La matanza de 132 estudiantes en una escuela de Pakistán ha colocado al Gobierno de Nawaz Sharif en una encrucijada y la necesidad de replantear su política hacia grupos insurgentes, tras años de acusaciones y llamamientos de países como Estados Unidos e India para que actuara contra ellos.
El asalto a la escuela gestionada por el Ejército puede quedar en el imaginario colectivo de los paquistaníes como una tragedia similar al 11-S estadounidense o al 11-M español y marca un nuevo umbral de brutalidad por parte del principal grupo talibán paquistaní, el Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), en un país acostumbrado a la violencia.
El TTP es un paraguas de varios grupos tribales creado en 2007 que buscan imponer un estado islámico y es aliado de los talibanes afganos, a cuyo líder, el mulá Omar, guardan lealtad.
Hace dos años dispararon a la joven Malala por su defensa de la educación femenina, una acción organizada por quien sería nombrado líder del TTP un año después, el mulá Fazlulá, quien tiene reputación de duro.
La masacre del martes fue una venganza a la operación militar que el Ejército ha lanzado en Waziristán del Norte y Khyber, que ha causado la muerte de unos 1.200 insurgentes y que llegó tras unas negociaciones fallidas con el Gobierno para poner fin a un conflicto que ha causado unos 2.000 muertos anuales en los últimos tiempos.
Las primeras reacciones del primer ministro, Nawaz Sharif, tras el asalto el martes, fueron poner fin a la moratoria sobre la pena de muerte para casos de terrorismo y reafirmar su determinación en la guerra contra los talibanes, sin distinguir entre “talibanes buenos y malos” hasta que “el último terrorista sea eliminado”.
Durante años, Estados Unidos ha reprochado al país asiático su supuesto apoyo a “talibanes buenos”, aquellos que no suponen una amenaza para Pakistán como la red Haqqani o los propios talibanes afganos y que sí lo son para las tropas de la OTAN en Afganistán.
“No puedes tener serpientes en tu patio trasero y esperar que solo muerdan a tus vecinos”, afirmó Hilary Clinton en Pakistán en 2011 cuando ocupaba el puesto de secretaria de Estado de Estados Unidos.
Analistas como el periodista Zahid Hussain o el exembajador pakistaní Husain Haqqani creen que la obsesión de Islamabad con la India, país con el que ha librado tres guerras, y la intención de colocar a un Gobierno amigo en Afganistán han llevado al todopoderoso Ejército de Pakistán y a los servicios de inteligencia a usar a grupos insurgentes como instrumento de política exterior.
“Esta política de usar milicias islámicas como luchadores para representar los intereses regionales de Pakistán era jugar con fuego”, escribió Hussain en su libro “The Scorpion’s Tail (La cola de escorpión)”.
El fin de la diferenciación anunciado por Sharif entre insurgentes buenos y malos podría suponer un antes y un después en la guerra que Pakistán libra y poner fin a una política que dura casi 35 años, cuando se comenzó a utilizar el islam como pegamento del país tras la pérdida de Bangladesh.
Algunos de los grupos insurgentes, como la red Haqqani, fueron creados en la guerra contra los soviéticos en Afganistán en los 80, en una operación financiada por Estados Unidos y Arabia Saudí y organizada por Pakistán.
Tras el fin de ese conflicto, el aparato de seguridad paquistaní dirigió su mirada a Cachemira, región disputada por la India y Pakistán desde 1947, y financió a grupos terroristas como Lashkar-e-Toiba (LET), de acuerdo con Husain Haqqani en su libro “Between Mosque and Military.
En 2008, LET perpetró un sangriento ataque en Bombay, capital financiera india, con asaltos a dos hoteles de lujo, un restaurante, un centro judío y una estación de autobuses que causó la muerte de 166 personas.
El modus operandi de ese ataque y el de la escuela de Peshawar fueron similares: un grupo de atacantes suicidas fuertemente armados con fusiles y granadas con la intención de matar al mayor número posible de personas.
Los analistas paquistaníes creen que si se deja el espacio para la existencia de “talibanes buenos” es inevitable que surjan “talibanes malos” incontrolables y que hacen frente al Estado.
De momento, hoy mismo un tribunal paquistaní dejó en libertad bajo fianza a unos de los acusados del ataque de Bombay de 2008 Zakiur Rehman Lakhvi. EFE