En los ocho años de mandato del comandante Ortega, el gobierno, o mejor dicho la vocera y primera dama Rosario Murillo, se ha dado a la tarea de comprar medios de comunicación y con ellos a sus periodistas. La mayoría, excepto casos destacados que conozco personalmente, se han quedado y se han acomodado a la “nueva línea”, a las nuevas órdenes, sin importar que esas nuevas órdenes impliquen bajar la cabeza y callarse, ceder ante los abusos, el tráfico de influencias, la corrupción desmedida y la manipulación. Los salarios son jugosos y no vale la pena pasar al desempleo por una triste dignidad.
En esta novela, también doña Rosario contrató a otros periodistas de medios críticos. Los sacó de los noticieros que eran combativos y acuciosos y los metió en los canales administrados por sus hijos. También había de por medio salarios que triplicaban lo que ganaban. Era una forma cruel de callarlos, pero no importaba. La estrategia estaba clarísima y está dando frutos.
Pero el papel triste lo juegan los que todavía doña Rosario no quiere comprar. Algunos que están desde los medios “imparciales” queriendo mostrarse dóciles y afines. Algunos colegas que hacen de todo, descalifican a los que hemos decidido quedarnos haciendo periodismo y correr riesgo, se dedican a hacer noticias “positivas” y se pasean por cuanto perfil de Facebook pueden para atacar a quien comenta de forma crítica las acciones del poder.
Su gran misión es hacerse notar y para eso patalean y gritan para que doña Rosario también los vea. Ellos se oponen a los medios “de la derecha”, comparan cobertura y enfoques, esgrimen los intereses editoriales de los dueños y fustigan que se haga una entrevista y no otra. No importa si hay que gritar, pero el fin es llegar a ser vistos por los ojos maternales de la primera dama. Están seguros que la estrategia de concentración de medios está empezando y que ya pronto habrá más canales al servicio oficial, y no quieren quedarse fuera.
Por Alvaro Navarro ( @NavarroNewsNic ) para el diario El Confidencial (Nicaragua)