La efectividad, la eficienciay la eficacia,de un gobierno en ejercicio, expresan, no solo un futuro promisor, sino logros expuestos en la realidad tangible del presente; por lo efectivo, lo eficiente y lo eficaz. Todo, dadoa partir dela capacidad para alcanzar,los efectos que se esperan, de los fines encontrados y, del desempeño puesto, para lograr un fin empleando los mejores medios posibles. Para así poder manifestar con orgullo, que la gerencia político-administrativa-social-económica,es exitosa. Que esta, en su conjunto,puede ser evaluadacon regocijo, en la llegada de la producción, en el reparto de la abundancia y generación delbienestar social, la independencia económica individual y colectiva. Sin dejar de sentir, la progresividadde la justicia, en lo integral de todos los estratos sociales de la población. Un gobierno así, expresa sus fortalezas y oportunidades, con imparcialidad e inclusión, sin retaliación política, sustentada en una educación y un discurso que optime a cada habitante, para que se sienta responsable y partícipe, con conocimiento y práctica,en el progreso de la nación.
La deficiencia gubernamental insulta cuando se justifica, y maltrata, cuando acusa. Pero, sin duda alguna, toda acusación infundada y sin pruebas, autorretrata al acusador. Un gobierno, que se dice revolucionario, cuandoacusa a otros de ser los causantes de la actual inestabilidad, especulación, escasez, devaluación, inseguridad, entre otras irregularidades, señala sus grandes carencias, y delata, su incapacidad político-administrativa para administrar. Pues cabría preguntarle, ¿el por qué se esconde detrás de dudosas acusaciones? ¿Por qué hace tan evidente su vulnerabilidad? Un buen gobierno demuestra su fortaleza con eficacia y eficiencia; pero jamás desnuda sus debilidades ni se hace “respetar” con represión.
Un gobierno que, como resultado de su administración expone la caída de la producción, de la economía, la debilidad de la moneda, el crecimiento sextuplicado de la deuda total del país, inflación, especulación, corrupción, criminalización de la protesta, represión, intolerancia y segregación política,anula las posibilidades de su éxito y se constituye en una gran amenaza.La gente se está dando cuenta,del por qué el dedo índice de la revolución, se obsecionapor echarle la culpa de sus desaciertos a la oposición. Pues, quienes dejaron de ser chavistas, y los que ejercen oposición, saben que el oficialismo paraocultar la crisis político-económica, evaderesponsabilidades y desvía intencionalmente la atención pública con el objeto de ocultar la crisis político-económica, prohijada durante los últimos 15 años de “revolución”. Pero,¿acasolos dedos medio, anular y meñique,de su“mano peluda”, nola autoseñalan, de ser culpable de la más peligrosa situación política por la que haya pasado la República desde 1830?
Este gobierno vulnerable y de tan poco éxito, no merece estar en el poder; solo lo defiende la legitimidad constitucional.Pues, la actual crisis habla de su rotundo fracaso político, social y económico. Su incapacidad para comprender la libertad, la inviolabilidad de los derechos humanos y los reclamos, constitucionalmente justos, de la juventud estudiosa y trabajadora del país, lo coloca en evidencia, nacional e internacional, como un gobierno impopular y gamberro.
La gente que sufre los embates de la escasez y de la crisis política, no la llena las cadenas presidenciales ni los discursos ni la asusta el discurso amenazador y caliche que advierte que: “… después de la revolución, el diluvio.”El pueblo pide a gritos una buena gestión. Exigegarantía alimentaria, seguridad, derechos humanos, justicia, políticas imparciales, respeto a la propiedad, libertades democráticas y de expresión. En pocas palabras, quiere un gobierno efectivo, eficiente y eficaz. Ciertamente, el pasado no volverá; pero el presente y el futuro, no pueden anunciar más opresión; porque amor con hambre y sin libertad no dura. ¡No! ¡Qué va mi hermano!
Víctor Vielma Molina/Educación/victormvielmam@gmail.com