Se ha hecho frecuente en reuniones o entrevistas con periodistas que surja la discusión sobre el tipo de régimen que existe actualmente en Venezuela. El solo hecho de que surja el cuestionamiento, es evidencia de que la gente duda que vivamos en una democracia. Los intentos clasificatorios son variados y llenos de intentos por enmarcar nuestra forma de gobierno en alguna de las teorías que usamos normalmente.
Debo confesar que he dedicado buena parte de mi tiempo a pensar cómo podría describir el sistema que fue implantado en nuestro país durante lo que va de este siglo. Sin haber llegado a una elaborada y enjundiosa demostración académica, decidí salirme de la caja teórica y plantearme una forma distinta de aproximarme a una clasificación.
Es así como presento la idea según la cual vivimos una brutocracia. Si usamos el mismo mecanismo que para entender democracia, queda claro que estamos hablando de un gobierno de los brutos. Y la mayoría de las acepciones que describe el diccionario sobre la palabra bruto, sirven para ayudar a entender nuestra forma de gobierno.
Para comenzar, la clase política gobernante se caracteriza por su poca inteligencia, escasa formación y gran torpeza en el manejo de los asuntos públicos. De otra manera no se puede entender que en medio de una bonanza petrolera sin precedentes, el país se encuentre al borde de la bancarrota. No hay lo más mínimo para garantizar la calidad de vida de los venezolanos. La escasez es un fenómeno omnipresente. La oración más frecuente del momento es “no hay”. Se oye por doquier. Es una constante que hace que el venezolano se sienta pobre y tirado al abandono.
La carta de su imbecilidad más eminente, Jorge Giordani, es una denuncia de la escasa formación de quien dirigió la política económica del país durante los últimos tres lustros. Misiva mal escrita, llena de concepciones atrasadas. Describe prácticas que se saben fracasadas desde hace décadas. Intenta el desfachatado monje lavarse las manos en cuanto a su responsabilidad por el desastre que vivimos los venezolanos por culpa de su desconocimiento absoluto de la materia. Además, es evidente que una persona que cree en el comunismo en el siglo 21 es porque de inteligencia tiene poco o nada.
Lo peor es, que los que quedan en el gobierno no son muy distintos de Giordani. Se caracterizan por su desconocimiento de la materia de la cual están encargados. Eso explica, por ejemplo, que Chacón no logre ni por asomo tener un plan para resolver el grave problema eléctrico que azota a los venezolanos, como recordatorio de que no se debe votar por ignorantes.
Otra característica desagradable de los capitostes del régimen y asociada con la brutalidad la constituyen sus malas maneras. Son arrogantes, hablan como si estuviesen regañando a su jefe, es decir, al pueblo. Usan mal las palabras, son groseros, petulantes y mentirosos. El comportamiento de estos sujetos termina siendo irrespetuoso con ese soberano al cual se deben: la sociedad venezolana.
¿Y qué decir del uso excesivo de la fuerza? En eso son unos campeones. Ha quedado claramente demostrado en lo que va de año. Las vejaciones a los estudiantes, el uso desequilibrado de mecanismos represivos, la persecución de la disidencia son solo algunos de los elementos que ilustran este aspecto. Para no mencionar a los bandoleros armados que se agavillan para enfrentar y tratar de someter a quienes disienten de este desastroso gobierno.
He aquí los argumentos apreciado lector. De ahora en adelante, cuando le planteen esa difícil pregunta, responda sin asomo de duda: estamos en una brutocracia, el gobierno de los brutos. En otros países de la región se les llamo gorilas y su forma de gobierno, gorilato.