Al llegar cada quincena las familias solían armar su presupuesto. Destinaban lo necesario para el pago de servicios, compra de comida y recreación. Pero ante la escasez, estar abastecidos es lo más importante, lo que ha quebrantado la organización económica en los hogares del país, donde se invierte el 50% de los salarios en compras no planificadas.
Entre mil 500 y dos mil bolívares adicionales gastan mensualmente los venezolanos en la adquisición de los productos que aparecen de forma intermitente en los anaqueles. A Luisa González no le importa si ya tiene varios paquetes de pañales en el almacén que ha improvisado en su casa, si va al supermercado y hay la talla que usa su hijo de nueve meses, le pregunta al cajero cuántos puede comprar y los paga.
Maryorie Peñalosa admite que tiene más de 10 kilos de harina de maíz en su apartamento. Aunque tenía el presupuesto justo para verduras y frutas, al ver que estaban despachando cuatro paquetes por persona, dejó de comprar melón y lechosa para garantizar que en su cocina no falte la arepa en el desayuno. “Mi cocina parece depósito de restaurante, tengo los estantes llenos de margarina, aceite, leche, harina y arroz”.
Con dos mil 125 bolívares cuentan cada quincena quienes perciben salario mínimo, sin incluir bonificaciones y deducciones. Más del 50% de lo que ganan es destinado a comprar para guardar. Esa es la prioridad. En una oportunidad Carolina Yépez se atrasó en el pago del servicio de televisión por cable para poder comprar leche y pollo que tenía semanas sin llegar a los establecimientos.
Ahora las cuentas no cuadran. Varias sumas y restas se deben hacer para lograr cumplir con los compromisos económicos adquiridos. Para Carolina hay cosas que no puede dejar de pagar como el colegio y las consultas médicas de su hija, por eso trata de comprar menos charcutería y carnes para que le quede dinero extra para las compras de emergencia.
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