Un tanto de Cristiano Ronaldo y un golazo de Marcelo bastaron al Real Madrid para ganar 0-2 al Schalke, que no plantó cara a un equipo algo tedioso, efectivo y profesional, que encarriló en Alemania la eliminatoria de los octavos de final de la Liga de Campeones. EFE
Los hombres de Ancelotti se vieron las caras con un rival perfecto para recuperar sensaciones después de un par de meses erráticos con días aciagos como el del Vicente Calderón. El brillo de antes del Mundial de Clubes había desaparecido y apenas quedaba algo de aquellas jornadas en las que las victorias llegaban solas.
En la actualidad, el Schalke es un club claramente menor que el Real Madrid. No se encuentra en un momento muy fino y Roberto Di Matteo, aunque ha conseguido formar un bloque más rocoso y compacto, sigue sin dar con la tecla para alcanzar a aquel equipo que hace algunas temporadas logró plantar cara al Bayern de Múnich en la Bundesliga.
Pero tampoco es el Schalke del curso pasado, al que el Real Madrid humilló con un 1-6 en su camino hacia su décima Copa de Europa. Dotado de más orden, pero con algo menos de calidad por la ausencia de su estrella Julian Draxler y de su portero titular, Ralf Fährmann, volvió a mostrarse como un conjunto timorato y previsible.
Se salvó de la goleada gracias a un orden que el equipo de Ancelotti se encargó de romper a base de un dominio parsimonioso. En estos momentos, con tanta duda, el Real Madrid no está para demasiadas florituras e impuso su calidad a base de control, control y más control.
Tal vez es lo que necesitaban unos jugadores que tenían recientes los pitidos del pasado fin de semana en el Santiago Bernabéu a Iker Casillas, Ancelotti e incluso, aunque leves, a Cristiano. Su fiesta de cumpleaños no pasó inadvertida y menos su mal partido ante el Deportivo. La Liga de Campeones tenía que servir al portugués para redimirse.
En la primera parte lo consiguió a medias. Con Isco Alarcón como verdadero faro que guió a sus compañeros, y con Lucas Silva, novedad que resultó algo intrascendente, Cristiano comenzó impreciso y algo nervioso. Tampoco había mucha claridad en el último pase y eso podía eximirle.
Detalles como un disparo lejano que acabó en el banderín de córner o las quejas al árbitro, con gestos con los brazos incluidos tanto al colegiado como a sus compañeros cuando fallaban, presagiaban otra posible noche extraña de Cristiano.
Sin embargo, apareció cuando más lo necesitaba. Suyo fue el primer disparo entre los tres palos del Real Madrid, con un cabezazo a pase de Dani Carvajal que acabó en la red de la portería del joven Timon Wellenreuther. Fue el 0-1, era el minuto 26 y el luso por fin acabó con una racha de tres partidos sin marcar.
Mientras, el Schalke, muy blandengue, sólo probó a Casillas con un disparo de Huntelaar desde fuera del área que sacó muy bien el capitán blanco. Fue el único instante de peligro protagonizado por un jugador que después tuvo que salir del campo con un golpe en un tobillo. Sin Huntelaar, el Schalke perdió casi todo su mordiente.
Después, una falta de Cristiano y un mano a mano que falló Karim Benzema dieron paso al descanso. El trabajo estaba encauzado, pero la recuperación total, no. El Real Madrid tenía 45 minutos para ofrecer más detalles con los que demostrar que su crisis había concluido.
Pero esos pequeños brotes verdes se diluyeron como un azucarillo. Los blancos se convirtieron de nuevo en un equipo previsible. Pudieron controlar casi sin problemas a su rival, que, aún así, tuvo tiempo de disparar al larguero por medio de Felix Platte. Esa oportunidad fue el espejismo de una realidad: sería una sorpresa mayúscula que el Schalke pasara a cuartos de final.
Marcelo se encargó de dar la puntilla con un golazo casi al final que fue la mejor noticia para el Real Madrid junto al tanto de Cristiano, que recuperó su olfato, el buen momento de Isco y el 0-2, un marcador muy bueno para afrontar la vuelta de los octavos de final.
Esos fueron los únicos datos positivos para el Real Madrid, que sigue sin recuperar el duende de tiempos pasados que fueron mejores.