Estos son días de felicidad para quienes disfrutan de llorar en el cine, publica The Wall Street Journal.
Por Don Steinberg
Pronto se estrena Si decido quedarme, sobre una chelista adolescente que queda sumida en un coma después de un accidente de tránsito. En el hospital, Mia (Chloë Grace Moretz) recuerda por momentos cómo se enamoró de Adam (Jamie Blackley), un joven muy moderno pero con inclinación a decir cosas muy románticas.
En un momento, la tímida Mia va a una fiesta vestida al estilo punk con la esperanza de que Adam, que toca en una banda, la encuentre más atractiva. Es difícil no quedarse sin aire cuando el joven le dice que la ropa no importa: “¿No lo entiendes? Quien eres ahora es la misma de la que estaba enamorado ayer, la misma de la que estaré enamorado mañana”.
En los próximos meses, la pantalla grande ofrecerá más oportunidades de sacar el pañuelo. The Skeleton Twins, This is Where I Leave You y Men, Women & Children (aún no tienen títulos en español) se adentran en el campo de las relaciones entre padres e hijos, matrimonios en conflicto y hermanos peleados que intentan reconectarse.
A mediados de año, el público lloró a mares con Bajo la misma estrella, la historia de Hazel y Gus (Shailene Woodley y Ansel Elgort), un par de adolescentes con cáncer, que ha recaudado más de US$280 millones en la taquilla global. Es la cinta romántica para adolescentes más taquillera en EE.UU. que no incluye vampiros.
“La gente se me acerca en la calle y se pone a llorar”, dice Elgort. Después de Bajo la misma estrella, el actor de 20 años aparecerá en Men, Women & Children, donde interpretará a un adolescente ansioso.
A la audiencia le gustan las películas lacrimosas, pero ¿por qué? Las cintas de terror suelen tener la escena que hace “saltar del susto”. Los dramas trágicos también tienen sus detonantes, pero son más complejos, relacionados con la forma en que nos hacen sentir los personajes, con sus intentos torpes de conectarse unos con otros, su valentía y sus miedos, sus pesares y cargas no verbalizadas. Otros temas populares son la fe redimida, las luchas recompensadas y un amor correspondido.
Los cineastas dicen que no hay una fórmula certera para hacer llorar al público, pero ciertas técnicas ayudan. Y dado que la audiencia ya ha visto todo, la tarea se vuelve cada vez más difícil.
Algunos dramas realizados hace años o décadas siguen vigentes. Recuerde a Renée Zellweger interrumpiendo los intentos de reconciliación de Tom Cruise en Jerry Maguire diciendo: “Ya cállate, cállate. Me conquistaste al decir ‘hola'”.
La elaboración de una escena que apela a las emociones no se trata de “ponerle azúcar a la salsa. Se trata de cada ingrediente y decisión que se toma”, dice R.J. Cutler, quien dirigió Si decido quedarme. La película, al igual que Bajo la misma estrella, fue una adaptación de una novela para adultos jóvenes. Antes de empezar la filmación, Cutler dice que volvió a leer el libro para identificar los momentos que lo conmovieron e hizo una lista.
Una de esas escenas sucede cuando el abuelo de Mia, usualmente estoico y crítico, se desmorona junto a la cama de la joven en coma, diciendo cuán orgulloso está de ella. Funciona, dice Cutler, gracias a una mezcla de contexto de la historia, diálogo y el actor (Stacy Keach) seleccionado para el papel del abuelo. Todos esos factores ayudan a la audiencia a identificarse y sentirse conmovida.
Investigadores están aplicando la ciencia para responder preguntas sobre las películas que inducen el llanto. Uri Hasson, psicólogo de la Universidad de Princeton, quien acuñó el término “neurocinemática”, lideró un estudio en 2008 que usó un tipo de resonancia magnética para estudiar la actividad del cerebro mientras los participantes veían una película. Los investigadores usaron El bueno, el malo y el feo, no un drama exactamente, en su proyecto. Hasson y sus colegas identificaron actividad cerebral similar entre las personas que vieron la misma película y sugirieron que este tipo de investigación podría ser útil para la industria cinematográfica.
En laboratorios de investigación de las emociones, un pasaje que se ha vuelto estándar es la escena de la muerte en El campeón. Ricky Schroder llora inconsolable sobre el cuerpo de su padre, Jon Voight, sollozando: “¡Despierta, campeón!”. La audiencia también llora. La película ha sido citada en cientos de estudios científicos.
Los académicos también han estudiado la razón por la que algunas escenas dan en el blanco con las mujeres y otras afectan más a los hombres. En Sintonía de amor, Rita Wilson se pone sentimental al describir la cinta Algo para recordar, mientras que Tom Hanks responde que lloró al final de Los doce del patíbulo. Mary Beth Oliver, profesora de la Universidad Estatal de Pensilvania que ha estudiado dramas trágicos, les pidió a sus estudiantes que propusieran ideas de películas diseñadas para hacer llorar a los hombres. “Hubo muchas cosas relacionadas con padre e hijo”, dice. “Muchos atletas, muchas cintas de guerra”.
Cuando preguntaron qué películas los hicieron llorar, muchos hombres citaron representaciones de valor que triunfa contra las probabilidades y de afecto discreto, como en Rescatando al soldado Ryan. Las mujeres mencionan dramas de relaciones como Flores de acero o Cuando un hombre ama a una mujer, en la que Andy García trata de salvar su matrimonio con una Meg Ryan alcohólica.
Los hombres y las mujeres pueden llorar en partes diferentes de la misma película. En Gravedad, algunas mujeres reaccionan cuando Bullock, perdida en el espacio, habla sobre su hija que murió de pequeña. Los hombres pueden conmoverse más con el desenlace, cuando la astronauta, luego de sobrevivir su odisea, camina triunfante sobre tierra.
Un estudio de 2008 de la Universidad de Stanford encontró que pueden surgir emociones complejas cuando caemos en cuenta del paso del tiempo. Un ejemplo es Diario de una pasión, en la que Gena Rowlands, que padece demencia senil, escucha el relato sobre una pareja de amantes jóvenes de boca del ya mayor James Garner. Sólo por un instante, el personaje de Rowlands recuerda que la pareja del relato son ellos dos.
El estudio de Stanford hace énfasis en los “finales significativos”, la sensación de que una fase de la vida llega a su fin. Dichos momentos pueden salir de algo tan familiar como un padre bailando con su hija en su boda a la escena de En busca del destino cuando Ben Affleck va a recoger a su amigo Will (Matt Damon) y no lo encuentra. Al darse cuenta de que Will se ha marchado de su empobrecido barrio para buscar cosas más grandes y mejores, Affleck simplemente sonríe melancólicamente.
Tom Lutz, autor de Crying: The Natural and Cultural History of Tears (Algo como Llorar: la historia natural y cultural de las lágrimas), dice que algunas veces vemos personajes de películas comportándose en formas de ficción y sentimos que no podemos igualar eso en nuestras vidas reales.
“Miré cientos de estas películas tratando de descifrar dónde estaban los detonantes, qué era lo que nos hacía llorar”, dice. “Me empezó a parecer que eran los momentos de satisfacción perfecta con el personaje(…) Nadie es un hijo o esposo perfecto. Estos momentos (en las películas) son una combinación de aspiraciones, sensación de fracaso, sensación de imposibilidad, culpa. Esta increíble mezcla de emociones es despertada, y eso es lo que termina haciéndonos llorar”.