María Corina Machado (Caracas, 1967) es la bestia negra de chavismo desde hace una década, cuando emergió a la vida pública venezolana como representante de Súmate, una organización que asumió la tarea de fiscalizar al poder electoral. Desde entonces le ha pasado de todo. En estos años, dicen algunos analistas, no ha habido una personalidad política venezolana que haya sido víctima de una campaña más despiadada. Hace diez días le imputaron el delito de conspiración en una supuesta trama de magnicidio en contra del presidente Nicolás Maduro. Esta acusación llega en medio del descontento de los venezolanos con su penosa situación económica y con una oposición arrinconada y sin iniciativas para capitalizar este descontento.
Pregunta. Hay venezolanos que consideran que el poder judicial es un apéndice del Ejecutivo y que si usted no está detenida es porque el Gobierno no lo ha querido.
Respuesta. Nadie en Venezuela desconoce la naturaleza del poder judicial.
P. ¿De quién depende entonces su prisión? ¿De una decisión de Maduro o de Diosdado Cabello, número dos del Gobierno?
R. Lo importante es qué estamos dispuestos a hacer nosotros. Mis hijos me preguntaban lo mismo el día que llegó el Sebin (la policía política) con la citación judicial. Mi respuesta no será huir, ni claudicar, sino enfrentar esta infamia con la verdad. ¿Hasta dónde pueden llegar? Hasta donde los dejemos.
P. El Senado de Estados Unidos ha aprobado ampliar las sanciones contra funcionarios venezolanos que participaron en la represión de las protestas entre febrero y junio de este año. Esta decisión llega después de conocerse su imputación. ¿Usted, una de las líderes de ese movimiento que tomó las calles para exigir el cese del presidente, ve alguna relación entre un hecho y otro?
R. Esta decisión del Senado también llega después de que el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas publicara un informe demoledor contra el Gobierno del señor Maduro. No hay precedentes en nuestra historia de violaciones masivas y continuas a los derechos humanos como las ocurridas entre febrero y junio. Esto recuerda que los crímenes de esta naturaleza tienen consecuencias globales. En Estados Unidos coincide, además, con el informe del Senado sobre los métodos crueles empleados por la CIA para obtener información después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Esto nos llama a la conciencia. Porque una democracia que tiene capacidad de cuestionarse para corregirse tiene autoridad para denunciar violaciones a los derechos humanos de regímenes opresores. Y obviamente esto hay que ponerlo dentro del contexto de lo que ha ocurrido en Venezuela este año. La respuesta brutal del régimen a la expresión democrática y cívica de febrero no puede ser pasada por alto. A los venezolanos se nos han cerrado las vías institucionales para ejercer nuestros derechos y se están extinguiendo los mecanismos de comunicación para denunciar estos abusos. La protesta es un derecho avalado en la Constitución venezolana. Esa respuesta desproporcionada a esas manifestaciones ha puesto en evidencia su verdadera naturaleza: un régimen capaz de todo, sin escrúpulo alguno con tal de mantenerse en el poder.
P. Maduro ha reaccionado a este anuncio con una respuesta que recordó mucho a lo que hacía su antecesor, Hugo Chávez, quien en situaciones similares apelaba al fervor nacionalista. ¿Cómo cree que ha caído esa decisión dentro del Gobierno?
R. Ha quedado muy claro que no se han ampliado las sanciones contra el país, sino contra funcionarios del Gobierno. Dentro del régimen esto ha hecho más evidente la presencia de facciones internas en pugna para preservar el acceso a los recursos de la nación.
P. El Gobierno lleva un mal año, en lo económico con la caída de los precios del petróleo y en lo político, con el desplome de la popularidad del presidente Maduro. Pero queda la duda de si la oposición está capitalizando esta situación.
R. Yo no veo evidencia alguna de que la oposición no haya salido fortalecida de todo este proceso. Al contrario. Los propios estudios de opinión, incluso de aquellas empresas cercanas al Gobierno, así lo demuestran. El apoyo que heredó Maduro se ha esfumado y no solo es consecuencia de la debacle económica que ellos provocaron. En buena medida es consecuencia de cómo la oposición ha canalizado las aspiraciones de quienes quieren un cambio en Venezuela.