De las jornadas panameñas saludamos dos cosas. El paso largo que significó el encuentro y la reunión cara a cara entre Raúl Castro y el presidente de Estados Unidos. Se pueden hacer muchas especulaciones, pero lo cierto es que se avanza con serena firmeza hacia un futuro mejor para ambas naciones y el continente. La es la declaración de 25 expresidentes y jefes de estado en defensa de los derechos humanos exigiendo la liberación de los presos políticos de Venezuela, el fin de la represión y el respeto a los principios de la Carta Democrática Interamericana.
Clara, precisa, valiente y oportuna. Una vigorosa respuesta que contrasta con el silencio “diplomático”, oportunista o cómplice de la mayoría de los gobiernos actuales de países que fueron gobernados por algunos de los firmantes. Excelente testimonio, digno de respeto y admiración.
En cuanto a lo negativo, creo que nunca antes un presidente venezolano había estado tan deslucido, tan fuera de sitio y tan desconcertado como Nicolás Maduro. Pobre hombre, no da para más. Pero, pobre Venezuela que sigue obligada por el alto gobierno civil y militar, a ejercicios millonarios de “guerra” para defendernos del “imperio” americano. El papelón de Maduro en Panamá sólo es superado por el ridículo de esta caricatura militar en que convierten progresivamente a nuestras fuerzas armadas.
No hay alegría en la nación. Una larga y profunda tristeza contamina la esperanza. Sin fecha para las elecciones parlamentarias, el liderazgo democrático debe aferrarse a los principios y valores fundamentales que nos unifican y luchar por el cambio necesario de régimen, de gobierno y de la cabeza del poder ejecutivo. ¡Somos o no somos!
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