Ahora, por los 30 años de Cedice y en una Venezuela mucho más enconada consigo misma y violenta, había razones para temer lo peor.
En mi caso, la llegada fue extraña: me acompañó la policía desde la puerta del avión hasta el exterior, facilitándome el trámite de ingreso aceleradamente y con una corrección casi británica. Como escribo esto antes de partir, no sé si la despedida será igual de hospitalaria. ¿Qué pasaba? ¿La policía está infiltrada por el liberalismo o el régimen quiere evitar el bumerán que fue para él el acoso a los visitantes extranjeros la vez pasada, que puso el evento en la vitrina latinoamericana y generó un repudio considerable? Nuestros anfitriones creen que lo segundo y que eso es uno de varios síntomas de debilidad ante la presión que siente el poder desde hace pocos meses. La idea del gobierno, piensan, es ponerles la puntería a los organizadores venezolanos, al “enemigo” interno, como los ven ellos, y tolerar a unos forasteros que en cualquier caso se irían pronto. Mi padre, que llegó después, tuvo también un ingreso mucho menos acontecido que la vez pasada, aunque en su caso hicieron una revisión del equipaje que pareció una exploración espeleológica.
Llegar a Caracas es una hazaña para cualquiera. Por la deuda de más de 3 mil millones de dólares que tiene el gobierno con las aerolíneas (dólares que no les entrega por los bolívares generados por sus ventas), varias se han retirado y otras han restringido su servicio. La compañía venezolana que hace vuelos externos tenía tres aviones que iban a Estados Unidos y ahora apenas tiene uno operativo, de manera que entre el horario teórico de salida de sus vuelos y el horario real hay un abismo, con frecuencia, de 10 horas. Además, a la mitad de los pasajeros que tienen asiento asegurado los colocan, cuando ya están haciendo la facturación, en un avión posterior porque han vendido tantos pasajes para vuelos que no están en condiciones de realizar con un solo aparato que el retraso tardará meses en resolverse. Una vez en el avión, es fascinante oír en todos lados a los pasajeros venezolanos camino a Caracas dedicar mucho rato a planificar las rutas de llegada a sus puntos de destino tratando de evitar las “guarimbas” que bloquean las vías de tránsito. La cartografía y la geodesia son hoy, por obra de la insurgencia popular y la represión de los paramilitares, ciencias que las familias practican para resolver la vida cotidiana.
Me tocaba, en vísperas del evento de Cedice, participar en un acto con estudiantes críticos del régimen y con aspiraciones democráticas organizado junto con el Cato Institute. Qué conmovedor fue ver a esos muchachos tan comprometidos. Les han encarcelado a cien compañeros y les están procesando a más de 2 mil, para no hablar de las torturas, que el abogado Juan Carlos Gutiérrez nos detalló en una reunión posterior, y sin embargo, allí están, al pie del cañón.
La familia de Leopoldo López y su equipo legal, con quienes tuve ocasión de reunirme también, son un referente de la Resistencia democrática venezolana. Antonieta Mendoza, una fuerza de la naturaleza y ella misma objeto de acusaciones fiscales, debe llevar por dentro la terrible procesión, pero por fuera no se le nota. Sabe que su hijo puede ser torturado o morir en prisión en un “accidente”, o sencillamente, tener que pasar enjaulado un tiempo. Pero ha resistido todas las presiones del gobierno para que ella y su familia se quiebren y negocien la rendición política de su hijo. Me muestra un collar que lleva alrededor del cuello y la inscripción: “El que se cansa, pierde”.
Las condiciones en que tienen a Leopoldo en la prisión militar de Ramo Verde son las del encierro solitario: le está prohibido entrar en contacto con nadie, incluyendo los otros presos políticos que están en esa prisión (entre ellos, el policía Iván Simonovis, que lleva 10 años encerrado, o el general Raúl Baduel, el hombre que salvó a Chávez de la intentona de 2002 al restituirlo en el poder y que denunció luego la deriva dictatorial de su ex amigo). No tiene acceso a una computadora ni a un teléfono, ni puede recibir a nadie que no sea su abogado o la familia inmediata. Diosdado Cabello se presentó de improviso dos veces en casa de Antonieta y su esposo Leopoldo, padre del líder político, para presionarlos a fin de que sacaran a su hijo del país. Ellos se negaron a traicionar a Leopoldo, que “está fuerte y más convencido que nunca de que hizo y hace lo correcto”.
El gobierno ha prohibido que el 8 de mayo, cuando el Tribunal 16° de Control (que lleva un juez temporal, Ralenis Tovar, sujeto al riesgo de no ser ratificado) vea la acusación de la fiscalía (los cinco fiscales son provisorios), haya testigos o acceso público, y es evidente que procederán con la acusación para abrir un juicio en unos seis u ochos meses, que luego dilatarán como lo han hecho con Simonovis. El expediente, que se conocerá pronto y que el abogado me enseñó, es delirante porque mezcla palabras de admiración por el liderazgo popular de López con acusaciones que en cualquier otra circunstancia serían un elogio: haber defendido el retorno a “la democracia”, haber pedido manifestaciones pacíficas y otras gravísimas muestras de sedición que justifican hoy tenerlo encerrado junto con militares desobedientes. A lo que se añade causante del incendio de la fiscalía y todos los daños a la propiedad pública por las manifestaciones de protesta. O sea: a la violencia que en la gran mayoría de casos es imputable a las milicias del chavismo. El partido de Leopoldo ha sido criminalizado y hay alcaldes de esa organización también en prisión, como el de San Cristóbal. Su esposa, Patricia de Cevallos, acaba de aceptar ser candidata a la alcaldía en representación de la oposición unida, lo que tiene un fuerte simbolismo. Táchira es vista por todos como la cuna de la movilización democrática de estos tiempos. Mucho ojo con lo que pase allí.
Una comprobación interesante es que, a diferencia de lo que se percibe en el exterior, la división opositora no es tan grande como el gobierno pretende que se crea. Henrique Capriles se muestra muy solidario con López y en privado está en contacto estrecho con su familia. En las reuniones a puerta cerrada con el gobierno no deja, según él mismo se lo ha dicho a Lilian, la esposa, de exigir la amnistía para él y otros presos. Además, quienes se han negado a un diálogo sin condiciones que sospechan que no conducirá a nada más que pequeñas concesiones propagandísticas y la perpetuación del régimen dictatorial, no han abandonado la Mesa de la Unidad Democrática ni mucho menos. Esto me lo confirmó la diputada María Corina Machado, una de las que se niega a aceptar las reglas del juego oficiales (ha sido desaforada por el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, y tiene los pulmones ahítos de gases lacrimógenos ). También ocurre lo contrario: el sector de la MUD que dialoga con Maduro mantiene puentes con el sector más resistente: a inicios de semana se reunieron privadamente con el Foro Penal presidido por Alfredo Romero -grupo de abogados que representa a los estudiantes presos y procesados-, según nos contaron ellos mismos. Este colectivo es muy crítico ante lo que percibe como una concesión peligrosa a la operación propagandística del gobierno. La MUD había denunciado al grupo por radical, pero la reacción de todos los otros sectores opositores y de la ciudadanía que se manifiesta contra el gobierno fue de tal calibre, que la MUD tuvo que dar marcha atrás. Dicho sea de paso, varios de los abogados que defienden a los estudiantes no sólo lo hacen ad honorem, sino que han emprendido una carrera nueva como penalistas a pesar de haber sido, en algunos casos, constitucionalistas o estar especializados en otras áreas del Derecho.
La sospecha es que el gobierno tratará de descolocar a la oposición liberando a alguno de los presos políticos, como Simonovis, y manteniendo entre rejas a los demás. Una forma perversa de sembrar discordia y desactivar la presión para ganar tiempo y oxígeno. Como ha hecho Cuba de tanto en tanto con pequeñas concesiones esporádicas en momentos difíciles (llegó en su día a permitirle el regreso a Eloy Gutiérrez Menoyo, por ejemplo, el histórico adversario y ex compañero de Fidel Castro).
No me tocaba ir en auto blindado y con un grupo tan nutrido de guardaespaldas desde los tiempos de la campaña electoral de mi padre (hay dos compañías que prestan ayuda a la oposición, únicas a las que los organizadores pueden recurrir y que tienen que depurarse constantemente por los esfuerzos de infiltración del poder). En general, los participantes del evento estamos protegidos por una policía municipal cuando transitamos del hotel al lugar de las conferencias. Lo insólito es que esto es gracias a un alcalde, el de Chacao (Caracas), a quien el gobierno está intentando destruir aun cuando acaba de asumir el cargo (el evento de Cedice se ha realizado en un centro cultural de este municipio). Por tanto es un operativo para protegernos del gobierno. Normalmente, la policía lo protege a uno de los delincuentes: en Caracas, según el barrio, te tiene que proteger del gobierno y sus paramilitares. Cuando les veo la cara a los hombres de seguridad no puedo dejar de pensar en lo que se están jugando por nosotros.
El gobierno ha emprendido una cacería contra quienes están detrás de la invitación a Cedice. El presidente de este centro, Rafael Alfonso, ha sido objeto de acusación penal. No es la primera vez que se meten con el presidente, los directores y líderes ejecutivos (ya lo hicieron en represalia por el evento de hace cinco años), pero esta vez es mucho más grave porque apuntan a destruir esta organización dedicada al pensamiento, la enseñanza y el debate de ideas, y eventualmente, encarcelar a sus responsables.
Sin embargo, no sólo no renunciaron a montar el evento, sino que redoblaron el esfuerzo, como lo atestigua el éxito rotundo de este encuentro en que participamos gentes venidas de América Latina, Estados Unidos y Europa para explorar en este escenario explosivo el tema de la libertad. Ante cientos de personas que abarrotaron el centro cultural Chacao y se agolparon en las afueras porque el aforo no daba abasto, el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, lo expresó cabalmente cuando dijo: “Hace cinco años anuncié que esto iba camino a una dictadura. Hoy, la evidencia es abrumadora. Pero también es cierto que gracias a ello no han podido establecer una segunda Cuba”. Mario Vargas Llosa, que habló después del alcalde en la sesión inaugural, envió a su vez un mensaje a la comunidad internacional: “La neutralidad es en este caso complicidad. No se puede ser neutral ante la peste bubónica, una peste que puede contaminar al resto del continente. Aquí se juega la libertad de América Latina y felizmente, a pesar de los gobiernos, muchos otros latinoamericanos somos solidarios”. En primera fila, los directores de los pocos medios impresos que sobreviven, como el de El Nacional, y que han quedado reducidos a muy pocas páginas, asentían. Tiene sentido: saben que si no fuera por la ayuda de último minuto que recibieron de los diarios colombianos no hubieran tenido papel para seguir con vida. Les queda papel, dicho sea de paso, sólo hasta junio, de modo que es pronto para cantar victoria.
Durante muchos días los medios oficialistas han atacado el evento, pero hasta el momento de escribir estas líneas, Maduro y Diosdado Cabello parecen haber adoptado una táctica distinta a la que empleó Chávez hace cinco años: dejar que sus lugartenientes y sus medios lleven el tren de pelea, y guardar, ellos mismos, un escrupuloso silencio para evitar potenciar el efecto de la reunión. Todo, claro, podría cambiar en las próximas horas. Y todavía falta que los participantes salgamos de Caracas, una aventura de tan incierto pronóstico como lo es entrar aquí.