“Rafael Enrique Casal Heredia / Nació en Acarigua / Médico Cirujano de la Universidad de Carabobo / Postgrado en Radiología en el Instituto Mexicano del Seguro Social / Profesor de Radiología de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Carabobo / Profesor de Postgrado de la Universidad Arturo Michelena / Ex Presidente del Colegio de Médicos del Estado Carabobo / Ex Presidente de la Sociedad Venezolana de Radiología / Ex Concejal del Distrito Valencia / Ex Senador de la República”.
Así escribió Rafael Enrique de su puño y letra su resumen curricular en un papel a mano alzada que aún conservo, para su presentación en el Foro Constituyente en El Nacional donde sería el primer orador y este escribidor haría de moderador. Y fue un resumen bien resumido, valga la redundancia, porque dijo muy poco de sí, y fue muchísimo más que eso…
Político experimentado, amante de la fiesta taurina, pero sobre todo un venezolano integral, consustanciado con los problemas de su región adoptiva, Carabobo, pero sin olvidar nunca su tierra portugueseña.
Pero quisiera hacer de esta nota algo más que el modesto recuerdo de un amigo por ese venezolano excepcional, a quien Dios decidió traer a su compañía en esta hora donde más lo necesitamos.
Quisiera referirme a la lucha de sus últimos años, porque Rafael Enrique luego de participar del hecho político de la democracia que se construyo a partir de 1959, había caído en cuenta desde hacia muchísimos años -como pocos de su generación-, que el país no cambiaria si sus regiones eran el patio trasero de Caracas. Y Rafael abrazó y fue parte del esfuerzo que se comenzó a realizar hace más de 10 años con el Proyecto País Venezuela, siendo uno de sus principales promotores e impulsores, no solo en su Estado, sino en el país.
Nadie como Rafael Enrique como Senador de la Republica y representante de su Estado en un Congreso bicameral debió ser testigo de los desplantes centralistas de los gobiernos en detrimento de las regiones. Nadie como él, profesional calificado de la salud, debió vivir las carencias de su región al ver el desmantelamiento de su sistema asistencial y las enfermedades permanentes de sus habitantes. Nadie como él podía constatar que de un Estado, el mayor emporio industrial del país, se sustraían todos los días los recursos y no se les devolvía a sus habitantes sino las migajas. Mucha riqueza entregada y poca la disfrutada por quienes la producen. Hay que vivir eso para luchar por eso. Y se entregó en cuerpo y alma a cambiar ese modelo, ese sistema político expoliador y hacer todo lo que estuviera a su alcance para revertir el sentido de las cosas a favor de la gente que produce y que reclama esa injusticia.
Y en eso nos hicimos compañeros de ruta, de ideales, de un Proyecto. De aspirar un país mejor, de consolidar un sueño que pudieran disfrutar las próximas generaciones. Rafael sabía que no vería ese cambio y contagiaba esa aspiración como lo pueden recordar todos quienes que le conocimos.
Pero Rafael Enrique no tenía porque hacer eso. Cualquier otro en su condición de edad y logros se hubiera conformado con retirarse a disfrutar de sus nietos, pero no Rafael Enrique. Un espíritu reformador, apasionado por su país tenía que trabajar por mejorarlo hasta el final. Y eso hizo. Se dedico a convocar a las mejores mentes de su Estado, universitarios, empresarios, comerciantes, colegas, vecinos en Asambleas y todo aquel que pudiera comprender el alcance de lo que proponemos. Que si cambiamos el modelo político estructural, cada región tendría mejores oportunidades de desarrollarse. Y tenía razón, tenemos razón.
Ciertamente ha sido un duro golpe para todos nosotros la pérdida de un personaje de la trascendencia de Rafael Enrique Casal. Pero una vez un sacerdote me dijo para consolarme por el fallecimiento de alguien muy cercano, que cuando Dios hace cosas como esa lo hace por un bien mucho mayor. Nunca lo acepté pero lo comprendí. Dicen que hay que aceptar los designios del Señor porque son parte de un plan mucho mayor que los humanos somos incapaces de comprender.
Quiero pensar que Rafael Enrique está convenciendo a Dios que en ese plan le de a Venezuela una oportunidad para salir adelante. Y habiendo conocido a ese extraordinario personaje, estoy seguro que ahora mismo lo está haciendo. Y estoy seguro que el Creador por la gracia de ese hijo que llamó a su lado y por su bondad infinita de amor por nuestro país, de ese ejemplo que dejo sembrado Rafael, estará multiplicando para el futuro a muchos Rafael Enrique para la gloria de su Estado y de Venezuela.
El mejor homenaje que podemos hacerle a Rafael Enrique Casal quienes creemos en lo que el creyó y luchó en los últimos años de su vida, es continuar su ejemplo de virtudes republicanas, haciendo realidad la Rebelión de la Regiones en manos de la gente de toda Venezuela. Perdimos a Rafael Enrique pero reafirmamos una causa.
Siempre había querido saber que se hubiera sentido conocer personalmente a los constructores de un país. Conocer, aprender e interactuar con un personaje como Rómulo Gallegos, como Rómulo Betancourt, como Andrés Eloy Blanco. A esos políticos de verdad serios, honestos y curtidos, con un extraordinario sentido de grandeza para su país y de servicio verdadero por la democracia. Pues ya me puedo morir tranquilo, conocí a Rafael Enrique Casal…
Caracas, 25 de Enero de 2015
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