Antier, al oír las declaraciones de Vielma Mora, dije: -nada, estoy hecho, el gobernador de Ta-ta táchira saltó la talanquera, ya tengo mi próximo Corto y Picante.
Minutos después mi idea se desvaneció al leer que Luisa Ortega decía que el joven violado con un fusil por el ano mentía, porque nadie a quien le hubiera pasado eso “podría sentarse a declarar”. ¡DIOS! Cómo sabe ella que La Guaira es lejos.
La idea se hizo vieja al saber que el SEBIN capturó a un turco experto en carros-bomba, que resultó ser un paisano de Tareck vendedor de celulares en Margarita, con alguna deuda no honrada con el gobernador más querido por Rodríguez Torres.
Me olvidé del turco con el accidente de Maduro en sus días de motorizado, una mentirita fresca que soltó en la asamblea de los colectivos divina para discurrir con humor.
Mi nuevo tema pronto se disipó cuando Mario Silva, perdón, Diosdado reveló “Con el mazo dando”, nuevo formato de la Hojilla, que el asesinado en La Candelaria, era un sicario bien muerto porque sino ya se habría echado al pico al reposero. El tema murió al momento de Diosdado mostrar la foto de la colección de armas del general Vivas que rápidamente los ociosos de internet comprobaron que era falsa. Una verdadera tentación para joderlos un rato.
Pronto olvidé las armas del General al aparecer el rostro de Vielma al filo de la medianoche en aquel bodrio televisivo en un espectacular recule que me obligó a volver sobre sus declaraciones.
El sueño me venció y al día siguiente, al disponerme a narrar sobre Vielma, un tal Héctor Rodríguez aseveró que los pobres serían “pobres forever” para protegerlos de la tentación de convertirse en escuálidos y heme aquí sin leer el twitter y agradeciendo la censura de Maduro para decidir con paz sobre qué coño escribir en un país donde el gobierno la caga tan seguido que no hay tiempo de elaborar un artículo que no pierda pronta actualidad. Soy un “pobre forever”.