“Hemos andado revueltos en el turbión de los acontecimientos, hemos visto el arriar de las banderas, la quiebra de las voluntades; hemos asistido al derrumbe de los ídolos; a la quema de los ideales entre la hojarasca de las promesas, y hemos sentido cómo una ola escéptica golpea la fe del pueblo en hombres y en instituciones, porque a la afirmación del ser, y a la promesa de hacer, sólo correspondió una imagen grotesca de lo que no debe ser”. (JAPED)
La Unidad… Cuántas cosas se hacen, cuántas se dejan pasar en nombre de ella. La Unidad no puede ser una postura, una actuación fingida. Tampoco una camisa de fuerza. Pero, por sobre todo, no puede ser una ficción protagonizada por quienes desconfían el uno del otro. Escribo de esta manera porque soy de las muchas venezolanas insatisfechas con la unidad opositora y con el clima que destila. Con facilidad advierto las severas diferencias entre bandos y casi no veo qué les une, salvo el deseo hipotético de sustituir al chavismo en el poder.
Como millones de venezolanos me paré 2 veces a votar en las nacionales por quien no lo hice en las primarias …porque la unidad privaba. Imaginé, vanamente, que en caso de tiempos más duros, el candidato escogido al menos devolvería alguna solidaridad hacia quienes le compitieron, perdieron y sin mezquindad se lanzaron junto a él a las calles, pueblos y ciudades a convencer sobre las virtudes de una propuesta para rescatar al país del abuso, incapacidad y la anarquía. Eso ha sido lo sustantivo, lo relevante, un compromiso de todos.
Pero la forma como se ha tratado a Leopoldo preso, a María Corina allanada y a Ledezma sitiado por el régimen, obligan a repensar si la unidad debe persistir y si algunos priman la necesidad de salir del chavismo antes que sus beneficios personales y representatividad de intereses económicos. Si lo que dijo el subsecretario de la MUD hubiese sido solo un desliz, le hubiese costado el cargo y ya, en cualquier alianza seria. Pero es que no fue un descuido sino un acto de sinceridad que desnuda lo que piensan unos de los otros.
Por otra parte, me pregunto ¿qué interés poderoso puede tener mayor fuerza que la necesidad de garantizar al ofendido que algo así jamás volverá a ocurrir o que se ha tomado medida de corrección? ¿qué atornilla a alguien más allá de su inutilidad en la concertación, precisamente cuando se trata de una alianza? No consigo respuesta sana a estas preguntas pero si una conclusión: nada hacemos si quienes se reúnen en nombre de la unidad condenan a quien no se puede defender por estar en la cárcel, desentrañan a la mujer en la cual el régimen se ceba y obvian al alcalde aislado.
Puedo entender que se dialogue y hasta se negocie. Pero jamás entenderé que lo hagamos sin lógica, sin prioridades ni garantías y a cuenta de la unidad, con una agenda electoral sesgada. Sin embargo, negociar cuando el otro te mama el gallo sistemáticamente, es muy riesgoso. Y entendamos algo: si la salida no pudo con el régimen ni la MUD ni Capriles en dos intentos; el diálogo con el régimen…tampoco ha sido exitoso.
Ahora bien, decir que “la salida” es la causa de todos los muertos es un acto, lo menos, de irresponsabilidad. ¿Quieren la causa eficiente de que esta gente aún esté en el poder? No es otra que la connivencia con el chavismo, el beber de sus propios intereses, el nutrirse de sus mismos financistas y el temer con sus mismos miedos. “La salida” alteró la agenda política venezolana y desnudó a quienes solo tenían pactado esperar mansamente el advenimiento del 2018. Solo por eso, de entrada, valió la pena.
Finalmente me molesta que se juegue con el deseo unitario de la gente, con el mío y con el suyo. La única unidad opositora que es manejada por intereses partidistas cada vez más sectarios es la venezolana. Con eso no vamos a ningún lado porque hoy huele a compromiso hipócrita.