Entres las páginas de este libro surgen, en varias oportunidades, el recuerdo y la voz de Valentina Marulanda, colombiana singular.
Para Alfredo Chacón, propulsor del decir.
Presentado a finales del año pasado en Caracas, este libro recoge la vigorosa presencia de Colombia en Venezuela a través de los diálogos concertados y desplegados entre veinte personalidades colombianas insertas en la realidad venezolana y Faitha Nahmens, periodista medular en su trabajo de investigación, incisiva en las preguntas formuladas e ingeniosa en su manera de comprender y expresar a mujeres y hombres tan distintos. Colombia y Venezuela. 20 testimonios constituye un nuevo capítulo de la serie impulsada por la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana alrededor de la presencia de los llamados venezolanos del mundo, los venidos de otras tierras para sembrar y recoger cosechas con nosotros en estos suelos. Los testimonios de alemanes, argentinos, británicos, cubanos, curazoleños, españoles, franceses, italianos, libaneses, mexicanos y portugueses han ilustrado el valor de los inmigrantes en esta tierra abierta. Se han contemplado los chilenos y polacos, lo sé, pero aún no se han concretados. Los colombianos tardaron en llegar a esta colección pero eran inevitables. Y llegaron gracias a una coedición con la Fundación Cultural Colombo Venezolana, de la cual formo parte.
Como periodista Faitha Namens ha hecho de la semblanza y el perfil su género favorito.
Quienes no la conozcan se sorprenderán por su amplia y heterogénea trayectoria, siempre en el campo del periodismo y la escritura. Egresada de Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello, ha trabajado en varios medios impresos y radiales, pero sus textos en la revista Exceso, donde escribió por casi dos décadas, demostraron su talento en el género del perfil y de la semblanza, una suerte de marca propia como lo demuestra sin ambages en Colombia Venezuela. 20 testimonios.
Aunque adquirí el libro la noche de su presentación en El Buscón, en Caracas, postergué su lectura por múltiples razones. Siempre estaba allí, en la mesa de textos diversos, a la espera de una oportunidad. Lo ojeaba y hojeaba a ratos, descubriendo que conozco a más de la mitad de esas personalidades y que algunas se encuentran en el círculo de mis amistades. Lo curioso es que comencé a leerlo en Bogotá, hace poco, en estas noche frías que invitan a un trago cálido y una lectura sosegada, sin prisas, con ganas de entender. Creo que fue lo que mejor me pudo pasar. Tal vez en Caracas no lo habría apreciado como en esta sabana amable y generosa convertida en mi albergue profesional y afectivo.
Lo primero en llamar mi atención fue la mayoritaria presencia femenina en la selección: trece mujeres sobre siete hombres. Puede parecer un capricho de la autora, pero es un recurso válido. Esta veintena de personajes representan las mejores virtudes de la amplísima colonia colombiana, más allá de su género, raza, posición política o profesión. En estos textos se evidencia el trabajo, la actitud y la voluntad de contribuir a la construcción y desarrollo de Venezuela y es a la vez un homenaje a los cientos de miles de ciudadanos que cada día nos acompañan en las buenas y en las malas. Muchos de ellos llegaron seducidos por una realidad de bonanza hoy inexistente… y se han quedado. Comparten también la crisis de los últimos años, como cualquier venezolano más. He aquí sus protagonistas de acuerdo con el orden del libro.
El odontólogo. La primera figura que surge es el desaparecido Germán Salazar, “el odontólogo más mundano de Caracas”, un bon vivant en toda dimensión, gran conversador. Hablaron sobre vida universitaria, política colombiana, religión, lecturas y las grandes fiestas de una época ya ida.
El arquitecto. Carlos Celis Cepero, amigo de pintores, poetas y colegas de aquí y de allá, y colaborador de Carlos Raúl Villanueva en su proyecto más ambicioso, confiesa a la periodista los detalles de su trabajo en Venezuela y su orgullo por haber participado en programa de muy alto alcance.
La editora. La primera dama entrevistada es Soledad Mendoza. Proveniente de una familia de reconocida estirpe liberal, estuvo expuesta desde su niñez a las pasiones del periodismo. En 1950, tras la muerte de Gaitán, toda su familia se trasladó a Caracas. Hermana de Plinio Apuleyo Mendoza y Elvira Mendoza, periodistas de excepción, habla sobre su inserción en el ámbito editorial venezolano, sus vínculos políticos. sus amistades con García Márquez y Consalvi. El Nacional fue su casa periodística y la edición de libros de lujo sobre Venezuela su pasión.
La periodista. Unas páginas más allá aparece Mariahé Pabón, de larga experiencia vital y profesional, quien llegó a este país y se dejó deslumbrar por Caracas y prefirió borrar de su vida la violencia de la Colombia posterior al asesinato de Gaitán. Aquí ha hecho de todo. Ha escrito en los diarios La Esfera, El Mundo, Meridiano, El Nacional, El Universal, Notitarde, Así es la noticia y en las revistas Élite, Páginas y Resumen. Toda una institución profesional.
El artista. Los padres de José Campos Biscardi llegaron a San Cristóbal también huyendo de la violencia. En Venezuela se hizo pintor y al llegar a Caracas sería seducido por el Ávila, omnipresente en todas sus obras. Devino en el pintor del Waraina Repano en todo su verdor. Sería cuestión de tiempo llegar a sentirse caraqueño y fusionarse con la evolución de esta ciudad antaño deslumbrante y hoy tan castigada. Pero la sigue amando.
La enfermera. En cambio, Doris Parra no llegó escapando de la violencia sino atraída por lo que le contaban de estas tierras. Eso fue hace cuarenta y ocho años. Aquí se casó con un venezolano y desarrolló su carrera de enfermera, a la que se ha dedicado con vocación admirable. Un trabajo de todos los días en un país que aprendió a querer.
El empresario. Jaime Clavijo se convirtió en exitoso hombre de negocios después de probar estudios de leyes y economía en la Universidad Javeriana de Bogotá para luego cursar Administración. Llegó en 1966 gracias a un intercambio educativo y se sintió a gusto. Pero su residencia en Venezuela sería años más tarde como representante de Corona, una firma dedicada a la manufactura y la comercialización de piezas para salas de baño.
El emprendedor. Hermann Gómez se dedicó desde joven a iniciar proyectos poco convencionales, primero en Colombia y luego en Venezuela, a mediados de los años setenta. Con dedicación e ingenio construyó una trayectoria profesional sustentada en las nuevas tecnologías. Hoy se le aprecia como empresario y también como artista —o al revés— desde las trincheras múltiples de su firma Espacios Duales.
La filósofa. Valentina Marulanda se nos fue sin pedir permiso y quienes leíamos sus textos o escuchábamos su programa de radio quedamos huérfanos de su inteligencia y don de gente. Filósofa, melómana, hedonista, gastrónoma, periodista, son muchos los oficios que desempeñó antes y después de llegar a Venezuela, donde transcurrieron treinta años de su vida. Estuvo casada por muchos años con el poeta, docente y antropólogo Alfredo Chacón. Alcanzó a leer la entrevista que le hizo Faitha, quien mantuvo intacta la conversación, ahora que ya no puede releerla. Se las recomiendo de manera muy especial.
El todero. A Eduardo Carrillo la periodista lo bautizó así, el todero, porque este barranquillero dejó la costa para instalarse primero en Maracaibo y después en Caracas con un enorme entusiasmo para lograr casi cualquier cosa que se proponga. Ha desempeñado muchos y muy diversos oficios. Ha trabajado con Gilberto Correa y la gente de Venevisión pero también con poetas mayúsculos como Juan Sánchez Peláez y Rafael Cadenas y con la misma Valentina Marulanda. Esta especie dehandyman de notable fe religiosa no solo puede recordar su vida en el vientre materno sino que asegura haber regresado desde la muerte. Sorprendente.
La profesora universitaria. Sólo he hablado una vez con Marta De La Vega, una tarde en el hogar de Pompeyo Márquez. No sabía quién era ella pero de inmediato entendí que era una persona especial. Esta cartagenera emparentada por varias generaciones con el cuatro veces presidente de Colombia Rafael Núñez Moledo, ha entregado su vida a la academia, tanto en su tierra natal como en Francia y Venezuela, con especial énfasis en la filosofía, la política y el derecho. Llegó a Caracas de la mano de su esposo venezolano para extender toda su comprensión del debate intelectual.
La librera. Bogotana, internacionalista, librera y voluntariosa, Magdalena Herrera aterrizó en Caracas en los tiempos en que Venezuela era un mejor país, pujante y moderno. La violencia surgida a partir del asesinato de Gaitán en 1948 también marcó su visión de la realidad colombiana pero fue una década más tarde, en el albor de la democracia en nuestro país, cuando se incorporó a una vida venezolana que ha extendido su presencia hasta hoy, ya como especialista en comercio internacional y sobre todo como como capitana de la Librería Noctua, junto a su esposo Andrés Boersner.
La política. Rocío Guijarro es una de las pocas mujeres que ha tenido el coraje de declarar públicamente su condición de liberal en un país signado por la omnipresencia del Estado. Gerente general del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (Cedice Libertad), esta barranquillera llegó a Caracas a los seis años, no por razones económicas o políticas sino porque “en este caso privó el desencuentro entre mis padres”. Lo cierto es que se siente venezolana porque en en esta tierra creció, estudió, se casó, tuvo sus hijos y desarrolló su carrera profesional al frente de una institución de 25 años hoy reconocida internacionalmente.
La financista. Graduada en administración y finanzas de la bogotana Universidad Santo Tomás de Aquino, Marina Alarcón Guzmán llegó para encargarse de la dirección máxima del Banco Tequendama en Venezuela, en mejores tiempos de inversión. Esta tolimense de férrea disciplina ha plasmado su vida venezolana en el sector financiero: presidenta ejecutiva del Banco Nacional de Crédito, integrante de la Asociación Bancaria de Venezuela y de la Cámara Venezolano Colombiana y consultora externa del Banco del Caribe, antes de dedicarse a su actividad actual como asesora financiera. Su adaptación al nuevo país fue gradual y hoy vive entre ambas naciones.
La benefactora. Diplomática de profesión, Mabel Cartagena ha desarrollado durante tres décadas su vocación de servicio al prójimo —colombiano y venezolano— de una manera no oficial, pero ahora es la vicecónsul social de Colombia en Venezuela. Se ha dedicado a ayudar a sus connacionales en situaciones críticas, sobre todo en las trece cárceles de la jurisdicción de Caracas de hace unos años. Sus múltiples historias hablan de la defensa de los derechos humanos.
La Miss Venezuela. Caso curioso, Maritza Pineda Montoya fue nuestra reina de belleza en 1075, a pesar de haber nacido en Bogotá dieciocho años antes. Representó a su país adoptivo con un claro sentido de pertenencia y hoy se declara más venezolana que colombiana. Rememora cuando fue criticada por su condición original, argumenta que lo mismo debió haber pasado con María Antonieta Cámpoli —nacida en Italia— y María Conchita Alonso —de Cienfuegos, Cuba— y concluye que eran otros tiempos en las relaciones entre ambos países.
El músico. Aventurero sin límites, productor discográfico exitoso y viajero ya sosegado, Ezequiel Serrano realizó un largo periplo por Bucaramanga, Acapulco y Ciudad de México hasta quedarse en Venezuela, país al que se integró con mucha facilidad en los años setenta, la época de la experimentación de Vitas Brenner, del primer Frank Quintero, de su hermano Álvaro Serrano y del recordado grupo La Ofrenda. Luego vendrían los grandes ochenta,cuando se consolidó una nueva generación de cantantes y compositores venezolanos: Yordano Di Marzo, Ilan Chester, Colina, Sergio Pérez, la Sección Rítmica de Caracas y Luz Marina, quienes estaban con Sonográfica o SonoRodven. Serrano estuvo detrás de ese fenómeno y se mantiene al frente de los nuevos movimientos.
La productora artística. Un caso especial lo constituye Karina Gómez. Abogada, actriz, modelo, participante del Miss Colombia, presentadora de televisión y, muy especialmente, exitosa promotora del cine venezolano y del colombiano, nació en San Juan de Pasto, en el departamento de Nariño. Casi por azar vino a actuar en la televisión venezolana y aquí se casó con el cineasta Leonardo Henríquez. Hace diez años rescató aquel Festival de Cine Nacional de Mérida que en los años ochenta organizaba la Universidad de Los Andes, ULA, y lo convirtió en el Festival del Cine Venezolano, organizado por la Fundación para el Desarrollo de las Artes y la Cultura, Fundearc, que ella misma preside, con el apoyo esencial de la ULA. Una década de esfuerzo productivo ha construido una referencia en la producción nacional. Por añadidura, desde hace tres años organiza el Festival Binacional de Cine Colombia Venezuela, entre Cúcuta y San Cristóbal, también bajo la organización de Fundearc y con las autoridades culturales de ambo países. Una mujer exitosa que ahora abre nuevos caminos.
La diplomática. De padre alemán y madre colombiana, Mónica Rug nació en Medellí y vivió en Bogotá desde los dos años y tiempo después comenzó a estudiar arquitectura para luego cambiarse a ciencias políticas. Una mesa de negociación sobre los temas limítrofes entre Colombia y Venezuela fue la que unió con el diplomático venezolano Leandro Área, con quien se casó tras vencer los prejuicios geopolíticos de ambas partes. Se vinculó con la intelectualidad caraqueña y desarrolló una vida dedicada a construir una mejor relación entre dos países hermanos.
La concertista. Claudia Calderón Sáenz viene de Palmira, en el valle del Cauca, sobre el Pacífico, del seno de una familia muy particular. Pianista, docente, investigadora, promotora cultural. Llegó a Venezuela desde Francia, donde estudiaba, con el compositor y violonchelista venezolano Paul Desenne en 1987. En Venezuela ha desarrollado una intensa labor cultural pero un nuevo proyecto lalleba nuevamente a su patria original. A partir del El Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, ella impulsa la Orquesta Juvenil de Villa de Leyva, una experiencia innovadora que pretende reproducir los mejor del sistema venezolano. Lo más importante para ella es que no pretende renunciar a nada y busca tenerlo todo a un lado y otro de la frontera.
Al concluir la lectura de Colombia Venezuela 20 testimonios me asalta un hallazgo importante. Varios de los entrevistados confiesan que ellos o sus padres vinieron a Venezuela para escapar de la violencia política desatada a raíz del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Recuerdo que fue la misma razón por la que mi madre, nacida en el Huila y de vocación liberal, viniera a Venezuela en esa época. De tal forma que este tema formaba parte de cualquier conversación familiar. Pero ahora los venezolanos emigran a Colombia tratando de huir de la violencia criminal y otros males que hoy azotan al país sometido por un régimen atrasado. Es decir, en tiempos distintos, colombianos y venezolanos han emigrados impulsados por la violencia. Tal vez, en unos años, alguien escriba un libro similar desde la perspectiva colombiana.
COLOMBIA Y VENEZUELA. 20 TESTIMONIOS. Faitha Namens. Fotografías de Susana Soto Garrido y Daniel Boersner. Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana y Fundación Cultural Colombo Venezolana, Caracas, 2013.
Publicado originalmente en Ideas de Babel