En los últimos tiempos los venezolanos hemos perdido tantas cosas buenas en nuestro país que ya casi nada pareciera sorprendernos, sin embargo, es doloroso asistir impávidos a la desaparición de una de las hermosas tradiciones que engalanaba la noche de navidad: la Misa de Gallo. Esta tradición no es una costumbre exclusiva de Venezuela, pero sí una es una de las más preciadas. El oficio religioso se celebra en todos los países donde se profesa la religión católica, con especial énfasis en los países latinoamericanos. Su celebración tiene por objeto la conmemoración cristiana del nacimiento del Niño Dios. Sus dos lecturas y el evangelio se centran en la narración del nacimiento en Belén. Asimismo es habitual presenciar, en vivo y en directo, por televisión, como el Papa, desde la Basílica de San Pedro, oficia esta misa en Nochebuena.
Por muchos años, el 24 de diciembre, al filo de la media noche, este acto se cumplía religiosamente en Venezuela. Conservo el recuerdo de las dificultades que los fieles debíamos afrontar para estar sentados. La multitud que asistía a esta eucaristía, obligaba a que los devotos llegaran muy temprano para garantizarse los puestos. Una vez iniciada, dentro del recinto, se hacia difícil respirar por la densidad del aire y las personas de pie dibujaban una larga recta que se iniciaba al pie del púlpito y culminaba en las puertas de la calle, de tal suerte que era prácticamente imposible ver a los celebrantes de la misa y quien llegaba tarde debía conformarse con escucharla a través de las cornetas que amplificaban el sonido.
En la Venezuela de hoy, esta realidad cambio. Usted puede ir a alguna de estas misas, donde todavía se celebran y la señora ”soledad” será su acompañante, pudiendo hasta recostarse en las bancas vacías y dormir si la misa esta monótona.¿Qué pasó?. La respuesta inmediata será: esta es una consecuencia del estado de inseguridad que vive el país. Los creyentes se sienten frustrados al no poder continuar con la tradición, muchos han dejado de asistir.
La jerarquía eclesiástica ha tratado de remediar la situación, fijando horarios tempraneros para esta misa, sin embargo, el mal es de fondo y se afinca hasta en los tuétanos de la sociedad, por lo que las soluciones no pueden venir de la sociedad civil, sino de los gobiernos: nacional, estadales y locales. Lo que uno puede presenciar a lo largo y ancho del país es que a partir de la caída de la noche, las ciudades se convierten en verdaderas guaridas de zombis, porque quizás ellos, por razones obvias, si se atreverían a salir a la calle.
Me niego a creer que en mi país todo este perdido, que los creyentes en Dios debamos refugiarnos en las redes sociales para profesar nuestra fe. Que los ciudadanos debamos renunciar a las horas de esparcimiento, único alimento fortificador del espíritu, después de las duras jornadas laborales. Como ciudadano nacido en esta tierra alzo mi voz de protesta para exigirle al gobierno, no solo garantizar la preservación de la Misa de Gallo, sino que, de una vez por todas, asuma el tema de la inseguridad como una política de Estado y convoque a todos los sectores de la sociedad, sin prepotencia y sin sectarismos, que puedan aportar soluciones a este gravísimo problema.
Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente
@alvareznv