En tonos de dolor, de aflicción y de sentir asuntino se vivieron el Viernes Santo, cuando salía el Santo Sepulcro de la sede del Consejo Legislativo para su camino anual, de bendición y conmemoración, de una tradición centenaria que colma espacios y almas.
Siguen los cargadores en su oficio de décadas, cargando en sus cabezas la fe y la esperanza. Luchando con el calor, el cansancio, la sed, el hambre y la pena. Así como Él luchó hasta el punto del sacrificio.
Santo Sepulcro, la advocación más dolorosa luego de la crucifixión de Jesús, es una de las más tradicionales de la Semana Santa Asuntina, donde por cientos se aglomeran en la Ciudad Capital para rendirse a los pies de El Salvador para pedir y agradecer.
La fuente de la esperanza y la catolicidad se desborda cada minuto en una procesión que dura más de tres horas en un trayecto que, en condiciones normales, se cubre en minutos. Es que la fuerza de la fe lo hace ser así.
Richard Fermín, alcalde de Arismendi, acompañado por su familia acompañó la tradición, como asuntino, como lo ha hecho su padre, sus abuelos y los de todos los neoespartanos. “Es un momento de reflexión, de fe, de convicción y esperanza. Es momento de pensar más allá de los pesares comunes de la vida, el cómo haríamos o qué haríamos estando en el lugar de Jesús”, expresó.