El actor estadounidense Johnny Depp, que admite ser un “tipo de la vieja escuela”, se convierte en un semidiós tecnológico en “Transcendence”, la ópera prima de Wally Pfister, el director de fotografía habitual de Christopher Nolan.
“Ocurren cosas malas entre la tecnología y yo todo el tiempo”, admitió hoy el actor de 50 años durante la presentación del filme, de estreno en EE.UU. el 18 de abril, en un hotel de Beverly Hills.
“No estoy suficientemente familiarizado. Mi cerebro es de la vieja escuela. Soy un poco tonto para saber cómo funcionan (los aparatos). Cualquier cosa que tengo que emplear con mis pulgares durante un periodo de tiempo me hace sentir estúpido, así que trato de evitarlo en la medida de lo posible”, añadió Depp.
El intérprete encarna al doctor Will Caster, el principal investigador en el campo de la Inteligencia Artificial, que trabaja para crear una máquina con conciencia propia que combine la inteligencia colectiva global con todo el espectro de las emociones humanas.
Sus controvertidos experimentos le han deparado gran fama, pero también lo han convertido en el blanco de extremistas antitecnología que harán lo que esté en sus manos para detenerlo. Sin embargo, cuando parecen lograrlo, desatan una serie de acontecimientos que no podían prever, como que el protagonista alcance su objetivo.
“La película juega con la noción de la inmortalidad”, admitió Pfister, ganador del Óscar a la mejor fotografía por “Inception”, obra de Nolan, que ejerce como productor ejecutivo del proyecto junto a su esposa, Emma Thomas.
El tándem ha colaborado en otras seis películas: “Memento”, “Insomnia”, “Batman Begins”, “The Prestige”, “The Dark Knight” y “The Dark Knight Rises”. Ahora le toca a Pfister desenvolverse por sí solo con un presupuesto de unos 100 millones de dólares.
“Si se lograra descargar la mente y la consciencia humana en un súperordenador, que es algo que los científicos consideran que podría ocurrir en un futuro cercano, ¿permanecerían los sentimientos? ¿Y el alma?”, se preguntó el realizador.
La situación a la que se ve abocada el personaje de Depp provoca un dilema ético y afectivo en el que se debaten su esposa Evelyn (Rebecca Hall) y su mejor amigo, Max (Paul Bettany), que dudan entre permitir que el experimento siga adelante o no.
“Una parte de Caster permanece y de ahí viene la desesperación de estos personajes por tratar de conectar con él”, sostuvo Pfister.
A medida que avanza la trama, los peores temores de Evelyn y Max se hacen realidad cuando descubren que la sed de conocimiento de Caster no tiene límites.
“Will está completamente volcado en su causa. Se da cuenta de que es una especie de dios y que no hay nada más poderoso que él en la naturaleza. Puede hacer cualquier cosa”, indicó.
El guión de la cinta, obra del primerizo Jack Paglen, explora la posibilidad de que el ser humano, en sus intentos por crear un mundo mejor, más eficiente y sostenible, pueda ir demasiado lejos, permitiendo que sea la Inteligencia Artificial quien controle las sociedades y las culturas.
A Depp, tres veces candidato al Óscar, no le sorprendería que lo que refleja el filme ocurriera “en 15 años”.
“La tecnología evoluciona constantemente y se remodela a sí misma de forma radical. Las cosas se vuelven obsoletas muy rápido. Igual en el futuro aparece un tipo como Will Caster en una extraña habitación de Las Vegas al que la gente le echa monedas”, declaró entre risas.
El actor, preguntado por la transformación física que le requirió la cinta, donde aparece calvo, desmejorado y lleno de cables en la cabeza, sorprendió al reconocer que le cuestan más los papeles que son “más próximos” a su forma de ser.
De hecho, admitió que disfruta ocultando su rostro, como en las recientes “The Lone Ranger” o “Alice in Wonderland”, porque no le gusta exponerse al público de forma tan directa. EFE