Alexis Alzuru: ¿Qué los militares arreglen este polvorín?

Alexis Alzuru: ¿Qué los militares arreglen este polvorín?

Si la sociedad no presiona para romper el atajo militarista que quiere imponer una minoría, entonces permitirá que se reediten las equivocaciones del pasado. En particular, los desaciertos que han impedido consensuar una visión de país. Quizás es el momento de admitir que en Venezuela no ha existido un problema más perjudicial que la falta de un proyecto de nación. Sobre todo, uno capaz de unificar y comprometer la voluntad de todos porque proviene de la aprobación unánime del pueblo, no del visto bueno de un grupo. La amplitud de un nuevo contrato social es lo que desbrozará el camino para terminar con esta crisis, no la intromisión de unos cuantos generales. Un acuerdo que, por lo demás, sólo podrá promoverse desde una Asamblea potenciada con ideas y liderazgo.

Por supuesto, siempre habrá argumentos para apoyar un golpe de Estado. Por lo general, se razona para transformar falacias en verdades. No es una leyenda que los hombres tienen la tendencia a justificar y repetir indefinidamente sus errores; las investigaciones han comprobado que la inclinación del ser humano es a tropezar con la misma piedra varias veces.

Dicen que la destitución del presidente es cuestión de tiempo; algunos hablan de días y otros dan un par de meses cuando mucho. Lo cierto es que la hora de Nicolás Maduro llegará pronto, según lo que se escucharía en los cuarteles. Bastaría esperar que los jefes militares terminen de arreglar algunos puntos en los que mantienen diferencias. Los apologistas de los militares precisan que los uniformados quieren un golpe aséptico; esto es sin revueltas, balas ni sangre. Lo cual explicaría que se tomen un tiempo adicional para actuar. Al parecer no querrían enfrentamientos entre ellos, ni verse en el trance de reprimir a los simpatizantes del gobierno que pudieran salir a protestar; además, buscarían evitar que la opinión pública internacional los vapulee.

Los rumores sostienen que las preocupaciones del generalato golpista serían logísticas, no políticas. Después de todo, en los distintos componentes de las Fuerzas Armadas existiría un acuerdo para deponer al presidente. Por cierto, el convenio entre los militares se habría reforzado después de que se publicaron las acusaciones en contra de Diosdado Cabello por su supuesta participación en el cartel de los Soles.

Un golpe de Estado pudiera ocurrir, ¿quién podría descartarlo? Sin embargo, lo relevante es entender que aun cuando se produzca una intervención militar la división que ha paralizado al país por mucho más de una década se mantendrá intacta. La sociedad venezolana está fracturada. Su ruptura es un hecho más radical y palpable que el deseo que tiene la inmensa mayoría por concretar el relevo constitucional del gobierno.

A pesar de la crisis los ciudadanos no se reunifican; al contrario la atomización es mayor. De hecho, la MUD mantiene casi sin alteraciones los porcentajes de apoyo con los que contaba años atrás. A la vez, el PSUV apenas si consigue que unos cuantos se mantengan fieles a sus ideas. En Venezuela lo que crece es el número de ciudadanos que reconocen que no se encuentran convocados por los oficialistas ni por los opositores. Pensar que los militares pueden revertir el escepticismo y la disolución de la convivencia democrática es ingenuidad o  el planteamiento de quienes no cesan de demostrar su grado de idiotez.

Algunos creen que un golpe militar puede zurcir el tejido moral que los políticos no han logrado reconstruir. Quienes así razonan prosiguen sin comprender que una nación es una empresa moral, no un conglomerado de mineros. Esta diferencia es lo que explica que mientras en algunos países los ciudadanos se valoran, respetan y cooperan entre sí, en otros se perciben como enemigos  que se recelan, traicionan y canibalizan.

Alexis Alzuru

@aaalzuru

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