Perder tiempo buscando un lugar donde aparcar es inútil, ya que el automóvil puede hacerlo solo: esta idea, que podía parecer descabellada hace unos años, empieza a ser una realidad y prefigura vehículos totalmente autónomos.
Laure Fillon/ AFP
Sin nadie al volante, el auto avanza en el estacionamiento, deja pasar a un peatón y estaciona en marcha atrás sin dificultades. Esta tecnología, propuesta por las empresas sueca Volvo y francesa Valeo, está por ahora en etapa de prototipo, pero podría tener salida en el mercado hacia 2020.
Algunos automóviles son capaces ya de conducirse solos en determinadas circunstancias. El cupé CLS de Mercedes puede frenar de urgencia en caso de riesgo de accidente si el automovilista no reacciona. Algunos modelos de BMW advierten en caso de que el conductor sobrepase involuntariamente una línea prohibida o pueden pasar a conducción automática en los embotellamientos.
“En el campo de la automatización, ya se ha hecho mucho y hoy estamos por dar un salto”, asegura el director de investigación y desarrollo de Valeo, Guillaume Devauchelle. Los progresos tecnológicos en los radares y las cámaras de detección permiten al vehículo ver lo que ocurre a su alrededor; y los programas informáticos con los que está equipado lo ayudan a analizar la situación y a actuar en consecuencia.
– Sin nadie a bordo –
Los fabricantes prometen que habrá en el mercado modelos capaces de conducirse por sí mismos en 2020 y sin conductor ni pasajero a partir de 2030.
El principal objetivo es “reducir la mortandad y el número de heridos en la carretera, dado que el 90% de los accidentes se deben a errores humanos”, explica Franck Cazenave, director de marketing e innovación de la firma Bosch.
Pero se esperan asimismo otras ventajas. Al comunicar entre ellas, o incluso con las infraestructuras viales, esos vehículos harán que el tránsito sea más fluido y reducirán por tanto el consumo de combustible.
Después de 2030, “podemos imaginar flotas de vehículos disponibles las 24 horas del día que vienen a buscarnos cuando queramos”, estima Sebastien Amichi, socio del gabinete especializado Roland Berger.
Según sus promotores, esos automóviles mejorarán también la comodidad de sus pasajeros.
“Desde el momento en que el conductor queda libre de conducir, tiene tiempo para él” y puede leer el diario, navegar por internet o simplemente descansar, acota Franck Cazenave. Posibilidades éstas que atraen a actores exteriores a la industria automovilística.
Tal es el caso de Google. El gigante de la red ensaya desde hace cinco años automóviles japoneses atestados de captadores y fabrica, basándose en su experiencia en internet y la cartografía, sus propios prototipos eléctricos que pueden circular sin nadie a bordo.
No obstante, los fabricantes de automóviles consideran que Google no puede competir con ellos. El automóvil “es un oficio” que hay que conocer bien “para darle vida”, argumentaba recientemente el presidente de Renault y Nissan, Carlos Ghosn.
Además, el costo de la tecnología es prohibitivo. Según un actor del sector, cada radar del ‘Google car’ vale 60.000 euros. Sin ser tan caros, los dispositivos de ayuda a conducir existentes cuestan entre varios cientos y varios miles de euros.
Pese a todo, sigue habiendo escollos. Lo que todavía falta perfeccionar “es la calidad de los captores y la inteligencia artificial”, reconocen fuentes de la firma Ford.
– Responsabilidad en caso de accidente –
Todos imaginan que ya en el próximo decenio habrá vehículos autónomos en los estacionamientos cerrados o en las autopistas, pero hay que ser prudentes en lo que respecta a la circulación de esos vehículos en la ciudad, en medio de la circulación, con peatones y ciclistas. Y cabe plantear quién sería responsable en caso de accidente.
Antes de abordar esa espinosa cuestión, será necesario que los Estados se pongan de acuerdo para modificar la legislación sobre seguridad del tránsito, que prevé que “todo conductor debe tener constantemente el control de su vehículo”.
Por lo demás, resulta difícil prever las reacciones de los automovilistas. Algunos apreciarán dejar todo en manos del piloto automático, pero otros temerán confiar su vida a una inteligencia artificial o querrán seguir disfrutando del placer de conducir.