Se anunció como un instrumento para combatir el contrabando, pero la instauración de un sistema de identificación biométrico en los supermercados venezolanos podría terminar convirtiéndose en un asfixiante mecanismo de intimidación y control social que aumentaría la dependencia del ciudadano al régimen bolivariano y sofocaría en muchos la disposición a protestar, publica El Nuevo Herald.
Antonio Maria Delgado
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Analistas consultados dijeron que los polémicos planes de instaurar un sistema de identificación en los supermercados no es nada más que los primeros pasos para establecer un sistema de racionamiento computarizado, inspirado en la experiencia cubana, que terminará siendo utilizado para doblegar la voluntad de disentir de los venezolanos.
“En Venezuela están imitando muchas de las cosas que han hecho Cuba. La influencia cubana, la asesoría cubana, es crítica dentro del chavismo”, comentó Jaime Suchlicki, director del Instituto de Estudios Cubano y Cubano Americanos.
En este caso, se estarían uniendo la experiencia en represión del castrismo con la última tecnología, una especie de nuevo sistema de racionamiento del Siglo XXI, con el que “ellos van a poder controlar mucho más” que lo que se pudo en Cuba, expresó Suchlicki.
El sistema de racionamiento dejó una profunda huella dentro de la población cubana, terminando por jugar un papel clave en el sometimiento de millones a la voluntad del régimen de los hermanos Castro.
“En Cuba, como no habían empresas privadas, todo el mundo dependía de la tarjeta para poder vivir y comer. Y el gobierno utilizaba eso para controlar la población”, expuso Suchlicki
“Es un instrumento no solo de control, sino también de manipulación. Si no aceptas los dictados del gobierno, no comes. Si te portabas mal, no te daban o te quitaban la tarjeta”, explicó.
También era utilizado para restringir la movilidad dentro de la isla.
“Cuando tu viajabas, no podías usar la tarjeta en otras ciudades. Y de esa manera no te permitían viajar”.
Nada de esto, por supuesto, es comentado en el discurso oficial del régimen de Nicolás Maduro, que atribuye la grave crisis de desabastecimiento en Venezuela al contrabando y argumenta que el sistema biométrico es necesario para evitar que los productos comprados en exceso terminen en Colombia y otros países vecinos.
“No es un sistema de racionamiento; es cero racionamiento. Al contrario, es para que todo lo que produce la república sea conseguido por el pueblo […] El sistema biométrico no está hecho para dañar a las familias si no para ayudarlas”, manifestó Maduro la semana pasada.
“Estamos dando una batalla al máximo nivel contra las mafias contrabandistas […] Ha habido toda una operación para irritar y golpear al pueblo con una guerra económica. […] Ellos están buscando que el pueblo se arreche y no lo podamos parar, por eso tenemos que evitar que eso suceda”, manifestó el gobernante.
El superintendente de Precios Justos, Andrés Eloy Méndez, dijo que el nuevo sistema estará instalado en los supermercados el próximo 30 de noviembre, incluso en ciudades alejadas de las fronteras.
“También se realiza internamente” en las ciudades alejadas de las fronteras donde se multiplica el llamado “mercado negro” y donde se revenden a precios superiores los productos que escasean en los mercados regulares, destacó el funcionario.
El sistema biométrico o de captahuellas permitirá que cada venezolano “haga su compra semanal con un rango de compra bastante tolerante y amplio y así evitar que una persona compre hasta 20 veces” más de lo que necesite, sostuvo Méndez.
Pero incluso si el sistema como declara Méndez es lo suficientemente tolerante para que un consumidor compre todo lo que necesite, analistas dijeron que el venezolano automáticamente queda bajo control gubernamental, con el chavismo decidiendo qué puede comprar y con qué frecuencia, perdiendo en el proceso su derecho a decidir.
“Esto no busca frenar el contrabando. Es un mecanismo de control social ante la crisis fuerte de desabastecimiento”, comentó Antonio De La Cruz, director Ejecutivo de la firma de asesores Inter American Trends.
“No solo les va a permitir aplicar el racionamiento, sino que va a permitir a un Estado controlador saber qué es lo que compra o come cada uno de los venezolanos y les va a permitir controlar a cada uno de ellos, exigiéndole obediencia a cambio de poder tener acceso a un paquete de arroz o a un pote de leche”, comentó De La Cruz desde Washington.
El temor a sanciones de este tipo ya están instauradas en las mentes de muchos venezolanos que se vieron perjudicados años atrás que la introducción de la denominada lista Tascón.
Aún cuando el gobierno niega su existencia, la lista lleva años siendo usada para castigar a los millones de venezolanos que firmaron a favor de realizar un referendo revocatorio en el 2004 contra el fallecido presidente Hugo Chávez.
Quienes firmaron, están inhabilitados para acceder a empleos gubernamentales o para obtener beneficios sociales del Estado.
El mismo concepto podría ser utilizado ahora contra los venezolanos que tradicionalmente votan en las elecciones contra el chavismo, y el temor a no poder comprar comida podría llevar a millones a no votar por la oposición en las próximas elecciones, explicó De La Cruz.
El miedo a peder el trabajo es desde hace años fomentado por el chavismo para obligar a los empleados públicos a votar a favor del régimen.
Para el columnista David Morán la amenaza de no tener acceso a la comida sería un perverso, pero muy efectivo instrumento de control social que dejaría a millones sin deseo de vocalizar su oposición al régimen.
Aquí entra en juego la Pirámide de Necesidades Humanas, dijo Morán en referencia a la teoría sicológica de Abraham Maslow que estipula que el ser humano debe primero satisfacer a sus necesidades más básicas, como podrían ser la alimentación y la seguridad física para luego pasar a anhelos más elevados como el afecto o el deseo de vivir en libertad.
“Si te tienen rebotando, en la búsqueda permanente de tus necesidades básicas, como el alimento, te va a quedar poco tiempo para ir escalando en las otras necesidades, necesidades de libertad, necesidades de conocimiento, etc”, comentó.
“Por eso las sociedades terminan sometidas, con mecanismos como estos, porque lo que buscan es desgastar las horas del hombre a través de su búsqueda de satisfacer sus necesidades básicas”, agregó.