Según el gobierno, la razón del caos económico con el cual arrancamos este año es producto de una guerra económica en la cual supuestamente el pueblo patriota está enfrentándose con las fuerzas del mal: empresarios, oposición, el imperio. Sin embargo, cada vez que el gobierno se sienta con el principal enemigo de tanta escasez y precios elevados, su líder, el presidente de Fedecámaras, declara más como un vocero del gobierno que como un dirigente gremial. Todas las encuestas demuestran que solo el voto duro irracional del PSUV –entre 15% y 18%- compra tan falaz argumento, el resto de la opinión pública sabe que es una burda mentira.
La realidad es que los venezolanos estamos en una especie de “economía de guerra”, donde la sensación de frustración y desespero están a la orden del día. Los niveles de escasez son tan abrumadores que ya ni el BCV publica el índice. El pueblo se encuentra en una carrera interminable de un lugar a otro de nuestras ciudades por tratar de medio completar los bienes de primera necesidad y con una disposición a pagar casi infinita pues no se tiene la menor idea del precio real de las cosas y lo más importante es contar con el producto.
Y ante este escenario tan complejo económicamente, el brillante equipo del gobierno considera que estamos en medio de un problema exclusivamente de distribución y que como tal, hay que poner el acento en mayores controles, creando sistemas con nombres rimbombantes y comisiones especiales de fiscalización que deben encontrar hasta debajo de las piedras los desparecidos productos.
Lo que lamentablemente estamos viendo es que el PSUV, atacando los síntomas del problema, sin querer asumir ir al fondo de las causas, los está profundizando. Las empresas o cadenas comerciales no pueden tener inventarios, porque corren el riesgo de que llegue un funcionario vestido de rojo, acompañado de otros vestidos verde olivo, y los declara “acaparadores”, enemigos del pueblo y traidores. El mismo gobierno ha roto todos los canales de distribución para intentar que el desabastecimiento no se sienta tanto en las grandes ciudades o centros urbanos, sacando prácticamente del sistema comercial a las pequeñas bodegas de los barrios o pequeños supermercados de las zonas rurales. La guerra la tiene el PSUV contra la economía de todos y paradójicamente los mayores perjudicados han sido los pequeños comerciantes y la población más desposeída.
Ante la zozobra que ha caracterizado estas dos semanas del 2015 la respuesta oficial ha sido patética y completamente desarticulada. Maduro desde China diciendo que el año comenzó bien pero que unos escuálidos desesperados quieren echarlo a perder; Villegas diciendo que las colas eran “hijitos de papá infiltrados” para desestabilizar al gobierno; el ministro de alimentación Osorio diciendo que había colas porque había comida, comentario cínico y burlón; Jaua afirmando que si la gente viviera en comunas no tendrían que hacer colas; Cabello afirma que las colas son una campaña inventada en las redes sociales y la Ministra del Interior cierra con la perla de que la gente hace cola porque quiere.
Las colas del hambre no son ficción ni un invento de las redes sociales. El gobierno se encuentra paralizado, salvo represión y más controles, no encuentra respuestas eficientes. Como en el pasado el gobierno resolvía a realazo todas las ineficiencias, la única respuesta racional que Maduro podía tener era precisamente salir a buscar real. Todo indica que esa gira fue un fracaso y que a su retorno solo tiene dos opciones: o renuncia para que alguien con voluntad política tome decisiones o toma decisiones y asume el costo político que ello implique. Han llevado la crisis a niveles tan extremos que no habrá soluciones mágicas sin factura.
Carlos Valero
@carlosvalero08