El PSUV se encuentra en una de sus peores crisis de popularidad en los últimos 8 años. La opinión pública en torno a Maduro se muestra remolona y hostil. A diferencia de su padre político, él no tiene teflón suficiente para evitar ser culpado de los males que aquejan a la inmensa mayoría de los venezolanos. Estoy completamente seguro que de no ser por la dictadura mediática, la impopularidad de Maduro hoy estaría cerca del 70 por ciento, pero efectivamente la propaganda, la censura y la manipulación sin contrapesos han ayudado a que el bajón sea menos dramático.
Los resultados de San Diego y San Cristóbal comienzan a prefigurar una nueva realidad política. EL Cabello-Madurismo pasa aceleradamente a convertirse en la primera minoría del país. La unidad, no un partido o un líder, es hoy la mayoría del país. Es tan fuerte el sentimiento opositor al caos del PSUV que los errores cometidos por los diferentes actores de la oposición quedan minimizados al momento de que el elector tiene que decidir entre la tarjeta de la unidad y la del partido de gobierno. ¿Esto significa esto que Maduro saldrá mañana del poder? NO, queda mucho trabajo por delante.
El Cabello- Madurismo tiene inmensos recursos económicos y estratégicos para intentar cambiar las tendencias de opinión, sin ir muy lejos basta recordar el ambiente que existía para las elecciones regionales y como lograron voltear la tortilla con el dakaso y de esa forma evitar lo que a todas luces parecía una derrota. A esto se le suma el control institucional, la forma como avanzan en la compra o el silenciamiento de los medios y un barril de petróleo por encima de 100$. Subestimar la capacidad de acción del PSUV es el peor enemigo que tiene la oposición. El otro es no tener claridad para responder al instante a las vivezas que intentarán desde el gobierno para mantenerse medrando del erario público contra viento y marea.
Es clave que la oposición haga una lectura adecuada de la realidad y deje de lado los complejos y chantajes. Por ejemplo, parte importante de la dirigencia opositora utiliza el poco espacio de tiempo que posee en los medios para criticar las políticas de otro sector opositor, en lugar de denunciar los atropellos y actos contra los derechos humanos del PSUV. El debate en torno a Leopoldo López es una clara demostración. Para el mundo entero Leopoldo es un preso político, un preso de conciencia que está encerrado injustamente y se realizan campañas a favor de su liberación en forma global, mientras que acá, algunos compran el discurso del gobierno y hacen mutis frente a una cárcel injusta y critican la política de protesta como si fuera un delito exigir los derechos consagrados en la Constitución.
Parte de la oposición vive con el trauma del 2002, signado por el hecho de que las protestas de esa época terminaron favoreciendo al gobierno y debilitando en extremo a la oposición. Las condiciones son completamente distintas tanto para el gobierno como para la oposición. El gobierno se enfrenta como nunca antes lo había hecho a las consecuencias del desgaste de un modelo que nunca funcionó pero que la bonanza petrolera ayudó en un principio a dar la imagen de prosperidad. Hoy el país vive en un estado general de descontento y no se avizora un boom petrolero que solvente momentáneamente las ineficiencias de este modelo. De acuerdo a las últimas encuestas de Datanálisis el 80% del país no está contento con la gestión de este gobierno.
Por su parte, la oposición luce más consolidada y homogénea en torno a un centro de dirección política, al margen de sus diferencias. Posee una tarjeta unitaria que impide la dispersión de los esfuerzos electorales y tiene un discurso mucho más coherente y en sintonía con las necesidades del venezolano.
Para que la tendencia de caída del PSUV y sus secuaces se mantenga es menester que la oposición logre unificar la estrategia y diversificar las manifestaciones de descontento. No son sólo grandes marchas, esto hay que complementarlo con acciones cotidianas de descontento, en el Metro, en las colas, en el transporte público, en las zonas rurales. En la medida que la oposición construya un activismo permanente y alejado de la violencia se profundizará la brecha entre la élite decadente roja y el país. Organización social, comunicación alternativa y sintonía con los problemas reales de la gente son parte del antídoto contra el caos y el autoritarismo.
Carlos Valero
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