La Habana no podía permanecer indiferente. El mantenimiento en el poder de Nicolás Maduro es un asunto de sobrevivencia. Pese a la aceleración de las negociaciones de Cuba con la Unión Europea llamadas a poner término a la “Posición Común” que condicionaba el otorgamiento de créditos y la apertura de una política de cooperación con la isla, al respeto de los derechos humanos y a una apertura democrática. La actividad diplomática desplegada por los gobiernos latinoamericanos en pro del deconocimiento sin condiciones de la dictadura castrista, al igual que lo ha hecho por parte de la OEA su Secretario General, José Miguel Insulza, ha dado sus frutos diplomáticos, pero los frutos que le den a comer a los cubanos, tardarán algún tiempo. Cuba seguirá dependiendo de Venezuela.
La dictadura cubana está obligada a proteger el equipo que ha puesto en el poder. Pero sería ingenuo pensar que los Castro juegan una sola carta. Nunca lo han hecho. En todas las circunstancias conflictivas, Fidel Castro, que es un verdadero genio en el arte del detalle táctico, siempre tiene de reserva varias cartas bajo la manga. Es indudable, que a los Castro les conviene más mantener en el poder a un incondicional como Maduro. Han hecho todo lo posible. Creyeron que la rebelión cesaría tras los certeros disparos en la cabeza.
Para el aparato cubano, es innegable que se está ante un escenario inédito. La Habana tiene que repararse, porque llegado el caso en que la situación se haga insostenible y exija de manera ineludible un cambio de
escenario, Cuba puede perfectamente sacrificar a Maduro. Por supuesto que el hecho no la tomará desprevenida: tendrá preparadas una, dos o más cartas de recambio que ya debe estar barajando. De allí que no sea de excluir en un futuro inmediato, ver en el escenario político venezolano actitudes titubeantes e incomprensibles, posturas sorprendentes, alianzas contra natura: en todos esas expresiones bizarras, lo más seguro es que esté la mano hábil del aparato cubano; sin excluir que quienes son objeto de la manipulación no se percaten de ello. No sería la primera vez que lo haga, ni la última, porque desafortunadamente al castrismo todavía le queda vida por delante en América Latina.
El castrismo ya es parte de la estructura mental del comportamiento político del latinoamericano, de allí el milagro que significa el surgimiento en Venezuela de una generación de jóvenes libres de esa tara congénita. La arremetida contra María Corina Machado es parte de ese escenario. En un terreno como el de la oposición, bastante pobre en ideas y sin un programa político digno de ese nombre, a la que de hecho el poder muchas veces le ha marcado la agenda, el surgimiento de una voz que exprese los valores que forjaron el sentimiento de pertenencia a la nación; que al expresarse toque esas fibras profundas que mueven a los pueblos a defender el espacio que habitan, perturba el escenario y se hace necesario excluirla, neutralizarla.
Fidel Castro es paciente en el odio y la revancha siempre termina tomándola. Difícilmente ha olvidado la osadía de la carta pública que le envió María Corina Machado, en respuesta a una “Reflexión” de enero 2012 del cubano en donde alababa la “genialidad de Chávez” y reprochaba a la parlamentaria “la dureza extrema “ con que lo increpó con frases que “pusieron a prueba su caballerosidad y sangre fría” ante el “insultante calificativo de ladrón”. La reflexión de Fidel Castro, es una muestra de la “guataquería”, como llaman los cubanos a la adulancia más vergonzosa. Consideró que la frase “águila no caza mosca”, era una frase “elegante y sosegada”, a lo que MCM le responde que se trata de una grosera manifestación dedesprecio hacia sus interlocutores, y sólo “un déspota considera que un parlamentario elegido por el pueblo no tiene credenciales para discutir con el presidente de su país”. Sin embargo, al referirse al discurso pronunciado por Chávez (Informe a la Nación, enero 2012) en la Asamblea Nacional y que dio origen a la intervención de MCM, Fidel Castro, al tratar de alabarlo, se traiciona e incurre en la manifestación de condescendencia más patética que pueda imaginarse, al afirmar que “no alcanza a explicarse cómo un soldado de modesto origen, fuera capaz de mantener con su mente ágil y su inigualable talento tal despliegue oratorio sin perder su voz ni disminuir su fuerza”.
Para Fidel Castro, el origen modesto no concuerda con el talento. La reflexión de Fidel Castro, merecería un análisis de texto. No hay desperdicio, cada palabra tiene su significado, cada frase es un mensaje destinado a manipular. Quien es un dechado de ambos, trata a Betancourt de vanidoso e hipócrita. A Pablo Neruda, al que insultó y trató de agente del imperialismo, lo menciona “insigne y laureado poeta”.
En un párrafo relativo al colombiano Marulanda, vale la pena citarlo porque expresa a cabalidad la manera cómo el pensamiento de Castro se inspira de lo militar: a Marulanda, lo considera “valiente y revolucionario”, pero no coincide con él en su concepción táctica, por que según Castro dos o tres mil hombres habrían sido suficientes para derrotar a un ejército regular convencional en Colombia; en cambio Marulanda, organizó un ejército con “casi tantos soldados como el adversario” y “eso es sumamente costoso y virtualmente imposible de manejar; se torna imposible.” De lo cual se infiere, de que para controlar los movimientos de protesta en un país eminentemente urbano como Venezuela, es más manejable un ejército integrado por tiradores de elite, desplazándose en motocicletas. El certero disparo en la cabeza, revela la doctrina militar que profesa Fidel Castro: lo menos costoso y que sea lo más eficaz.
Habituado a que jamás nadie lo haya cuestionado, la carta pública de MCM tiene que haber significado un duro golpe al monumental narcisismo del cubano. Ella responde punto por punto los cuestionamientos y la versión de la historia que como de costumbre forja el cubano. La diputada desmonta la versión ficticia que hizo Chávez en su presentación de “un país de paz y prosperidad que no existe”. Tal vez la frase más dura que debe haberlo herido profundamente es cuando le recuerda al dictador cubano que intervino en Venezuela en los 60, pretendiendo imponer un régimen como el cubano por lo que “su ataque a Rómulo Betancourt no puede ocultar un hecho que está inscrito en la historia: Betancourt lo derrotó a usted política y militarmente, su reconcomio por esta fatalidad es evidente”. Le recuerda también la carta que le envió Castro a Carlos Andrés Pérez desmarcándose del golpe de Chávez de 1992, lo que demuestra la falta de principios del cubano.
La carta de MCM es un compendio del comportamiento abusivo de Castro hacia Venezuela, de sus versiones sesgadas de la historia. Una pieza epistolar de un raro rigor, sin retórica, ni golpes bajos. Los golpes fuertes son las contundentes verdades que expresa. Una carta necesaria porque todavía, pese a los acontecimientos recientes, todavía existen medios, incluso de oposición, que persisten en hablar de la “supuesta” intervención cubana. En una entrevista periodística a propósito de las razones que la incitaron a escribir la carta, MCM declara que lo hizo porque creyó que era “el momento de poner las cosas claras y demostrarle a esos hombres autoritarios al frente de mi país, de Venezuela y también el de Cuba, que no les tenemos miedo, que no les bajamos la cabeza y que no vamos a tolerar más mentiras”.
“He expresado lo que siente la inmensa mayoría de los venezolanos. Es un tema de dignidad, es un tema de soberanía y un tema de independencia y ha llegado el momento de llamar a las cosas por su nombre y que sepan que no les tenemos miedo”. Es por ello que esa carta tiene un significado histórico profundo, porque abre la senda hacia la voluntad de sobrepasar el chantaje ideológico del castrismo, a lo que hasta ahora ningún responsable político venezolano se había atrevido o haya tenido la iniciativa de hacerlo con ese rigor y eso tiene que haberlo comprendido perfectamente el estamento cubano. En el momento en que el poder castrista se percata de que el contenido de lo expresado en la carta ha cobrado cuerpo y ha tomado la forma de una rebelión civil, es evidente de que buscarán la manera de callarla. Vale la pena citar en su integridad el párrafo final: “Comandante Castro, deje de intervenir en los asuntos internos de Venezuela. Hágalo de buen grado o las fuerzas democráticas de Venezuela se lo volverán a hacer entender como hace 50 años”.
Una demostración de rigor y una conciencia firme de fidelidad a los principio republicanos, he aquí el “crimen” que busca castigar el presidente de la Asamblea Nacional.
Elizabeth Burgos es Pperiodista venezolana
Revista Zeta
Tomado de Impacto CNA