El camarada Eliecer Thomas Tapia también fue sancionado. Su sanción consistió en quedarse sin casa porque los constructores del urbanismo gubernamental “Ciudad Belén”, en Guarenas, Miranda, abrieron unos diques en los que represaban aguas de varias quebradas. Al abrir los diques el agua enfurecida bajó por los zanjones y arrasó varias viviendas en el sector Tocorón (parte alta), entre ellas la humilde casita donde Eliecer vivía con su familia. “Nos prometieron una vivienda, pero no me cumplieron”. En vez de reponer su vivienda, el gobierno lo mando al refugio Las Cabañas, de donde salió espantado: “Yo tengo una hija, que aquel momento tenía 16 años, no podía estar en un refugio con gente extraña, expuesto a que le pasara algo a mi muchacha”. De allí se fue arrimado con una familia amiga, situación que la burocracia oficial llama “refugio solidario”. Allí estaba cuando nos contó, con rabia: “Soy un revolucionario, estoy con el proceso, yo le maneje a mi Comandante las Mesas Técnicas de Empleo del Metro Caracas-Guarenas, y ni por eso fui tomado en cuenta. Somos revolucionarios y a los revolucionarios no nos están tomando en cuenta”.
El camarada Alejandro Caraballo también fue sancionado. Su sanción consistió en quedarse a la intemperie durante años. El gobierno le tumbó el rancho, allá en el Barrio Santa Eduvigis, Parroquia Urimare, Estado Vargas, con la promesa de que en tres meses le entregarían su vivienda. Cinco años después conversó con nosotros: “Soy revolucionario, inscrito en el PSUV. Después que me tumbaron el rancho pase mucho tiempo pagando alquiler, y luego tuve que mudarme a una casa prestada. Cada vez que el presidente va al aeropuerto sale por la Rampa 4 de Maiquetia. Ojalá levantara la vista, porque exactamente al frente de la Rampa 4 está Santa Eduvigis, y podría ver toda esta desidia, toda esta miseria”.
Los camaradas Raúl, Eliecer y Alejandro fueron sancionados, pero no por el Senado Norteamericano. Su delito no consistió en ser corruptos, o en ser violadores de los derechos humanos. A ellos quien los sancionó fue el Gobierno venezolano, el gobierno pesuvista, y su único delito, su única culpa, fue la de ser pobres. Estos testimonios son del tiempo en que ellos y otros millones de chavistas decían “mi Comandante es bueno, mi Presidente tiene buen corazón, pero está mal rodeado por unos tipos que le ocultan la verdad”. Hoy la situación es mucho peor, porque los “tipos” que “mal rodeaban” al Presidente Chávez ahora tienen en sus manos directamente el poder, y en la actualidad en vez de ignorar a los chavistas del pueblo los agreden. El Diosdado-Madurismo en el poder no se limita a incumplir los compromisos con su propia base militante. Ahora las cúpulas podridas “sancionan” con mucha más saña a los chavistas del pueblo, los persiguen, los agreden con gas lacrimógeno y con perdigones, los ponen presos y los someten a tortuosos e injustos procesos judiciales.
En efecto, la camarada Massiel Pacheco (una chavista de 21 años de edad, habitante del Barrio Villa Zoyla, vendedora ambulante de arepas frente al Parque del Este) fue cruelmente sancionada: detenida por la Guardia Nacional y la “Milicia Bolivariana” el 2 de abril de este año, acusada de “terrorista” por el Ministro de Relaciones Interiores en televisión nacional, presa desde el 11 de abril en la Cárcel de Mujeres de los Teques, fue obligada a destetar a su bebé antes de tiempo pues no podía amamantarlo en prisión. Aunque ya está en libertad, aun espera una disculpa.
Los camaradas Rederick Leyba, Legnys Quijada y Heberto Bastardo, trabajadores de SIDOR, chavistas y militantes del Movimiento Revolucionario Orinoco, también han sido sancionados con saña: Fueron detenidos por el SEBIN el pasado 19 de septiembre, en el marco de las protestas obreras contra el contrato colectivo impuesto ilegalmente a los trabajadores. En la actualidad sus compañeros de trabajo recogen un diezmo en el Portón 3 de SIDOR para alimentar a sus familias, pagar sus abogados y colaborar con el Niño Jesús…
Como Massiel, como los tres sidoristas presos, son numerosos los chavistas de base que han sido víctimas de las “sanciones” impuestas en meses recientes por el Diosdado-Madurismo: En Guayana tras las amenazas vinieron las tanquetas; En Lara la dirección sindical revolucionaria que libremente se dieron los trabajadores cementeros fue desconocida por la burocracia de MinTrabajo; Trabajadores chavistas de la Corporación de Servicios del Distrito Capital han sido amenazados de muerte por sus patrones pesuvistas, mientras que en Guanta y Puerto Cabello el gas lacrimógeno fue la respuesta a los reclamos de los trabajadores de Bolivariana de Puertos…
Esos chavistas del pueblo, sancionados por el gobierno de la boliburguesía, no generan preocupación ni solidaridad en el Diosdado-Madurismo: Ellos están preocupados es por los sujetos que están “full de billetes verdes”, que tienen tantos dólares que optaron por depositarlos en bancos “del imperio” y que han comprado mansiones y empresas en “el imperio”, y que ahora están angustiados porque el Senado de ese país los amenaza con sancionarlos si están incursos en violaciones de los derechos humanos. Ni Maduro ni Diosdado hicieron nada nunca en solidaridad con Raúl, con Eliecer, con Alejandro o con Massiel, pero ante la posibilidad de “sanciones” a los boliburgueses si reaccionaron, convocando a una “marcha” de la nómina de los ministerios, para que los chavistas pobres marchen en defensa de los diosdado-maduristas ricos así hayan perpetrado violaciones a los Derechos Humanos. Aunque lo parezca, esto no es un chiste: Es una tragedia, es la quiebra moral de un proyecto político que nació hablando de redimir a los pobres y que ahora los “moviliza” a juro para defender las riquezas mal habidas de los cazadores de renta.
La más dura sanción que recibirá el Diosdado-Madurismo se la dará el pueblo unido. De esa sanción si es verdad que no los salva nadie, aunque nombren a Maradona presidente del CNE. Hagan lo que hagan, este pueblo unido, los que siempre nos hemos opuesto al ladronaje y los chavistas de base indignados, les pasaremos por encima, a punta de lucha y a punta de votos. ¡Palante!