Con “Pelo malo” y “Azul y no tan rosa” Venezuela ha conseguido poner su sello y ser protagonista de varios de los galardones más importantes del cine internacional en los últimos meses, gritando a los cuatro vientos que en el séptimo arte del país sudamericano hay mucho y bueno que ver.
Alberto Andreo/EFE
El apoyo público institucional con diversas iniciativas como la Villa del Cine o el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), una nueva ley que regula el sector, además de años de trabajo e incluso el ingenio surgido en tiempos de crisis aparecen como argumentos a la hora de explicar el auge del cine en Venezuela.
“¡Este es el primer Goya para Venezuela!”, fue uno de los emocionados gritos del debutante director Miguel Ferrari tras recibir el Goya a la Mejor Película Iberoamericana el pasado fin de semana en Madrid por “Azul y no tan rosa”, una tragicomedia en la que se critica la homofobia y la intolerancia en Venezuela.
Pero también podría haber sido el de Mariana Rondón en el último festival de San Sebastián, cambiando Goya por Concha de Oro, galardón que recibió por su película “Pelo malo”, o el de Joel Novoa al hacerse también este domingo con la máxima distinción en el Festival Internacional de Santa Bárbara en California (EE.UU.) con “Esclavo de Dios”.
El auge internacional que vive el cine venezolano en las últimas fechas propició incluso la aparición en octubre pasado en Nueva York del Primer Festival del Nuevo Cine venezolano, donde se proyectaron películas, documentales y piezas clásicas de la filmografía del país caribeño.
“Son años de trabajo constante, son generaciones que han ido haciendo un trabajo enorme y (…) que se está filmando mucho, hay más variedad, hay más posibilidades, más ensayo y error y como todo en la vida (…) es un proceso y por el camino se aprende”, dijo en una entrevista telefónica con Efe la directora Mariana Rondón.
La que se convirtió en la cuarta mujer en hacerse con el máximo galardón en el festival donostiarra también defendió el círculo formado por la ley de Cinematografía Nacional, la mayor variedad de películas venezolanas a las que los espectadores ahora tienen acceso y el aumento en las taquillas derivado de ello.
En 2005, el Gobierno aprobó esta ley que creó el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), desde el que salió parte del presupuesto tanto para la película de Rondón como para la de Ferrari, y que estableció la obligación de que los trabajos venezolanos estén, como mínimo, dos semanas en cartelera nacional.
“Es fundamental. Tenemos la oportunidad de permanecer dos semanas en sala obligatoriamente y (…) permite que el público se entere de que las películas están ahí”, afirmó la directora.
Esto facilitó que el año pasado una treintena de películas hechas en el país permaneciesen en cartelera, entre ellas la premiada con el Goya y, en mayo de este año, el éxito de Mariana Rondón, aunque no parece que vaya a necesitar este tipo de ayuda para que el público se acerque a las salas.
“Hay tantas películas venezolanas por estrenarse que (…) yo marqué mi turno en la cola de estrenos y (…) es en mayo”, indicó Rondón sobre el por qué en Venezuela aún se tardará en ver la historia de Junior y su intención de alisarse el pelo, deseo que abre un conflicto con su madre y su abuela.
“La cantidad” es otro factor que, según Joel Novoa, ganador del Festival de Cine de Santa Bárbara con “Esclavo de Dios”, ha contribuido a la bonanza.
“La cantidad inevitablemente empieza a traer la calidad. El hecho de que se hayan hecho 35 películas, o que se hayan tratado de estrenar cerca de 30 películas el año pasado hace que de esas 30 vaya a haber una o dos películas que van a funcionar”, dijo a Efe Novoa.
El cineasta apuntó además a la “crisis” que vive Venezuela en diversos ámbitos, como el económico o el de seguridad, como acicate para que la cantidad “traiga calidad”.
“Es irónico, pero la crisis a veces contribuye en el nivel creativo del país”, afirmó.
Rondón, sin embargo, defendió que la creatividad no tiene tanto que ver con la situación de enfrentamiento político y crisis que vive el país y puso como ejemplo las taquilleras “La casa del fin de los tiempos” que aborda el género del suspense o la comedia “Papita, maní, tostón”, sensación de las últimas semanas.
“Es el abanico de opciones (…) y que el público venezolano que no le interesa un tipo de cine puede ir a ver otro” valoró.
“Atrévete ahorita a decir que a alguien no le gusta el cine venezolano. No lo puedes decir”, bromeó. EFE
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