Paola tiene 24 años y hace dos que llegó a Sao Paulo desde su ciudad en el estado de Minas Gerais (sudeste), a donde no quiere volver porque tiene miedo. Al ritmo de la fuerte música electrónica que invade la Avenida Paulista en la capital económica de Brasil este domingo recuerda cómo fue agredida por seis agentes penitenciarios por ser transexual.
Sólo se le borra la sonrisa enmarcada por un pintalabios tan rojo como su escueta falda de lentejuelas cuando promete que no va a dejar el proceso judicial que tiene emprendido sin que los culpables paguen por lo que le hicieron.
Pero hoy está de fiesta. Ella y decenas de miles de personas participan este domingo en la marcha del Orgullo Gay, Lésbico y Transgénero de Sao Paulo, una de las más multitudinarias del mundo.
Bajo el lema “País vencedor es un país sin homolesbiotransfobia. ¡Basta de muertes! Por la aprobación de la ley de identidades de género”, Sao Paulo celebró en un día veraniego su 18ª marcha de la diversidad, que discurrió por las céntricas avenidas Paulista y Consolaçao.
Aunque normalmente el evento tiene lugar el feriado del Corpus Christi, este año se adelantó para no coincidir con la Copa del Mundo.
La presidenta Dilma Rousseff también quiso apoyar la causa desde su Twitter, en un acto más politizado que de costumbre, ya que Brasil se encuentra en año electoral.
“Gente de todo el país está hoy en Sao Paulo para participar en la #paradalgbt”, escribió la mandataria antes de publicar otros tuits con las políticas implementadas recientemente en el país contra la violencia homofóbica.
Entre los miles de asistentes de todos los colores que se agolpaban frente al Museo de Arte de Sao Paulo, en el corazón de la avenida Paulista, llamaba la atención Cassia María.
Junto a su marido, esta exprofesora de 53 años trataba de seguir el ritmo de una canción de Beyoncé vestida con ropa deportiva. Cerca de ella, adolescentes sin camiseta, jóvenes disfrazados de sensuales angelitos, policías o diablitos, y mucha cerveza.
Ella no llevaba nada de eso porque acababa de salir de misa.
“Hemos oído misa en una iglesia aquí cerca y nos hemos encontrado con la marcha. Yo soy católica, apostólica y romana, pero le hago una ‘banana’ [corte de mangas en portugués de Brasil], a la discriminación”, dice al tiempo que hace el gesto sonriente.
Mientras su marido busca en el celular un video de un documental sobre las agresiones que sufren miembros de la comunidad homosexual en Brasil, Cassia dice que cree que llegará el momento en el que la Iglesia Católica acepte todo tipo de amor.
“Todo va evolucionando, pero va lento. Las cosas están cambiando”, opina, al tiempo que dice tener fe en las actitudes del papa Francisco.
“¡Basta de muertes!”
Más de 300 homosexuales, transexuales y travestis son asesinados al año en Brasil, según los datos divulgados por la ONG Grupo Gay de Bahía.
En 2013 se contabilizaron 312 muertes, lo que supone una baja del 7,7% respecto al año anterior. Pese a ello, para la ONG Brasil sigue en el grupo de cabeza mundial de este tipo de crímenes y pidió más acción al gobierno.
Clediana y Paula se sienten afortunadas porque creen que al ser mujeres su homosexualidad les acarrea menos problemas. Hace seis años que son pareja y el año pasado por fin pudieron casarse.
A mediados de mayo de 2013, la justicia brasileña determinó que las oficinas públicas que celebran matrimonios no pueden rechazar a parejas homosexuales que deseen casarse, a pesar de que el Congreso no ha aprobado una ley al respecto.
Tomadas de la mano, Paula y Cleidina cuentan cómo un amigo del barrio de Guarulhos, donde ellas viven, fue agredido hace dos semanas por ir travestido cuando iba solo por la calle.
También conoce la violencia Sabrina, una peluquera transexual llegada del sur del país. Vestida con un imponente traje de lycra que resalta sus esculturales curvas, dice que tiene 37 años y sus voluminosos labios y pechos hablan de múltiples operaciones y batallas.
Este año, ha venido a la marcha junto a su amiga Gabriele, que vestida con un traje de plumas y brillantes que recuerda a los de carnaval de Rio de Janeiro, no deja de recibir peticiones para fotografiarse con ella.
Entre foto y foto, Gabriele, una transexual de 25 años, admite que estar tan solicitada es “gratificante. Es un reconocimiento a lo que hacemos”.
“Está impresionante, ¿verdad?”, pregunta Sabrina mientras mira a su amiga posar sin cesar.
“Yo he apostado por algo más apagado”, opina visiblemente decepcionada.
Y es que la discreción se paga en Sao Paulo en el día de la Marcha del Orgullo. AFP
FOTOS AFP