Confieso mi escepticismo en relación a las conversaciones Obama-Castro, promovidas por el Papa Francisco, mediante las cuales el gobernante norteamericano promete flexibilizar aspectos vinculados a remesas, viajes e intercambios y presionar al Congreso para que levante las restricciones impuestas por la Ley Helms Burton, a cambio que el gobierno cubano libere presos y permita la entrada de organismos defensores de los derechos humanos. Todo lo cual podría resultar en la apertura de relaciones diplomáticas entre los dos países.
Muchas opiniones se han escuchado en estos días a favor y en contra de lo sucedido: que si Obama traicionó a los cubanos que luchan por la libertad de su patria; que si Castro claudicó y mira a EEUU buscando capitales y oxígeno para su régimen en terapia intensiva; que el pueblo cubano con su tenacidad venció el bloqueo; que este no funcionó y en vez de destruir la revolución le dio argumentos al castrismo para presentarlo como la causa de su fracaso económico; que sí dio pie para reeditar la lucha de David contra Goliat….
Todo lo arriba resumido tiene su parte de verdad y su parte de falsedad y mito. La causa de la perdida de la libertad de Cuba la tuvimos los cubanos que pusimos las esperanzas en la falsa premisa que los EEUU no permitirían un régimen comunista a 90 millas de su territorio. No sólo lo permitieron sino que la revolución cubana en plena era de la Guerra Fría estuvo defendida y amparada por las dos grandes potencias militares, la URSS y los EUA. Recordemos los acuerdos firmados para la retirada de los mísiles de la isla en 1962 mediante los cuales los EEUU se comprometían a no permitir acciones de los grupos anticomunistas desde su territorio para derrocar a la revolución.
Es necesario precisar que el embargo contra la revolución fue una medida retaliatoria del gobierno frente a la confiscación de bienes norteamericanos en la isla sin el correspondiente pago compensatorio. La consecuencia inmediata para Cuba fue la perdida de la cuota azucarera a EEUU que representaba la principal entrada de divisas para la isla. En momento alguno el embargo se establece para derrocar a la revolución cubana. Esta pudo haber sido derrotada de haber cumplido el gobierno norteamericano con su compromiso de brindar apoyo aéreo a la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, lo cual no hizo.
¿Por qué mi escepticismo? Soy escéptico ante todo, porque la historia de los regímenes comunistas demuestra que los cambios se producen una vez que los líderes históricos han desaparecido por razones biológicas, de edad o enfermedad, tal fue el caso de Stalin, Chou en Lai, Mao Tse Tung y Ho Chi Min por citar figuras prominentes del comunismo. Los líderes históricos son renuentes a los cambios porque les va en juego el pescuezo y todos quieren morir en su cama y ser venerados como salvadores y mesías.
En esos casos tuvieron que surgir, los Gorbachov, Yeltsin y Den Siao Pin. En el caso cubano es evidente que los líderes históricos ya octogenarios pretenden mantener el poder político que pasa inexorablemente por el poder económico y policial. Intentemos recordar donde están Carlos Aldana miembro del CC del PCC, Carlos Lage VP del Consejo de Estado, los ex Cancilleres Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque, el General Arnaldo Ochoa, entre otros, que en su momento intentaron cuestionar a los Castro y promover en Cuba la Perestroika y la Glasnot. Los que no fueron fusilados fueron destituidos de sus cargos y enviados a realizar labores para superar sus debilidades pequeño burguesas.
De ahí que no debemos esperar, que las conversaciones Obama y Castro, lleven mejoras trascendentales al pueblo cubano. Cuba tiene que esperar por el Gorbachov que promueva la liberación económica, la democratización política, la transparencia informativa y la desmilitarización nacional. Para que esto suceda deben desaparecer los Castro, condición necesaria y casi segura, suficiente. Por ello, por ahora, somos escépticos.
Juan Antonio Muller
Juaamilq249@cantv.net