anda que no he visto imputados mentir! Pero eso ha sido indignante”, afirmaba el sábado uno de los abogados presentes en el interrogatorio, antes de añadir que “¡se hace pasar por tonta!”.
El juez pidió a la infanta, de 48 años, que diera explicaciones sobre varios gastos, aparentemente personales, pagados con dinero de la sociedad Aizoon, que detenta al 50% con su marido.
Este último, antiguo medallista olímpico de balonmano, fue imputado en 2011 por haber presuntamente desviado, junto a un exsocio, 6,1 millones de euros de dinero público que habrían alimentado las cajas de varias sociedades pantalla, entre ellas, Aizoon.
“Está claro que, para nosotros, aquí hay una cuestión y es que se intenta salvar a toda costa aunque se tenga que sacrificar a otro imputado”, su esposo, comentaba Manuel Delgado.
Sonrientes, los abogados de la infanta salieron visiblemente aliviados, hablando de una declaración “ejemplar”.
“Su Alteza ha sido firme, taxativa, serena, ha contestado afirmativamente, negativamente, y en algunos asuntos subrayando que no se acordaba porque seguramente todos nosotros tenemos lagunas de memoria cuando se refiere a cosas que han pasado hace diez, quince años”, declaró uno de ellos, Jesús María Silva.
Los hechos que se imputan a Urdangarin se remontan a los años 2004 a 2006, cuando este presidía la fundación Noos, una sociedad sin ánimo de lucro, que tenía a la infanta en su consejo de administración.
El mismo abogado había indicado antes de la declaración la estrategia de la defensa: “esa inocencia (de la infanta) pasa obviamente por su fe en el matrimonio y el amor por su marido”.
Según Silva, Cristina siempre estuvo al margen de las actividades de Aizoon, de la que “era socia”, pero “a partir de ahí ella no intervino jamás en ninguna junta, no participó en ninguna decisión, no realizó ningún trabajo”.
Esta línea de defensa fue puesta a prueba por el interrogatorio del juez, apoyado en varias facturas pasadas a Aizoon por la infanta. Como la del 20 de mayo de 2008 por la serie completa de los libros de Harry Potter, u otras por cursos de bailes o por una vajilla.
“Es un poco difícil para la opinión pública entender que ella no sabía nada”, subraya a la AFP, Ana Romero, corresponsal en la Casa Real del diario El Mundo.
“Si ella está diciendo que era su marido, tendría que dejarlo. Si ella se escuda en su marido la reacción lógica sería +me has metido en un lío, me voy+, entonces ¿por qué sigue con él?”, añade Romero.
“Una mayoría de la opinión condena porque no es fácilmente creíble que una persona como la infanta, licenciada en ciencias políticas, y que ocupa un puesto en una entidad financiera, que no sepa cuando firma una factura que es lo que está firmando”, destaca Antonio Torres del Moral, profesor de derecho constitucional en la Universidad de Educación a Distancia (UNED).
La Casa Real esperaba que esta declaración supusiera el principio del fin del “martirio” en el que está empantanada desde hace más de dos años. Ahora será el juez Castro quien decida si abre o no juicio oral por el caso y si la infanta deberá sentarse en el banquillo de los acusados.