Estrenos de películas en Venezuela LAS MEJORES DE 2014, por Alfonso Molina

Estrenos de películas en Venezuela LAS MEJORES DE 2014, por Alfonso Molina

‘Amor’, film francés del austriaco Michael Haneke (a la izquierda junto a Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant), se estrenó finalmente en Venezuela a mediados de 2014
‘Amor’, film francés del austriaco Michael Haneke (a la izquierda junto a Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant), se estrenó finalmente en Venezuela a mediados de 2014

 

2014 fue un año productivo, en cuanto a estrenos en Venezuela. A pesar de que no han debutado todavía piezas notables como Magia a la luz de la luna, de Woody Allen, Conducta, del cubano Ernesto Daranas,Hoje eu quero voltar sozinho, del brasileño Daniel Ribeiro, De tal padre tal hijo, del japonés Hirokazu Koreda, Omar, del palestino Hany Abu-Assad, Tierra en la lengua, del colombiano Rubén Mendoza,Club Sándwich, del mexicano Fernando Eimbcke, Gloria, del chileno Sebastián Leilo, El desconocido del lago, del francés Alain Guiraudie, La jaula de oro, del mexicano Diego Quemada-Diez, Los sabores del amor, del indio Ritesh Batra. Ilo Ilo, del singapurense Anthony Chen, y tantas otras estrenadas en otros países. A pesar de estas ausencias, el año ofreció por lo menos una veintena de películas se destacaron del grueso flujo comercial. En mi selección personal figuran una irlandesa-británica, nueve norteamericanas, una franco-iraní, dos argentinas, dos hispano-venezolanas, dos italianas, dos polacas y dos francesas. Las he organizado de acuerdo con sus fechas de presentación. Están acompañadas de mi comentario a la hora de su debut.

Philomena, de Stephen Frears. En el Festival de Venecia del año pasado, una película británica ganó el premio al mejor guion y atrapó la atención del público de una manera especial. Recibió aplausos generosos durante las proyecciones en la Mostra, tanto por su dramática historia, basada en hechos reales, como por el trabajo de la gran actriz inglesa Judi Dench y la dirección de Stephen Frears. Sobre la base del libro The Lost Child of Philomena Lee, del periodista británico Martin Sixmith, el realizador irlandés reconstruyó el caso real de una anciana que decidió buscar a Anthony, el hijo que cincuenta años atrás le habían arrebatado cuando era una adolescente, para ser adoptado por un matrimonio norteamericano. Tras ser repudiada por su familia, vivió y trabajó en una abadía de Irlanda. Ese es el principio de una historia dramática pero fascinante que ha sido postulada para cuatro premios de la Academia: mejor película, mejor actriz principal, mejor guion adaptado y mejor música.





El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese. Delirante, desmesurada, desaforada, así ha sido calificada El lobo de Wall Street, una de las favoritas para la próxima entrega del Oscar y una de las películas más comentadas del año pasado. La vigésima tercera obra de Martin Scorsese se revela como una de las mejores de su trayectoria, al mismo nivel de Taxi driver (1976), El toro salvaje (1980) o Buenos muchachos (1990), las tres sobre el mundo de la violencia en sus distintas manifestaciones. Con su nuevo film completa esa visión del delito de una manera muy particular, en la medida en que su fuerza expresiva no se fundamenta en el enfrentamiento entre gangsters ni en el submundo del crimen urbano, sino en el abuso de las adicciones, en especial al dinero, las drogas y el sexo. Se basa en la historia real de Jordan Belfort, desde su ascenso como corredor de bolsa y sus extravagancias en el tope de su éxito hasta su caída en medio de la locura y la corrupción, todo a la vista del gobierno federal. Belfort recogió esta experiencia en un libro de memorias que originó el guion de Terence Winter, muy conocido por sus libretos para Los Soprano. El director neoyorquino volvió por sus fueros con una historia muy impactante que le ha valido cinco importantes postulaciones al Oscar: película y director para él mismo, actor principal para Leonardo DiCaprio, actor secundario para Jonah Hill y guion adaptado por Winter.

Blue Jasmine, de Woody Allen. Woody Allen regresa al drama y a su país —después de filmar varios años en Europa— para narrar las desventuras de Jasmine, una mujer rica y glamorosa de la alta sociedad de Nueva york, quien de pronto se queda sin dinero y sin casa cuando su millonario marido Hal es acusado de estafa y condenado a prisión. Da un salto a la nada, sin referencias ni recursos. Decide entonces mudarse a un barrio pobre de San Francisco a vivir con su hermana Ginger, una mujer de clase trabajadora que vive con su novio en un pequeño apartamento. Jasmine, que atraviesa el momento más crítico de su vida, se dedica a tomar antidepresivos y martinis y a evocar inútilmente su antigua vida en Manhattan. En esta trama relativamente sencilla se revela una parábola sobre la mentira y las distintas maneras de creer en ellas. Porque las promesas de la mentira ayudan a sobrellevar la desgracia y los rincones de la memoria constituyen un refugio ante la realidad. Blue Jasmine se revela como una obra notable del viejo realizador neoyorquino que evoca algunos de sus dramas memorables como Hanna y sus hermanas(1986), Crímenes y pecados (1989), Maridos y esposas (1992) y Match point (2005). La clave de todos ellos reside en el engaño como recurso de la mentira y en la crítica a la ética que se acomoda a situaciones extremas.

El club de los desahuciados, del canadiense Jean Marc Vallé, con guión de Craig Borten y Melisa Wallack y con las actuaciones de Matthew McConaughey, Jennifer Garner y Jared Leto. Dallas, 1985, el drogadicto vaquero Ron Woodroof es diagnosticado con sida y le dan treinta días de vida. Ese es el punto de partida de una cruzada personal para proveer de tratamientos alternativos a través del llamado Club de Consumidores de Dallas que es perseguido por Administración de Alimentos y Medicamentos. Magnífico drama sobre los prejuicios homofóbicos y la corrupción de la industria farmacéutica en la era Reagan.

Ella, de Spike Jonze. Ella es una historia de amor situada en un futuro impreciso y en una ciudad homogeneizada. Thedore es un hombre solitario, deprimido, que vive la etapa final de su divorcio. Su trabajo consiste en escribir cartas para otras personas, es decir, situarse en los afectos y los intereses de otros seres humanos, no en los propios. Es un trabajo técnico que ejecuta muy bien. Pero no logra establecer una nueva relación de pareja. Su vinculación cotidiana con el mundo se reduce a sus herramientas virtuales. Todo lo hace con la pantalla que cabe en su mano. Un día decide adquirir el nuevo OS1, el primer sistema operativo con inteligencia artificial. Piensa, tiene voz propia, aconseja, reflexiona y, lo mejor, tiene sentimientos. Se llama Samantha, es obviamente femenina y comparte las penas, pensamientos, confesiones y deseos de Theodore. Todo el día hablan, se conocen, se acompañan, se enamoran. Hacen el amor. Hasta sienten celos. Se cumple el sueño enajenado entre el hombre y la máquina, entre el ser humano y la creación de su mente. Ya lo dije: una historia de amor. ¿Qué hubiese dado Phillip K. Dick por escribir una historia como ésta? O el mismo Isaac Asimov. Pero la concibió y desarrolló Spike Jonze, uno de los cineastas más particulares e interesantes del cine norteamericano actual, a partir del anhelo de la felicidad. Tema muy viejo pero siempre vigente.

12 años de esclavitud, de Steve McQueen, con guion de John Ridley y las actuaciones de Chiwetel Ejiofor, Michael K. Williams, Michael Fassbender, Lupita Nyong’o y Brad Pitt, Un drama histórico con tendencia al realismo crudo que expresa la indolencia humana asentada en la esclavitud (…) Se fundamenta en una historia muy sólida, unas actuaciones de largo aliento y, sobre todo, un estilo narrativo de mucha fuerza y originalidad por parte del director inglés McQueen.

Wakolda, de Lucía Puenzo. Con Wakolda (El médico alemán, 2013) la directora argentina se ha sumergido en las oscuras aguas de la historia y la ficción, a partir de la presencia clandestina en Argentina de Josef Mengele, médico alemán y funcionario de las SS hitlerianas, trágicamente célebre por su experimentos de la genética humana en los campos de concentración. El Ángel de la Muerte huyó a Sudamérica tras la derrota nazi y se ocultó primero en Bariloche y luego en varios lugares de Brasil. Puenzo tomó estos elementos y construyó una trama de suspenso en torno a las relaciones entre un extraño médico alemán y una familia argentina propietaria de un hotel turístico a mediados de 1960. Ese mismo año otro criminal de guerra nazi, Adolf Eichmann, fue secuestrado en Buenos Aires por un comando del Mossad el 11 de mayo y llevado a Israel el 20 de ese mismo mes, en medio de un gran escándalo diplomático, donde fue enjuiciado y ejecutado en 1962. En cambio, Mengele pudo escapar de Argentina rumbo a Brasil, donde falleció en 1979.

Balada de un hombre común, de Ethan y Joel Coen. Cuando concluye la proyección de Balada de un hombre común escuchamos una vieja canción de Bob Dylan, desgarradora, triste y sincera. El tema musical ilustra perfectamente el espíritu de una generación de creadores norteamericanos que a finales de los años cincuenta simbolizaron el desencanto individual en medio de la plenitud de una economía boyante y provocadora. EEUU se había convertido en la gran potencia mundial indiscutible. Quince años después de la liberación de Europa del nazismo y de su repartición con la Unión Soviética, el American dream poseía una vigencia planetaria. Pero allí, en las calles de las urbes estadounidenses, se gestaba la generación beat en los campos de la literatura y la música, con la presencia de escritores como Allen Ginzberg (Aullido, 1956), Jack Kerouac (En el camino, 1957) y William Burroughs (El almuerzo desnudo, 1959) y de cantantes folks como Joan Báez y el propio Dylan. Este sentimiento beat down —abatido— derivó luego en el plano del rock con las canciones de dos condenados: Jim Morrison y Janis Joplin. En este marco histórico se ubica la más reciente película de los hermanos Ethan y Joel Coen, inscrita en su vertiente dramática, tan distinta a la de comedia. Si tuviésemos que definirla en una frase sería ésta: elogio del perdedor.

Los hombres libres, de Ismaël Ferroukhi. El realizador francés de origen marroquí Ismaël Ferroukhi expone en Los hombres libres una página poco conocida de la historia de la comunidad musulmana francesa. En 1942, en el París ocupado por los nazis, el joven inmigrante argelino Younes vive de las actividades ilegales del mercado negro. Detenido por la policía, se compromete a espiar en la mezquita de la capital de Francia a cambio de su libertad. Las fuerzas de ocupación sospechan que Si Kaddour Ben Ghabrit, rector de la mezquita, emite documentos falsos a judíos en la resistencia y los hace pasar como islámicos. Allí conoce a Salim Halali, un joven cantante argelino de quien se hace amigo. Pronto descubre que Salim es judío. A pesar de los riesgos, Younes decide terminar su colaboración con la policía. Frente una barbarie que lo rodea, Younes, el trabajador inmigrante y en peligro, se convierte en activista de la libertad. Esta historia de suspenso es una de las favoritas del 28° Festival de Cine Francés.

Pelo malo, de Mariana Rondón. Un niño vuelve a ser el personaje central de un film de Mariana Rondón. Como en A la medianoche y media (1999) y Postales de Leningrado (2007), la trama de Pelo malo (2013) está contada desde la edad de la inocencia. Su primera escena y también la última —que no pienso contarles— son esenciales para aprehender este drama sobre la infancia y el futuro de un pequeño de nueve años, en la sociedad venezolana de hoy. Presente y porvenir son las claves de la historia de Junior, marcada por la relación conflictiva que mantiene con su madre, la aspiración de cantar como Henry Stephen y por el deseo de alisar su cabello hirsuto para la foto de la escuela. Como contrapartida se halla Marta, su madre, una viuda joven con un bebé, que ha perdido su empleo como vigilante y que trabaja por días como doméstica para levantar a sus varones. Junior y Marta son rostros perdidos de una multitud anónima e irregular en una Venezuela que —como parte de su anécdota— asiste a la agonía de Hugo Chávez en 2012. Un país sumergido en la pobreza, el desempleo y, sobre todo, la intolerancia en sus múltiples vertientes: sexual, social, de género.

César debe morir, de Vittorio y Paolo Taviani. Los presos de la cárcel Rebibbia, en las afueras de Roma, cambian las paredes de sus celdas por un escenario. Un director de teatro ha propuesto al director de la prisión preparar una obra protagonizada por los reclusos. Se trata de Julio César, de William Shakespeare. Durante unos meses se sumergen en los textos del dramaturgo inglés explorando áreas de sus vidas internas nunca antes observadas. El trabajo es duro: leer, aprender de memoria, ensayar. Pero las ganas de vivir algo nuevo son mayores. El drama sobre la conspiración contra Julio César, su asesinato y las consecuencias, abrió una nueva perspectiva en sus vidas. Entonces, entran en escena los Taviani, quienes filmaron esa experiencia con una propuesta muy honesta, en busca de la observación de aquellos hombres, casi todos condenados a cadena perpetua, por delitos terribles, y vinculados con la Mafia, la Camorra, la ‘Ndrangheta y otras organizaciones criminales. Los directores sostienen un delicado equilibrio entre la ficción teatral, los ensayos y los registros documentales, eludiendo las continuidades narrativas y cronológicas. El tinte documental de la película se encuentra en el gran trabajo de traducción del texto clásico al napolitano, el siciliano y el dialecto de Pouilles.

La gran belleza, de Paolo Sorrentino. Desde el año pasado el nombre de Paolo Sorrentino está presente en las crónicas de cine de Europa gracias a La gran belleza, consagración de este realizador napolitano, obra plena de grandeza visual y sonora imposible de ignorar. Su trama observa el periodo de crisis existencial vivido por Jep Gambardella, periodista de éxito en la crónica mundana de la Roma esplendorosa y eterna. Alguna vez en su juventud publicó una novela importante y se convirtió en una promesa de la literatura italiana. Promesa diferida y nunca cumplida. Durante décadas se dedicó a cultivar la frivolidad de sus congéneres, a vivir de la noche y los placeres y a dilapidar su inteligencia en lo banal, lo intrascendente, lo cotidiano. Como la fiesta de su cumpleaños número 65, habitada por un zoológico humano y celebrada en la terraza de su casa, desde donde se divisa el Coliseo. Esas primeras imágenes definen el tono y la esencia de un film hermoso y dramático, ganador del Globo de Oro y del Oscar 2014 como mejor película no hablada en inglés además del premio correspondiente de la Academia británica. Una consagración.

El pasado, de Asghar Farhadi. Vayamos directo a la trama para después entrar en las interpretaciones de esta historia intensa, íntima y muy centrada en torno a los compromisos afectivos de una familia no tradicional. Tras cuatro años de separación, el iraní Ahmad regresa a París desde Teherán, a solicitud de su esposa francesa Marie, para formalizar su divorcio. Ella prevé su boda con Samir, quien tiene a su esposa Celine en coma, tras un intento de suicidio. En una casa de las afueras parisinas viven Marie y sus hijas Lucie y Léa con Samir y su pequeño hijo Fouad. En ese lugar no hay armonía. Se vive un drama muy fuerte, sustentado en un secreto, El pasado acecha. En breves días, Ahmad percibe la relación conflictiva que Marie mantiene con Lucie, adolescente, pero también con los otros miembros de la familia. El hombre que acude desde lejos a firmar su divorcio se convierte en el catalizador de los resentimientos entre esos seres humanos. Pero no hay secretos eternos. El ayer vuelve y todo se sabe. Palabra más, palabra menos, esta es la médula de El pasado, el nuevo film de Asghar Farhadi, el realizador iraní que sedujo al mundo con Una separación. En esta oportunidad, Farhadi vuelve a un drama familiar de consecuencias abiertas, no finitas.

 

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