«El problema de la conquista y defensa del Estado
no es un problema político,sino un problema técnico»,
Curzio Malaparte.
Durante más de quince años Venezuela ha permanecido en un largo ocaso. Las tinieblas que ha gestado el comunismo, en torno a ella, la han sumergido en una oscuridad que parece interminable. Nuestro país ha recibido el mayor agravio que se haya cometido en su contra, siendo obligado a atravesar una colosal crisis económica, financiera, social, alimentaria, energética, penitenciaria, educativa, cultural, etc. ¡La más grande que ha presenciado nuestra historia!
La Nación venezolana ha sido forzada a hincar las rodillas, a arrastrarse por los suelos, a vivir en sumisión y agonía.
Su soberanía e independencia han sido mancilladas por los comunistas, que, desde el poder, han decidido hacerle la peor de las afrentas. No son pocos los golpes que el comunismo le ha asestado a Venezuela; hoy, el peligro rojo amenaza con la destrucción total del país y la de sus ciudadanos. Estas circunstancias, aparentemente, han generado en nuestro territorio todas las condiciones necesarias para que se produzca una acción institucional, por parte de la Fuerza Armada, para restablecer la legalidad. A pesar de ello, dicha acción no ha ocurrido; y algunos podrían preguntarse: ¿por qué no se ha producido la toma repentina del poder político, para restablecer el orden?
Antes, se creía que el obrar en esa dirección guardaba un estrecho vínculo con la situación general del país en el cual se llevaba a cabo tal acción; se pensaba que ésta sólo podía ocurrir en aquellos lugares en estado de crisis aguda, donde los problemas políticos, sociales y/o económicos generaban de alguna manera su advenimiento. Pero el siglo XX trajo consigo una serie de experiencias insurreccionales, que se distanciaban de la visión tradicional de una toma del poder de facto (aquella según la cual un golpe sólo es ejecutado Manu militari; atacando de manera directa al poder central, el cual se defendía del ataque a través de sistemas policiales tradicionales). Las nuevas prácticas demostraron, por primera vez, que la conquista del poder político, de manera repentina, poco -o nada- tiene que ver con el estado de las cosas en el cual se halle un territorio, en el momento de una acción que busque hacerse repentinamente con el poder.
Tal como lo expone Curzio Malaparte1, la táctica insurreccional del golpe de Estado no depende más que de la técnica empleada para su ejecución. Para el autor italiano, la sublevación perfecta se logra a partir de la ocupación de las vías de comunicación, las centrales telefónicas, las plantas energéticas, las carreteras, los ferrocarriles, los puentes, los caminos y todo lugar o emplazamiento que sirva de nervio al gobierno central; y a través de labores y maniobras invisibles, en las cuales lo más importante es la infiltración de pequeños grupos -instruidos en la táctica insurreccional- en los lugares correctos y en el momento adecuado.
La historia del siglo XX es la mejor prueba de que un alzamiento no depende necesariamente de una insoportable situación de crisis; es más bien algo técnico. Por ejemplo, en 1920, Polonia se encontraba quizás en su peor estado. Reunía aquel país todas las condiciones socioeconómicas para un golpe de Estado, e incluso el cuerpo diplomático fue trasladado a la ciudad de Posen -apartada de la capital-, en espera de que sucediese el asalto final. Sin embargo, la presencia del ejército de Trotsky en las puertas de Varsovia, además del desorden y la crisis que asolaban a Polonia, no fueron suficientes para la realización de un golpe2.
Aunque nuestra situación actual difiera de aquella en la que se encontraba la Polonia deentreguerras, existe cierta similitud entre aquél caso y el caso venezolano, pues, independientemente de la condición en la que se halle un país, ello no asegura un alzamiento en armas. De la misma manera, no ha sucedido un episodio de esa naturaleza -recientemente- en Cuba, Nicaragua, Corea del Norte… o en cualquier otro territorio donde las crisis económicas o sociales parecieran ser propicias para dichas acciones insurreccionales. Esto no quiere decir, claro está, que no puedan producirse en estos países algunos intentos, por parte de ciertos grupos, para tomar el poder; lo que se trata de evidenciar aquí, es que la paupérrima situación de tales lugares podría no ser suficiente para la ejecución de un golpe. Y es que los golpes de Estado pueden ocurrir también en países que gozan de excelentes condiciones societales.
Podría pensarse que en nuestro país existen hoy todas las condiciones necesarias y suficientes como para justificar un golpe de Estado, sin embargo, esto no significa que una insurrección vaya a concretarse. El país ha vivido quince años en constante debacle, y aún no se ha producido siquiera un verdadero intento de golpe. La hecatombe del país puede conducir a ciertos grupos y a hombres voluntariosos a actuar en ese sentido, nada más; y aún así, el aspecto técnico de la ejecución -su piedra angular- podría fallar, sin importar los catalizadores externos del fenómeno insurreccional. Las circunstancias societales favorables para el asalto al poder evidentemente existen y se van a agravar. Lo que no existe, todavía, es la voluntad de restablecer el hilo constitucional, con una insurrección basada en la técnica y en motivaciones honorables, más que en condiciones exógenas favorables para la acción, como las sociales o económicas.
Notas:
1 Curzio Malaparte: Técnicas del golpe de Estado
2 Ibídem