Tras haber sido durante mucho tiempo anecdótica, la impresión en tres dimensiones empieza a tener usos múltiples, en particular en el sector de la Defensa, que podrían anunciar una nueva revolución industrial, según los expertos.
Eric Randolph/ AFP
Para muchos, la impresión en 3D sigue siendo un “gadget”, eficaz únicamente para reproducir figuritas en plástico. Pero con el vencimiento reciente de varias patentes cruciales, las nuevas impresoras capaces de utilizar metales, madera o tela van a ser mucho más accesibles, lo que permite entrever un cambio histórico para la producción manufacturera.
Siempre en búsqueda de nuevas tecnologías, la poderosa industria de la Defensa está en la vanguardia de estas innovaciones. El ejército de Estados Unidos invierte masivamente en la impresión tridimensional para poder producir uniformes, piel sintética para curar a los heridos o incluso alimentos, explica Alex Chausovsky, analista de IHS Technology.
Investigadores del famoso MIT (Massachusetts Institute of Technology) han inventado incluso la “impresión en 4D”, con materiales que se transforman en contacto con otros elementos como el agua. Esto podría llevar un día a la fabricación de uniformes camaleón que cambiarían de color en función del entorno.
La tecnología tiene ya sus primeras aplicaciones prácticas.
A finales de diciembre, la tripulación de la Estación Espacial Internacional (ISS) pudo fabricar una especie de llave inglesa cuyo diseño le fue enviado desde la Tierra, gracias a una impresora 3D especialmente adaptada a la ingravidez.
A finales de 2013, el gigante británico del armamento BAE Systems integró por primera vez una pieza de metal impreso a un cazabombardero Tornado. En un video reciente, el grupo imagina posibles utilizaciones para el futuro, como por ejemplo la impresión tridimensional de un avión.
“Es una perspectiva a largo plazo, pero tenemos el objetivo de fabricar una aeronave utilizando exclusivamente la tecnología de impresión 3D”, explica Matt Stevens, responsable de la división de impresión 3D en BAE.
– Revolución y nuevos riesgos –
Conseguir llevar impresoras al campo de batalla también podría revolucionar las técnicas de combate y la industria de la Defensa, subraya Peter W. Singer, experto en la guerra del futuro en la New America Foundation.
“Soldados desplegados en lo más recóndito de Afganistán podrían, por ejemplo, crear un programa para fabricar una pieza de recambio e imprimirla”, lejos de las cadenas de producción de la industria armamentística.
En materia de política exterior, la tecnología acabaría con la práctica de las sanciones.
“Estados Unidos ha impuesto sanciones a todo, desde la piezas de recambio de los aviones de combate a los equipamientos petroleros. Pero la impresión en 3D podría volver totalmente obsoletas esas sanciones, que constituyeron una parte crucial de las políticas exteriores desde hace una generación”, agrega Singer.
Esta facilidad para producir armas fuera de los circuitos industriales clásicos conllevará también nuevos riesgos.
“Imagínese que expertos en explosivos de Oriente Medio se pusieran a fabricar bombas con apariencia de objetos de la vida cotidiana o un lobo solitario imprimiendo un arma clásica con la que pudiera engañar a los pórticos de seguridad de la Casa Blanca”, advierte Chausovsky.
Además de este creciente riesgo de seguridad, sería sobre todo una revolución económica con consecuencias imprevisibles.
Si cualquiera pudiera imprimir bienes, los países cuya economía se basa en la fabricación de juguetes o de ropa por una mano de obra barata afrontarían dificultades reales.
“Si quiere entender la amenaza que supone la impresión en 3D, fíjese en hasta qué punto China es dependiente de su sector de fabricación de productos de gama baja”, señala Chausovsky.
Inventada en los años 80, la impresión en 3D es una tecnología mucho menos nueva de lo que algunos se imaginan. Pero goza de un nuevo interés porque las patentes que limitaban el uso de la tecnología original están expirando, lo que allana el camino para una competencia que debería hacer subir la calidad y bajar los precios.
“No se puede perforar un tubo curvado”, subraya Chausovsky. “Con la impresión en 3D, se pueden crear productos que sería imposible producir con métodos tradicionales”.
Todavía es difícil predecir las implicaciones que tendrá esta tecnología.
“Es la primera vez desde hace mucho tiempo que se produce un cambio tan radical en materia de ingeniería industrial”, observa el responsable de BAE. “No estamos haciendo un simple avance, sino que estamos reinventando las reglas”.