La oposición venezolana se anotó un éxito importante en el debate librado el jueves pasado con los principales personajes del régimen. El solo hecho de que el debate haya tenido lugar en cadena nacional, y en presencia de altos funcionarios de gobiernos extranjeros, constituye una muestra de la debilidad que viven en esta hora los autócratas venezolanos. Estos se han visto forzados a aceptar, aunque sea por una vez, una práctica democrática –la discusión pública con la oposición- que en tres lustros se han negado a realizar y para lo cual han requerido del auxiliode actores internacionales. Para la oposición era importante realizar ese debate, para mostrarle a una significativa cantidad de venezolanos que clama por alguna forma de dialogo, su buena disposición a encontrarle salidas pacíficas a la crisis. También era importante mostrarle al mundo extranjero esa disposición. El debate fue un éxito para la oposición por varias otras razones. En términos de contenido, sus dirigentes se mostraron mucho mejor preparados y organizados para la discusión. Utilizaron cifras y argumentos irrebatibles. Fueron más densos y profundos en el tratamiento de los temas. Por su parte, y esta es otra ganancia de ese debate, los personeros del régimen mostraron lo desconectados que están de la realidad del país. Sorprendentemente hablaron del “éxito” del modelo económico que están implementando, algo que debe haberle sonado insólito a la enorme mayoría de gente que padece el brutal deterioro en su calidad de vida. Sin duda, el régimen fue a ese debate como resultado de la presión de la calle y no hay por qué asumir que dicho debate tenga que disminuir esa presión. Al contrario, en la medida en que debates como el realizado puedan ser utilizados para desnudar al régimen, el fervor popular y la militancia de calle pueden aumentar. Quienes participan de los debates deben utilizarlos para llamar a la población a mantenerse vigilante, activa, militante, movilizada, de manera pacífica, civilizada. Se trata de utilizar el debate como una herramienta de lucha que complementa y potencia la movilización de calle; no que la sustituye. Por supuesto hay riesgos en el camino de los encuentros palaciegos. La frecuencia de los debates, la agenda que los guía, su escenografía, todos esos son factores a considerar cuidadosamente; de la misma manera que lo son todos los elementos que se ponderan cuando se llama a una protesta en la calle; la oportunidad, las consignas, las rutas a recorrer etc. Bien realizados, los debates tendrán el sabor de la calle y las movilizaciones de calle tendrán la fuerza y las razones expuestas en los debates. Debate y calle son simplemente instrumentos diversos de una misma lucha.
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