San Juan Pablo II fue muy insistente exhortando a la humanidad en la búsqueda de la verdad. En cada ocasión nos recordaba que en la búsqueda de la verdad está la paz y la justicia. Con esta búsqueda de la verdad, yo he cometido muchos errores. Uno de ellos es la tendencia a confundir la verdad con la sinceridad. Creer que decir lo que siento o pienso es una forma de practicar la verdad…, y vaya que si me ha traído problemas esa especie de compulsión.
Estos días han sido muy tormentosos para el país; el crimen aborrecible del joven diputado Robert Serrá golpeo fuerte. La balacera de Quinta Crespo. Por supuesto que en la oposición no podíamos sentir simpatía por Robert; diputado “pico e plata”, de verbo incisivo; pero eso no es ni puede ser razón para desearle mal a nadie. La muerte de Robert conmocionó al país, y cuando me refiero al país lo hago sin distingos políticos. Lamentablemente ese asesinato ha sido un disparador de la crispación política. Acusaciones, suposiciones y señalamientos van subiéndole el volumen al rencor llevándonos por una escalada crispante peligrosísima.
El dolor de los padres, familiares, amigos y compañeros de partido de Robert merece el respeto de todos. Pero creo que ese crimen, lejos de dividirnos más, debería ser una razón para unirnos a todos exigiendo justicia. En el CICPC tenemos policías de primer nivel, que si reciben apoyo y no presión, estoy seguro que encontraran a los culpables y el verdadero móvil del crimen.
Tensionar al extremo las diferencias políticas mientras el pueblo humilde soporta estoico tantos problemas, es una irresponsabilidad imperdonable que nos puede llevar a una catástrofe social de la que nadie saldría ganador.
En este alarmante contexto renuncia a Copei el Dr. Eduardo Fernández; argumentando unas declaraciones en donde yo exigí a nuestros líderes fundamentales definir si nos iban a ayudar en el trabajo que hacemos desde Copei por el país. Esa solicitud no fue un arrebato personal sino la expresión de una interrogante mayoritaria en la dirigencia de Copei. Por eso mantengo esa exigencia, lo que tengo que lamentar es la forma como lo hice y por eso pido perdón. Estoy convencido de que en la práctica esa renuncia obedece a la necesidad de Eduardo de poder trabajar por el país sin las llamadas limitaciones que impone la disciplina partidista. Mi predecesor en la presidencia de Copei utilizó en público expresiones irrepetibles hacia Eduardo, tan graves que no dudo merecían una acción penal; a pesar de ello Eduardo no renunció al partido. Ahora, por expresiones de muchísimo menor calibre si lo hace. Eduardo es un gran venezolano y mejor ser humano. Lo conozco. Le pido al país que lo escuchen, y le presten atención. En este momento su condición de independiente, su estatura moral y su jerarquía política pueden ser muy útiles a los venezolanos para construir un mejor clima de convivencia.
Mi generación política está sometida a grandes presiones; debemos actuar con grandeza. Pedir perdón y perdonarnos sin complejos para poder plantar la bandera de la reconciliación en Venezuela. En esta Venezuela convulsionada tenemos que “saber escuchar el sonido de la brisa” como me dijo Carmen, ese hermoso angelito que me envió Dios en medio del torbellino. Gracias Carmen