Gonzalo Himiob Santomé: Moneda de tres caras

Gonzalo Himiob Santomé: Moneda de tres caras

La dirigencia opositora venezolana está dividida en tres grupos, lamentablemente divergentes, entre los que no hay más vínculos que los de las ansias de llegar al poder. Nótese que hablo de la dirigencia, al menos de la dirigencia formal, que no del inmenso movimiento opositor que a estas alturas, siendo conservadores y de cara a la asfixiante cotidianidad que se vive, es mucho más amplio que el que vio la luz en abril de 2013, cuando quedó claro que cerca del 50% del electorado que votó quería para nuestro país un cambio de rumbo.

Si en el “Polo Patriótico” no hay más ideología que la del legado de Chávez, representado en ese delirio que es el “Plan de la Patria”, tampoco se percibe en la “Alternativa Democrática” una visión de país que promueva soluciones efectivas para nuestros problemas a corto, mediano o a largo plazo. Lo del oficialismo no es una ideología, ni siquiera es socialismo rudimentario, es un conjunto de herramientas populistas dirigido exclusivamente a mantener en el poder a un grupo de privilegiados que tienen ya más de quince años “haciendo su agosto” con nuestros recursos. Nada más. Si el pueblo sigue creyendo o no en esos gordos pájaros preñados, está por verse, pero no hay que ser un experto para percibir, en todos los estratos sociales, aunque aún a sottovoce en los sectores más humildes, un creciente malestar. Tarde y mal están aprendiendo los oficialistas que de nada vale querer salvar el planeta, o hablar de la redención de la humanidad, si no se tiene siquiera la capacidad para mantener abastecida una botica.

En la dirigencia opositora, por una parte, tenemos un grupo de partidos tradicionales, representados en casi todos los casos por políticos de larga trayectoria, que no comprenden que el idioma que ahora habla nuestra sociedad no es el mismo con el que podían conectarse con las masas antes de la llegada de Chávez al poder. Sus rasgos característicos son su carácter excluyente, ya que según ellos solo unos pocos “iniciados” deben tener acceso a sus centros de decisión, a sus “cogollos” como los llamamos acá, y también que solo piensan en términos electorales, que no es igual a ver la película completa o a pensar en clave de nación.

Las elecciones son, por supuesto, herramientas importantísimas en el juego democrático, pero no son, ni deben ser, las únicas formas de vincularse políticamente con el pueblo, sobre todo en tiempos de crisis. Dicho en otras palabras, la política no es solamente un quehacer electoral, no es un oficio que se ejerce o no cuando el calendario del CNE lo dispone, es un apostolado que va mucho más allá y que exige del liderazgo una constante comunicación con el electorado para mantenerse en contacto directo con la verdad de lo que acontece en el país, y para evitar la instrumentalización de la ciudadanía como un simple recurso electoral, al que solo se le presta atención cuando toca votar.

Este primer grupo, hay que decirlo con todas sus letras, le está haciendo mucho daño al país. Los representa un sector de la MUD, que capitaliza cada vez más rechazo en la masa opositora, y que sólo está pensando en lo que podría pasar en 2015 en las parlamentarias y que tiene también su mira puesta, gríngolas de por medio, en las presidenciales de 2019. No está mal pensar en esos temas ni ir preparando esos escenarios, pero de allí a quedarse solo en eso, mientras el país literalmente se cae a pedazos, hay un largo trecho. La herramienta de estos cegatos es la de la reducción a los absolutos, el recurso continuo a las voces categóricas e incuestionables. “Unidad”, por ejemplo, es una muy hermosa palabra, pero no es un valor por sí misma, mucho menos cuando se la usa más en su peor acepción (como “conformidad”, y a veces hasta como “chantaje”) que como lo que es y siempre fue en realidad: La suma de esfuerzos de los partidos para la lucha electoral contra un poder omnipresente y abusivo, nada más. Dicho de otra manera, la “unidad” opositora, como herramienta comicial, es altamente provechosa; pero si se la ve como un “paraguas”, del que se espera lo que no puede ni estuvo supuesto jamás a dar, bajo el que todo cabe y vale, y por el que se demoniza a los que estén “por fuera” o se condena cualquier iniciativa constitucional distinta a la netamente electoral, negando hasta los mismos valores y principios sobre los que se sustenta cualquier democracia real, no sirve sino para que las cosas se mantengan como están.

Esa visión es muy nociva, y les permite, por ejemplo, a algunos celebrar como “todo un logro” y con bombos y platillos que las esposas de dos alcaldes injustamente defenestrados ocupen en elecciones sobrevenidas los cargos robados a sus maridos sin tomar en cuenta que toda la ordalía nació de un grave abuso del poder, de una evidente e inconstitucional usurpación de funciones, en este caso a cargo del TSJ. La “unidad” logró un pírrico (en la acepción real de la palabra) éxito electoral, pero lo que se sacrificó, el precedente que se validó, lo que se aceptó, pesa mucho más que lo logrado. El costo es alto, muy alto.

Otros dirigentes opositores proponen una constituyente, pero este remedio, tal y como están las cosas, puede resultar mucho peor que la enfermedad. Primero, porque no hay garantía de que la expresión de la voluntad ciudadana, si va contra el gobierno, termine siendo reconocida por el poder. Con un CNE como el que tenemos y con el pueblo expuesto a los modos persecutorios de Maduro ¿Qué garantiza que la “gracia” no termine en “morisqueta”? Abrir esa puerta en la Venezuela de hoy permitiría, si hubiese posibilidad de buena lid, que en algunos aspectos se le ponga coto al gobierno, pero también podría pasar que el oficialismo manipule y logre cambiar de nuestra Carta Magna, en otra de sus cuestionables “victorias”, lo que le conviene, dejándonos peor que antes ¿O es que ya olvidamos, por ejemplo, la controversia sobre los resultados de abril de 2013, o que la Constitución que se aprobó en referendo en 1999 no fue la misma que salió publicada después, en el 2000, en la Gaceta Oficial, y que nadie dijo “ni pío”? ¿Qué nos garantiza que eso no volverá a ocurrir?

Luego están quienes plantean una suerte difusa, y muy difícil de comprender, de “Asamblea General Ciudadana”, o algo así, dirigida a lograr el cambio de gobierno. Esto se parece mucho al llamado que hacía Chávez en su momento de convocar al poder “originario” del pueblo, que pasó por encima de todo y de todos y terminó yendo incluso contra valores y principios constitucionales en los que, en justo derecho, no podía haber marcha atrás, ni siquiera por decisión popular.

Así, mientras no hay solidaridad (basta ver cómo se lanzan piedras los unos a los otros), enlace ni proyecto común entre las diferentes facciones de la dirigencia opositora, el pueblo padece, sufre, espera. Hablan de “unidad” pero no la practican, no dan línea común, no leen entre todos la realidad, no existen. Son como una moneda de tres caras.

@HimiobSantome

Exit mobile version