Como quien deja en la alfombra el juguete de un niño gigante, los oficiales han dejado el helicóptero al alcance de la chica que viene hacia ellos alargando sus pasos sobre la pista de aterrizaje. Ella se detiene ante los uniformados nerviosos y rígidos, junta las piernas con fuerza en un gesto cómplice, les da la mano falsamente seria y de un salto se mete en la nave. Como cualquier persona engañosamente pequeña que ejerce alguna autoridad, Nadine Heredia cuestiona la estética del poder desde los márgenes.
Días antes de subirse al helicóptero, Nadine cruzaba con el mismo dinamismo la puerta de una conocida cafetería. Todo en ella es vibración, actividad, discurso. Por eso extraña oírla decir que últimamente anda en modo “perfil bajo”. “Estoy retirada en mis aposentos”, dice sentada en un rincón de nuestra mesa y mirando fijamente el queso frito. La gente se vuelve al verla llegar sin escolta y colocar su humeante blackberry como un arma letal a la derecha de su mano. A los pocos minutos ya hay un paparazi fotografiándola desde la calle. “¿Quién es ese?”, exclama ella con sonrisa ratonil. “Ya nos han visto”.
¿Quién es Nadine Heredia? Es la primera dama de Perú, una nación que es pieza clave en la reconfiguración política y económica de América Latina, un espacio político que funciona como bisagra entre la economía liberal y el discurso “social”, entre Santiago de Chile y Caracas. Y es también la persona más poderosa del país, según las últimas encuestas: Nadine está unos puntos por encima de su propio marido, el presidente Ollanta Humala, un exmilitar que se levantó contra la dictadura de Fujimori y que para ser elegido constitucionalmente años después tuvo que firmar un acta de juramento en defensa de la democracia, que ha cumplido hasta ahora. Humala llegó en pleno “milagro económico” –durante sus dos primeros años de Gobierno la economía creció un 6,3% y un 5,9%, respectivamente–, pero se enfrenta ahora a una primera desaceleración.
Antes de dejar el cargo, el expresidente Alan García eliminó el despacho de la primera dama. Humala promulgó un decreto ley para que dentro del despacho presidencial haya un espacio para Nadine Heredia y su equipo, en el ala Este del Palacio de Gobierno de Lima. En una entrevista, poco después de ganar las elecciones, una periodista le preguntó al presidente Humala si Nadine tendría un cargo y un despacho con presupuesto propio. “Ella tiene un cargo y un despacho con presupuesto propio”, contestó: “Madre de familia, con presupuesto para su hogar y un despacho en Fernando Castrat, 195, Chama, Surco, nuestra casa. Y en su tiempo libre nos ayudará en los temas sociales”. Nadie, ni siquiera Humala, siendo absolutamente sinceros, se creyó esa declaración.
La primera dama del siglo XXI es confidente, asesora, colaboradora, apoyo y cable a tierra del presidente. Es también coach, relaciones públicas, presidenta del partido de Gobierno y cómplice en la idea casi romántica de que este ejecutivo pase a la historia por sus reformas. “Todos los días hablan de mí. Si puedo hacer las cosas con perfil bajo lo hago, pero aun cuando no hago nada, no digo nada, todos los días hablan de mí”, dice con una taza de café en la mano, antes de ser interrumpida por una mujer que le pide un selfie.
Nadine Heredia reúne cualidades suficientes para alimentar por sí sola el culebrón de la política nacional. El último año ha sido durísimo. “Mi problema es que soy franca”, dice. YouTube está plagado de una serie de equívocos protocolares que no han hecho más que alimentar el recelo de muchos: vídeos de Nadine colocándose siempre a la derecha del presidente de Perú (el protocolo manda que sea el jefe de Estado el que vaya a la derecha), vídeos de Nadine hablando de “sus” ministros, vídeos de Nadine dando órdenes, pidiendo silencio. En contraparte, la imagen del presidente ha sido la de un marido apocado ante una esposa con carácter.
Hace unos meses, el ex primer ministro de Perú César Villanueva declaró haber renunciado a su cargo por la intromisión de Nadine Heredia. Hoy, se reafirma en su denuncia y añade: “La intención de colaborar con el presidente es natural en Nadine, pero hay que diferenciar su papel como primera dama de su trabajo como presidenta del Partido Nacionalista. Si no no se sabe dónde empieza uno y dónde acaba el otro. En Nadine hubo y hay ansiedad política”.
Para Juan Jiménez Mayor, otro ex primer ministro de Humala, todo tiene que ver con una campaña contra el Gobierno: “Lo de Nadine es una de esas formas que usan los adversarios para apuntar directamente a Humala y afectarlo en su conexión con la gente, usando las fibras del machismo más retrógrado”.
¿En qué espejo se mira Nadine Heredia? Una de las líderes de la oposición, la conservadora Lourdes Flores Nano, alertaba en su momento “de esta suerte de posible kirchnerismo, de primero estoy yo, después vienes tú, y ya nos acomodamos. Hay una sensación de que esta pareja es la que va a conducir el Perú”. Los casos más visibles de “parejas políticas” en el continente son, en efecto, el de los Clinton en Estados Unidos y el de los Kirchner en Argentina. La diferencia es que tanto Hillary como Cristina forjaron una carrera política propia antes de llegar al poder como consortes, mientras que Heredia carecía completamente de experiencia política hasta que en 1996 conoció a su marido. Para Fernando Rospigliosi, exministro del expresidente Alejandro Toledo, los Humala intentaron el esquema Chávez, pero como Ollanta no es un líder carismático, terminaron apostando por el de los Kirchner. “Néstor era mejor que Cristina, pero en este caso Nadine es más capaz que Ollanta, sin ser una luminaria como ella se cree. Por eso ha tenido un papel preponderante en el Gobierno”. Nadine Heredia ha sido clave en este giro del socialismo filochavista al pragmatismo liberal.
“Cuando Ollanta llegó a la presidencia”, dice ella casi susurrando, “no pensé en cómo ser una buena, bonita primera dama, sino en cómo iba a ayudarlo a cumplir con sus objetivos. Me puse a trabajar para visibilizar las cosas que él estaba haciendo bien”.
No todos leen sus labios desde la sospecha. El periodista Gustavo Gorriti, expresidente del Instituto Prensa y Sociedad, cree que la influencia de Nadine es positiva. “¿Es malo que la esposa de un presidente tenga influencia sobre él? No necesariamente. Todo presidente está rodeado por asesores y algunos de ellos pueden llegar a tener una extraordinaria influencia sobre sus decisiones. Hay ocasiones en las que la esposa es precisamente la asesora de mayor confianza”. Pero a Nadine Heredia no parece satisfacerle el simple papel de consejera de su marido.
La suya es más bien una carrera de fondo contra el modelo tradicional de primera dama, un título con el que, por otro lado, nunca estuvo de acuerdo. “Yo siempre quise ser llamada primera servidora, pero es difícil cambiar una idea una vez que está internalizada”. Se trata, pues, de reinventar un concepto y con ello, quizás, una idiosincrasia. A veces, para cambiarlo todo, hay que empezar por cambiar a un solo hombre, aunque este sea el presidente de la República.
¿Cómo se fabrica una primera dama del siglo XXI? Responde el publicista y escritor Gustavo Rodríguez: “Para naciones con raigambre machista, pero en las que la mujer ha alcanzado espacios que no tenía hace 40 años, es importante apuntar a ser más Michelle Obama que Hillary Clinton: la fantasía de mujer empoderada, pero que no corre el riesgo excesivo de hacerle sombra al esposo. El drama y el triunfo de Nadine Heredia es justamente que es una mujer con mayor manejo político que Humala y, en ese combo 2×1, mientras más ganadora se muestre más suspicacias levanta”. En este escenario no es difícil aventurar un resumen que escuece a la clase política local: Nadine se sueña Bachelet, intenta comportarse como una Michelle andina, pero actúa como Clinton.
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