Mientras los venezolanos caminamos al paso de la incertidumbre y desesperación por el desabastecimiento casi absoluto de medicinas, alimentos y la muerte violenta de decenas de compatriotas cada día, el presidente Nicolás Maduro lanza, entre cacerolazos, promesas populistas en una de las zonas más pobres de Panamá: El barrio El chorrillo.
Una lástima que mientras nuestros enfermos terminales no consiguen el tratamiento vital para mejorar su calidad de vida, porque la llamada “Revolución bonita” no asigna las divisas a los importadores, el señor Maduro esté intentando garantizar salud a otros países.
«Que venga la Misión Milagro. Ya de Panamá se han operado 30 mil panameños, los más humildes y ya tienen su vista», lo escuchamos vociferar desde la nación hermana. ¿Y nuestra gente? ¿Acaso Maduro sabe que en muchas ópticas del país no hay lentes de contacto, y que el valor de los cristales y las monturas se ha triplicado en menos de un año?
Y no se trata de falta de solidaridad, sino de justicia social con su propio pueblo. Un pueblo que está pasando penurias; muriendo por falta de insumos en los hospitales, por una bala perdida, y hasta de hambre a causa de la aletargada ineptitud de su gobierno.
“El que le pega a la familia se arruina”, reza el dicho. Así que sea serio con los venezolanos, señor Maduro.
Hay que ser muy cara dura para ofrecerle a Panamá el envío de programas sociales, cuando frente a sus narices la gente se pelea por un paquete de leche en polvo, porque quizás sea el último que vea, por las pésimas políticas del Estado.
Hay que ser muy sinvergüenza para hacer ofertas engañosas al gobierno de Juan Carlos Varela, en materia de alimentación a cambio de su integración en Petrocaribe, cuando en Venezuela no hay ni harina de maíz para la arepa del desayuno.
El país está destruido, pasando por la peor crisis económica de su historia, con niveles de inseguridad desbordados, con una infraestructura hospitalaria por el piso, y lo peor, con un gobierno indolente ante el sufrimiento de su gente. ¿Hasta cuándo fingen que no está pasando nada? ¿Hasta cuándo se burlan de la tragedia de los venezolanos?
Nos están asfixiando en cámara lenta. Ya ni salir del país podemos porque no hay boletos, ni dólares; lo que sin duda alguna significa una nueva manera de coartar nuestras libertades.
Nos están ahogando en desidia, delincuencia, escasez, inflación, corrupción y olvido. Tenemos un gobierno que juega a la destrucción de quienes pensamos distinto, sin pensar en los efectos colaterales, porque simplemente no les importa más que su propio bienestar.
Por eso, el que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga, y el que tenga voluntad democrática que salga a vota este 2015 por una mayoría en la Asamblea Nacional. Unidos vamos lograrlo.
¡Por Venezuela vale la pena seguir luchando!