“Hacía tiempo que deseaba venir a veros, queridos hermanos y hermanas de Venezuela. (…) Vengo a la tierra de Simón Bolívar, cuyo anhelo fue construir en este continente una gran nación. Me trae un objetivo bien preciso: tratar de consolidar aquella primera siembra evangélica que se operó en las playas de Cumaná y que halló pronta expresión visible en la primera diócesis, la de Coro, declarada ciudad pontificia por uno de mis predecesores”.
Con estas palabras, Juan Pablo II inició su primera visita a Venezuela en la tarde del sábado 26 de enero de 1985.
El viaje número 25, emprendido fuera de Italia, lo trajo al país. Arribó en un avión de Alitalia al Aeropuerto Internacional de Maiquetía, a las 4:00 de la tarde.
Una multitud lo esperó en el terminal aéreo. Autoridades civiles y eclesiásticas, presididas por el entonces mandatario, Jaime Lusinchi, y el extinto cardenal José Alí Lebrún, encabezaron los actos de bienvenida.
Recibidos el saludo del jefe de Estado y la ovación de miles de católicos, Su Santidad encomendó cada uno de sus pasos, de este primer viaje a suelo venezolano, a la Virgen de Coromoto.
El gobierno nacional, dada la presencia de tan ilustre visitante, decretó días de júbilo y ordenó máxima seguridad para el Papa y su comitiva, para tal fin se requirió el trabajo de 14.000 hombres.
Finalizado el acto protocolar en Maiquetía, se montó en el “papamóvil” y bajó a Caracas. La gente se lanzó a las calles para mirarlo, darle vítores y esperar su bendición.
A las 6:30 pm. entró al Palacio de Miraflores. En la capilla oró durante unos minutos. Luego, sostuvo una conversación con Lusinchi, quien tras su encuentro lo calificó de una persona excepcional.
El “Papa de la Esperanza” recibió a los obispos del país, con quienes debatió asuntos de interés para la iglesia local. Más tarde, cenó con ellos. Esa noche durmió en el palacio arzobispal, situado en el corazón de Caracas.
Vía Panorama