El sueño de una Venezuela sin pobreza, cada vez más lejos

El sueño de una Venezuela sin pobreza, cada vez más lejos

Foto Referencial

YOGA EN LOS BARRIOS DE PETARE

A los vecinos de las laderas del barrio popular Catia, en la capital de Venezuela, la promesa de abandonar la pobreza del fallecido socialista Hugo Chávez les sigue pasando por el costado.

Por Patricia Vélez/Reuters

Zuleima Márquez ve desde su ventana los avances de la construcción de una moderna autopista que enlazará Caracas con una ciudad costera. Pero su realidad es distinta: todos los días debe cruzar un improvisado puente de metal corroído desde que un deslave dejó su casa incomunicada y al filo de un barranco en el 2010.

La desazón de Márquez retumba en otras calles de Venezuela, donde la pobreza registró en el 2013 su primer aumento en más de diez años y amenaza con desgastar el apoyo al Gobierno socialista de Nicolás Maduro, heredero del carismático Chávez.

Alentada por una inflación de más de un 60 por ciento, la pobreza monetaria subió a un 27,3 por ciento, un alza anual de 6,1 puntos que no se veía desde el 2002, cuando un breve derrocamiento de Chávez remeció el escenario político y un paro puso en jaque a la industria petrolera del país miembro de la OPEP.

“Con el problema que hemos tenido de la escasez y más gente desempleada, la pobreza va a llegar más que a niveles extremos. Es mentira que se esté reduciendo”, vaticinó la mujer de 49 años que duerme con miedo en las noches de lluvia, cuando crujen las paredes de su hogar.

Con poco más de un año en el poder, Maduro ya afrontó cruentas protestas sociales y lidia con un contexto adverso para hacer cumplir la tarea que le encomendó su antecesor: “atender lo más sagrado, que son los más pobres”.

La vara es alta. Durante el último año de Chávez en el poder, 2012, la tasa de pobreza monetaria -que mide el poder de un hogar para comprar alimentos básicos y cubrir servicios prioritarios como salud y educación- había bajado a un 21,2 por ciento desde el 43,9 por ciento registrado cuando asumió en 1999.

Pero ahora, analistas expertos en pobreza advierten que ese avance podría irse por la borda en apenas unos años.

Para el Gobierno, la culpable de los problemas financieros es la oposición que perpetra una “guerra económica” con la ayuda de Washington.

Pero los opositores dicen que las acusaciones son una cortina de humo para tapar las distorsiones de una economía manejada de manera “compulsiva”, con la impresión de billetes que ha duplicado la base monetaria en el último año, acelerando la inflación y recortando los salarios.

Alejados del debate, los pobladores de Catia hacen filas frente a los almacenes para obtener harina y aceite, alimentos escasos porque la falta de dólares tras más de una década de control cambiario ha golpeado la producción y las importaciones en la nación con las mayores reservas de crudo del mundo.

Un grupo de 40 vecinos se amontonaban detrás de la reja que el dueño del local “Primavera” fijó para lograr que los alimentos alcancen para todos. Pero no lo consiguió. Esa mañana el cargamento duró menos de 30 minutos.

DEPENDENCIA PETROLERA

Después de su fugaz derrocamiento y del paro petrolero, Chávez arreció su impronta socialista concibiendo en el 2003 el instrumento clave para llevarla a lo largo y ancho del país: las misiones.

Bautizadas con nombres emblemáticos para Chávez, como Che Guevara, esta veintena de programas proveen desde educación y salud hasta vivienda y cultura, con la consigna de incluir a quienes habían sido relegados por el capitalismo por décadas.

Precios del crudo por los cielos, promediando incluso algunos años más de 100 dólares el barril, permitieron que el dinero fluyera hacia las misiones administradas por el Gobierno, parte provisto por la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), fuente de 9 de cada 10 dólares que entran al país.

Hasta el año pasado, PDVSA había dado a las misiones unos 45.000 millones de dólares, según sus cifras. Pero su aporte social se multiplica cuando se considera los recursos que ha inyectado a otros fondos como el Fondo de Desarrollo Social Fonden que no forman parte de las misiones.

Gracias a esas ayudas sociales, el ánimo en otro sector del centro de Catia, en Los Magallanes, es diametralmente opuesto al de las casitas apiñadas una sobre otra sobre los cerros del barrio.

Allí, un grupo de vecinos reunido en un salón comunal flanqueado por fotos de Chávez defendió a capa y espada los programas que aseguran los blindan de la miseria, especialmente la misión denominada Mercal, que ofrece a bajo costo los alimentos y el papel sanitario que escasean en otras zonas de la capital.

“Ya no hay la pobreza que existía antes. El más pobre come carne todos los días, tiene Direct TV (televisión por cable), antena, todo”, dijo Marlene Sanguino, una vocera del concejo comunal de 61 años, repitiendo un argumento esgrimido por el Gobierno.

SIN SOLUCIÓN DE FONDO

El impacto de las misiones fue más tangible entre 2003 y 2006, cuando la pobreza medida por ingresos cayó a un 30,6 por ciento, desde el 54 por ciento cuatro años antes.

Sin embargo, en los años posteriores el ritmo de reducción comenzó a frenarse, incluso estancándose entre 2009 y 2011, develando una fragilidad que deja a millones de venezolanos al filo de la pobreza.

La inyección de dinero en épocas electorales también se hace evidente en las cifras.

En el 2012, por ejemplo, un fuerte gasto público por la última campaña presidencial de Chávez permitió una baja de 6 puntos en la pobreza monetaria. Pero apenas un año después se esfumó el avance.

“Si las cifras que el Gobierno dice que ha invertido en programas sociales son ciertas, eso debió haber sacado a todo el mundo de la pobreza, porque son unas cifras exorbitantes”, dijo la economista Anabella Abadi.

Tanto críticos como oficialistas reconocen que en ocasiones el dinero no se maneja en forma eficiente.

“Las soluciones que se han desarrollado hasta ahora para atenderla, aunque han sido muy eficientes para la redistribución de la riqueza, no han llegado todavía a ser estructurales”, explicó a Reuters el sociólogo y analista oficialista Nicmer Evans.

Una investigación publicada en enero por Reuters reveló cómo millones de dólares de programas comunitarios se esfuman sin cumplir con su objetivo de combatir la pobreza.

A este problema se suma el que hecho de que ahora los recursos sociales están menguando pues el Gobierno debe destinar más dinero a la importaciones de bienes con el fin de paliar el crónico desabastecimiento, advirtió la analista Abadi.

PDVSA, al menos, ya redujo su ayuda social el año pasado.

Los aportes de la petrolera estatal cayeron un 13 por ciento frente al 2012 y un 50 por ciento contra el 2011, a 7.829 millones de dólares, según el último estado financiero de la firma, sin precisar razones.

“TRABAJO, TRABAJO Y MAS TRABAJO”

Con una aprobación del 37 por ciento -según una encuesta de Datanálisis- y recientes críticas dentro de las filas oficialistas, Maduro juró destinar todos los recursos necesarios para cumplir con la encomienda de erradicar la pobreza que le hizo Chávez.

El año pasado, aumentó dos veces el salario mínimo a unos 4.000 bolívares mensuales (635 dólares al cambio oficial, pero apenas 57 dólares al del mercado negro).

Y también renovó el compromiso con las misiones, piedra angular del chavismo para combatir la pobreza, prometiendo “trabajo, trabajo y más trabajo” a los cuatro costados de Venezuela.

“En 2018 tendré la felicidad de decir que hemos logrado la meta de miseria cero”, dijo confiado el mandatario, quien ha recalcado que la pobreza estructural extrema -que mide las necesidades básicas insatisfechas como el acceso a agua potable- bajó 0,8 puntos el año pasado a un 5,5 por ciento.

“Que no vaya a venir la derecha a sabotear, a quemar o a tratar de impedir que se instalen las bases de misiones sociales”, advirtió Maduro.

Mientras reina la polarización entre los venezolanos, en las montañas de Catia, Zuleima Márquez sigue atravesando el destartalado puente todos los días.

Más abajo, otros vecinos se persignan ante una virgencita resguardada por tablas de zinc, un altar que montaron por si llega el día en que el barranco se trague sus casas.

“Estas no son condiciones para vivir, no puedes vivir en zozobra, sin saber qué va a pasar”, dijo Márquez con resignación mientras se alejaba por las calles llenas de escombros.

(Reporte de Patricia Vélez. Editado por Esteban Israel, Pablo Garibian y Juana Casas)

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