Cerca de 80 personas, entre familiares y amigos de las cuatro víctimas que cayeron abatidas durante un procedimiento ejecutado por una comisión especial de efectivos de la Policía Nacional Bolivariana provenientes de Caracas, en el bar Alexkey ubicado en la calle 2 de La Fría, protestaron en la Morgue del Hospital Central de San Cristóbal con pancartas y consignas expresando que se trató de una vil masacre y parte de un falso positivo montado por el Gobierno nacional. diariodelosandes.com / Anggy Polanco
Una de las primeras testigos de la llegada de la comisión de uniformados fue una vendedora informal que se gana la vida vendiendo comida a las afueras del local nocturno, quien fue sorprendida por los efectivos en pleno trabajo, los cuales la introdujeron a la fuerza al interior del establecimiento.
“Decían que era de la Policía Nacional, estaban todos vestidos totalmente de negro, encapuchados, decían que no les vieran la cara”, explica la comerciante.
Relata que los efectivos llegaron tirando bombas explosivas, hicieron lanzar a las personas al suelo y les decían que no miraran hacia arriba, “allí no hubo enfrentamiento como dicen, nadie trató de oponerse a ellos”. A las mujeres las tuvieron en la sala, luego las llevaron al área del hotel, les quitaron los teléfonos, las revisaron de pies a cabeza, hasta los oídos”, narró.
“Yo no fui tan perjudicada como a otras mujeres que sí las golpearon y les robaron los teléfonos y la plata que tenían en sus cuartos. Cuando llegaron yo estaba chateando por teléfono y era justo las 8:10 de la noche, porque a esa hora me queda el registro de la última conversación”.
“A ellos no los mataron dentro del bar, sino en la parte de atrás, dicen que fue con silenciador porque no se escucharon tiros”, refirió la vendedora.
Asimismo, una trabajadora del bar Alexkey contó que estaba parada al lado de la barra para el momento que llegaron lanzando una bomba, se escuchó una explosión de una bomba que botaba luces de colores, en ese instante cayó una compañera de ella privada, la cual fue arrastrada por el cabello por el suelo.
“Cuando sonó la segunda explosión, la gente se desesperó, algunos se lanzaron al suelo y otros corrían a esconderse. Yo me escondí debajo de la mesa y de ahí me sacaron por el cabello, tratándome mal y me levantaron el vestido, me dejaron semidesnuda, nos mantuvieron un rato acostadas y se oían los gritos, golpes y quejidos de la gente cuando decían heridos, heridos, otro decía no se muera todavía. Otros funcionarios decían, tranquilos, tenemos toda la noche”.
A nosotros nos tuvieron allí hasta las cuatro de la mañana, nos quitaron teléfonos, nos robaron la plata. Se llevaron la plata de los patrones, unos teléfonos que tenía la patrona para vender porque ella compra y vende equipos de telefonía móvil; además de la producción del día”, manifestó.
Narró que femeninas les introdujeron sus manos en la vagina a las mujeres utilizando el mismo guante, “hasta en los oídos nos metieron mano. A la dueña del área del hotel le hicieron lo mismo que a todas, pero a ella la golpeaban y la trataban mal”.
Precisa que poco pudo observarles a los funcionarios, sólo logró detallar que usaban unas botas largas con unos círculos negros, otro le vio un chaleco color marrón que decía Policía Nacional y una fiscal que decía que se acercaran los testigos, mientras que después otros les hacían fotos a la plata que les quitaron y objetos que en el local había.
“Se llevaron detenidos a gente humilde, como a la señora Emilce, dueña del hotel y a su esposo, dueño del bar; al cantinero, un hombre trabajador que no tiene nada que ver con lo que dijo el Ministro, y clientes del negocio. Se llevaron los carros de los patrones, entre las cosas que se llevaron hay tres motos, de esas una me la habían dado a guardar a mí, yo les presenté los documentos ahí pero igual se la llevaron sin preguntar”, acotó.
La trabajadora negó que en el establecimiento se manejara un banda de secuestradores ni sicarios, ni terroristas, dijo que si los dueños fuesen mafiosos, no se preocuparían por su negocio, que según indicó la empleada, hasta ellos mismos barrían y atendían a diario.
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