- Subhumanos.
Un rasgo característico de la revolución castrista, en su esfuerzo por callar cualquier voz opositora, fue el uso reiterado de la descalificación. Fidel, con su gran capacidad para mentir y manipular, fomentó en una parte importante del pueblo, una “especie de histeria colectiva contra toda actitud de oposición”[1]. Logró que muchos aceptasen que quien no estuviese a favor del gobierno debía ser “estigmatizado como su enemigo, como contrarrevolucionario y `gusano´”[2]. Los opositores eran deshumanizados discursivamente para justificar, sin remordimiento alguno, su aplastamiento. En un contexto en el cual la revolución pasó a detentar el monopolio de los medios de comunicación, esta siembra premeditada del odio entre sectores sociales daría terribles frutos.
En esa misma línea, el régimen llegó al extremo de convertir en delito la oposición al proyecto comunista. En efecto, la Constitución de 1976, en su artículo 62 estableció que: “Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible”[3]. El opositor fue convertido, pues, en alguien que no merecía respeto alguno y que se encontraba al margen de la Constitución y las leyes.
- Los anillos de la represión.
El sistema represivo que fue construyéndose, de acuerdo a la descripción que de él han hecho algunos analistas, poseía varios “anillos”[4]. El primer “anillo” estaba conformado por la acción de los policías que “atendían” al opositor. Tales siniestros personajes se dedicaban a seguir, amenazar y a “aconsejar” a la persona sobre la cual hubiese caído el foco de atención del aparato represivo.
El segundo “anillo” implicaba el acoso directo mediante el despido de los lugares de trabajo, el uso de la violencia psicológica y física o la organización de “actos de repudio”, entre otros mecanismos.
El tercero era la utilización del sistema judicial, controlado por el régimen, para condenar al opositor cuya voz deseaba silenciarse. Al respecto, el artículo 121 de la Constitución de 1976, definía que “Los tribunales constituyen un sistema de órganos estatales, estructurado con independencia funcional de cualquier otro y subordinado jerárquicamente a la Asamblea Nacional del Poder Popular y al Consejo de Estado”[5]. Tal disposición venía, en realidad, a formalizar lo que ya era un hecho.
Finalmente, el cuarto “anillo” era la reclusión del opositor en alguna cárcel, sometiéndolo a condiciones de vida ultrajantes. El sistema carcelario tenía la misión de “quebrar”, moral y emocionalmente, a quienes eran confinados. Tal quiebra podía implicar que la persona fuese liberada luego de reconocer sus errores y renunciar públicamente a sus convicciones. Ello ocurrió en diversas ocasiones. Debe resaltarse, sin embargo, la fortaleza y dignidad de personas como Huber Matos, líder revolucionario y demócrata recientemente fallecido, quien se enfrentó a los hermanos Castro y al Ché Guevara y debió pagar, íntegramente, sin “quebrarse”, una infame condena de veinte años de prisión.
- Educando a los represores.
Desde los inicios de la revolución, el régimen dio especial importancia a la educación. En pocos años logró desaparecer el analfabetismo y elevó significativamente el grado de escolaridad. Ello le hizo alcanzar una imagen internacional favorable, presentándose como un sistema que privilegiaba el desarrollo humano. Lo que inicialmente no se percibió con claridad fue que la educación progresivamente se convirtió en un instrumento para conseguir la hegemonía del pensamiento comunista.
La educación revolucionaria, lejos de ser un medio para la liberación personal, se convirtió en un mecanismo de adoctrinamiento y sumisión. Esto explica, en parte, el porqué miles de cubanos terminaron al servicio del sistema de represión comunista, actuando como denunciantes y perseguidores de sus vecinos, amigos e, incluso, familiares. Fue, sin duda, un execrable triunfo para un modelo de sociedad basado en la siembra de la discordia y la desconfianza entre sectores sociales.
- Guerra abierta.
A pesar de sus esfuerzos por acorralar y acallar a los opositores, el régimen debió enfrentar varios episodios de insurgencia armada. La lucha más intensa y agresiva se produjo durante los años iniciales de la revolución, en los cuales diversos sectores, con diferentes intereses y estrategias, se alzaron en contra del gobierno. El episodio más conocido, porque así lo ha querido el régimen castrista, es la invasión de Bahía de Cochinos. Pero hubo otros. En El Escambray, por ejemplo, se produjo, entre 1960 y 1966, una guerra de guerrillas que protagonizaron principalmente campesinos y pequeños propietarios agrícolas. En esta guerra, hoy prácticamente olvidada, más de dos mil personas perdieron la vida y otras miles fueron encarceladas[6].
El régimen castrista, demostrando tempranamente su enorme vocación de poder y detentando aún una amplia legitimidad popular, pudo imponerse a los sectores, débilmente organizados, que le hicieron frente mediante el uso de la violencia. De allí en adelante, la oposición se vio sometida a una poderosa y eficiente maquinaria represiva.
En esas difíciles circunstancias, sin embargo, numerosas organizaciones – algunas veces enemistadas entre sí e infiltradas por el régimen, debe decirse – han actuado durante largo tiempo dentro del país. Muchos de sus miembros han pagado con represión, encarcelamiento e, incluso, sus vidas, su acción de resistencia. De igual modo, diversos intelectuales y artistas han dejado valientes testimonios críticos con respecto a la realidad del régimen comunista.
Con el correr de los años, ocurrió, por otra parte, que la oposición fue cobrando fuerza en el exterior. En efecto, en Estados Unidos fue conformándose una comunidad de cubanos exilados que tuvo – y tiene – una importante influencia en la formación de la opinión pública con respecto a Cuba y que ha actuado, en numerosas ocasiones, como poderoso grupo de interés, en la dinámica de lobby de la democracia de ese país. En cualquier caso, el impacto en la isla de esta oposición en el exilio ha sido más bien modesto. En general, los pocos éxitos alcanzados por la oposición al régimen comunista cubano, dentro y fuera de la isla, han estado vinculados a la defensa de los derechos humanos de los cubanos y, en particular, de los presos políticos.
Algunos dicen que la historia sólo enseña que no enseña nada. Pero los venezolanos hemos aprendido unas cuantas cosas en estos años. Ya sabemos, por ejemplo, cuál es el guión que orienta al régimen que hoy padecemos. Por eso la historia no se repetirá. Los venezolanos no nos callaremos. Y, tal vez, ayudemos al pueblo cubano a recuperar su voz.
@roca023
Notas
[1] matos, Huber (2002). Cómo llegó la noche. Memorias. Barcelona, España: Tusquets Editores.
[2] Ibíd.
[3] El subrayado es nuestro
[4] montaner, Carlos Alberto (2004). Cuba: anatomía de la represión. En “Letras libres”, noviembre 2004, México.
[5] El subrayado es nuestro.
[6] Encinosa, Enrique G. (s.f.). Escambray: La guerra olvidada. Un libro histórico de los combatientes anticastristas en Cuba (1960-1966).