Después de luchar durante años contra un agresivo cáncer, Keith Londsdale terminó sobreviviendo, pero a duras penas: en la lucha había perdido buena parte de la cara, desde la nariz hasta el paladar y parte de la mejilla derecha.
Durante mucho tiempo probó diversas prótesis, pero o bien se le caían fácilmente o no se parecían en nada a su cara original. Fue entonces cuando doctores del centro médico de Nottingham propusieron intentar la impresión 3D.
Para ello la ayuda de su hijo Scott iba a ser imprescindible; los médicos escanearon su cara, y a partir de los modelos tridimensionales conseguidos diseñaron una cara que se adaptase mejor a las facciones de Keith.
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