Morir y tener un entierro digno no es algo que esté permitido para muchas personas o al menos, al alcance de todas. El derecho a bóveda, misa, ataúd, carroza fúnebre, entre otros derivados, como por ejemplo los trámites, además de una enorme pérdida sentimental para sus allegados, supone un elevado gasto monetario en sus honras fúnebres, más aún en los tiempos actuales, ello gracias al espiral inflacionario y alcista que se padece a escala nacional.
Como en todo negocio, donde se prestan servicios básicos o de lujo, los sepelios también cuentan con escalafones de categorías, cuyos precios son aplicados de acuerdo con las exigencias de los dolientes.
El viejo refrán que reza “morir no es gratis” es una realidad a la que no escapa ningún ciudadano venezolano, más aún en una sociedad donde en los últimos años el mercantilismo se ha adueñado de todos los sectores.
Un servicio fúnebre y los derivados de este pueden variar, de acuerdo al tipo de urna requerida, vehículos acompañantes para el cortejo fúnebre y otros servicios adicionales, entre los que se cuentan: capilla velatoria, preparación del cuerpo, flores y trámites de ley.
En la capital tachirense, muchas empresas fúnebres, de corte familiar u otras de tipo ya empresarial, han optado por ofertar servicios que le permiten al deudo del fallecido pagar un sepelio, tipos a, b y c, cuyo costo puede oscilar entre los 8 mil y 35 mil bolívares, ello sin contar con los agregados, que suelen estar vinculados al valor de la tumba, flores y misa, necesarios en casi todo en entierro. Mensualmente, gracias al espiral inflacionario, los servicios funerarios experimenten un alza de más de 30% en sus precios.
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