Miguel Méndez Rodulfo: Venezuela y su desarrollo social

Miguel Méndez Rodulfo: Venezuela y su desarrollo social

El Desarrollo Social es un proceso que a futuro pretende elevar la calidad de vida de la población de un país, mediante la conformación de una sociedad más igualitaria, participativa, inclusiva e integrada, potenciando el capital humano. Este tipo de bienestar social es posible a través del ejercicio de un conjunto de derechos básicos, a los que pueda tener acceso equitativamente la población. Dichos derechos se agrupan en cuatro dimensiones: la económica, la social, la salud (que incluye la nutrición) y la educación. Así el desarrollo social se calcula por medio de varios índices: El aspecto económico, por la llamada “Línea de Pobreza”, que es un indicador coyuntural, que se basa en la medición del ingreso, determinando el poder adquisitivo familiar con respecto a la canasta básica y la canasta alimentaria. El aspecto social, pero también el educativo, se evalúan por el índice de “Necesidades Básicas Insatisfechas” El aspecto de salud se valora por el “Índice de Desarrollo Humano”, aunque éste también incluye la esfera educativa y la económica. El Coeficiente de Gini es un indicador complementario que expresa la desigualdad del ingreso entre las personas.

Siendo evidente el fracaso económico del régimen, desde sus inicios, siempre se ha ufanado de sus logros sociales. El año pasado Venezuela fue reconocida por la  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) por reducir a menos de 5% el hambre entre 2000 y 2012. Por otra parte el PNUD de las Naciones Unidas ubicó a nuestro país, en 2013,  en el ranking mundial de naciones con un alto Índice de Desarrollo Humano, al ubicarse en el puesto 71, con un coeficiente de 0,748, cifra que la incluye en el grupo de naciones consideradas con un alto nivel de desarrollo humano, de un total 186 países evaluados. Venezuela quedó por detrás de Cuba, Panamá, Granada y Trinidad, pero por delante de Brasil, Perú y Colombia. El PNUD dice que entre el año 2000 y 2012, el IDH creció en ese lapso a un ritmo de 1,03%, sólo superado en América Latina por Nicaragua (1,04); sin embargo, este mismo organismo afirma que entre 1980 y 1990, nuestro país apenas pudo crecer a una tasa promedio de 0,11.

¿Cómo es posible que estos organismos nos digan a los venezolanos una cosa y nosotros palpemos otra? Si los barrios con su miseria abierta, los buhoneros con su trajinar penoso, los desempleados con su ruina a cuestas, los campesinos abandonados y con su hambre endémica, los enfermos esperando por meses una cita, las escuelas con sus deficiencias crónicas, los hospitales con su carencia de insumos y médicos mal pagados, las empresas con una espada de Damocles encima, etc. Si todo esto se exhibe a pleno día y lo contemplamos a diario,  ¿cómo es que somos un modelo de sociedad del bienestar? Eso nadie lo puede entender.

Si el desabastecimiento de alimentos y medicinas es de antes de 2011; si tenemos una inflación que desde 2008 está por encima de 25%, algo insólito en esta era; si el campo fue expropiado, se encuentra abandonado y nada produce; si el 60% de la población tiene un trabajo informal, ¿De qué estamos hablando? ¿Cómo pudimos haber reducido el hambre?

Que el país tenga un desarrollo social menor que el de Cuba y mayor que el de Brasil, es cuando menos difícil de creer. Que Venezuela creció muy poco en la llamada “Década Perdida”, es cierto. Eso era la realidad y eso reflejaban las estadísticas. Pero es muy dudoso que en 12 años de este régimen hayamos crecido socialmente de una forma meteórica.

Lo que se ha demostrado es que el régimen maquilla las cifras. El turco del INE, como lo llama Teodoro, falsea los datos. Así los que trabajan solamente dos horas a la semana, no están desempleados; los que están en las misiones y cumplen más de 16 años no pasan a formar parte de la población económicamente activa; el salario mínimo se calcula a 6,30 Bs./US$ y no al dólar libre como se importa casi todo lo que consumimos; la canasta alimentaria no se calcula por los precios que el BCV recoge en su informe técnico y tampoco los que muestra el Cendas, sino por los precios de Mercal; la producción petrolera es de más de 3 MM B/D, en vez de los 2,3 que reporta la OPEP; la pobreza extrema  es de 6% y no de 9,7% como dice la Cepal y así sucesivamente. A lo que nos lleva esta constatación es a que los organismos internacionales no pueden ser tan incautos para dar por buena toda la data amañada que les proporciona Venezuela. Se debe comprobar la fiabilidad de la información porque el régimen no juega limpio.

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