Nuestro país desde hace años vive montado en coyunturas de lucha por la libertad contra el régimen, que se han convertido en lo que pauta la agenda de la vida política, lo que lamentablemente ha traído retardo en la renovación de liderazgos.
Cuando hablo de la renovación, no me refiero nunca a que otros liderazgos no hayan surgido de dichas coyunturas, sino que dichos Liderazgos no han podido institucionalizarse dentro de las universidades, de los sindicatos, de las asociaciones de vecinos, concejos comunales e inclusive de los partidos políticos.
Desde que nuestro mayor enemigo es el tiempo, la planificación estratégica se desarrolla con base a ese factor, dejando en segundo plano la legitimación de los liderazgos jóvenes que han surgido en nuestro país, llevando así al estancamiento generacional, que trae con sigo la visión de política distinta, por lo que las instituciones no evolucionan y mejoran, sino que se estancan y retrasan.
Hoy quien esta en un espacio institucional no se mide, por si es dirigente o no, sino que simplemente se mide por los cargos asumidos por necesidad o imposición, lo que causa choques de liderazgos visibles con una generaciones anterior.
Hoy la meritocracia pasa a un segundo plano, donde las instituciones son dirigidas, no por el que más hace, trabaja, crea o lidera, sino por el que no le toco de otra que asumir, el que queda o el que imponen, dañando gravemente el futuro de nuestros país.
Aquí hay una generación con una visión de país distinta y más aún con una forma de hacer política con base a valores, meritocracia, constancia, perseverancia y trabajo, nosotros queremos transformar y trabajar para que las próximas generaciones tengan un mejor país, no estamos simplemente pensando en las próximas elecciones como hoy ha convertido la política a la mayoría de los liderazgos institucionales.
Debemos comenzar a unir las voces de una nueva generación para demostrar que podemos lograr una mejor Venezuela, distinta, desde la base del reconocimiento al trabajo, para de esa forma poder renovar las instituciones y fortalecer la democracia.
Esto es una decisión entre si aceptar el status quo y quedarse callado ante lo que no creemos correcto o tomar la palabra, unir las voces, actuar y transformar realidades. Yo tome la segunda opción, aunque se que muchos intentaran callar las voces de la disidencia, el cambio y el progreso seguiremos hasta el final luchando por la justicia, la libertad, el respeto, la meritocracia, el progreso, la honestidad y el deber ser.
No se trata de caer en una utopía, pero si de tomar el deber ser como la bandera de nuestro accionar diario, para poder mejorar y transformar la realidad de la política venezolana.