Vladimiro Mujica: Las reglas para vivir del Dalai Lama

Vladimiro Mujica: Las reglas para vivir del Dalai Lama

Nunca debemos menospreciar la sabiduría de las frases simples. Vengan ellas en la forma de dichos populares o como citas iluminadas surgidas de mentes profundas y especiales. Entre las 19 Reglas para Vivir del Dalai Lama, hay una que siempre me ha impactado en relación con las acciones humanas: “cuando pierdas, no pierdas la lección”.  Como todos los textos atemporales, esta frase está abierta a una infinidad de interpretaciones dependiendo de la circunstancia específica a la cual se le aplique. Pero independientemente de esta diversidad de significados, hay una invitación inherente a reflexionar, no simplemente a pararse y sacudirse la derrota como aconsejan muchos de los llamados libros de auto-ayuda, sino a pensar en las causas y orígenes del fracaso.

Todo esto viene a colación en relación con que estos últimos 15 años de epopeya chavista han estado marcados por una serie de derrotas de las fuerzas de la alternativa democrática a manos de un proyecto autoritario y destructivo, que no vacila en violentar la constitución, las leyes y los derechos humanos para mantenerse en el poder. Sería estúpido e injusto no entender que la batalla por la libertad y la democracia contra un régimen autoritario es dura,  peligrosa y difícil, precisamente porque el control casi absoluto del poder confiere posibilidades que las fuerzas democráticas no poseen. El caudillo original, Chávez, y su vástago político, Maduro,  tienen la responsabilidad por mucho del desastre en que se ha convertido Venezuela. Dicho eso, hay algo sobre lo cual su responsabilidad es nula: los errores de la oposición. El poder los induce, los estimula, se regocija en nuestros errores pero, en última instancia, somos los ciudadanos demócratas y amantes de la libertad y, nuestro liderazgo, quienes los cometemos. La cita del Dalai Lama es precisamente a propósito de que a veces nos da la penosa sensación de que perdemos y no aprendemos. Al menos parece que no aprendemos a la velocidad  que es necesario aprender para enfrentarnos a un enemigo tan poderoso y mutante como el chavismo.

No terminamos de aprender que el chavismo ha sido tan exitoso en buena medida porque dispone de una narrativa sencilla que se enraíza por un lado con nuestra propia historia de héroes militares, caudillos y librepensadores, y no con nuestra historia de líderes civiles y fortalecimiento de las instituciones de la democracia. La figura de Simón Bolívar ha servido para justificar todo en nuestra historia, desde las ideas de libertad hasta las imposiciones autoritarias.  Todo pasa por Bolívar y el chavismo descubrió que su gesta también era bolivariana y la gente se lo creyó. Nuestra narrativa sobre la Venezuela posible, más allá del yugo bolivariano y abierta a la modernidad, la civilidad y el predominio de las instituciones, no termina de despegar. Por eso, entre otras cosas, se nos dificulta hablarle a todo el país.

No terminamos de aprender que en este gran combate histórico todos somos necesarios. Tanto los factores de la oposición democrática con sus líderes y espacios colectivos: la MUD, Capriles, Ledezma, López y Machado, por mencionar algunos de los más emblemáticos, como otros actores políticos, por ejemplo el MAS, que intentan construir puentes con el chavismo descontento y menos anti-democrático, porque sin un sector del chavismo no hay salida a la crisis venezolana. Todos estos elementos son vagones de un tren que será determinante para construir una transición sostenible en Venezuela. La idea de la unidad va mucho más allá de la MUD porque se requiere también la unidad de otros actores y organizaciones de la sociedad civil para este combate histórico por el rescate de Venezuela.

No terminamos de aprender y admitir que no nos metimos en este hueco de conflictos, violencia y división por accidente. Las democracias son frágiles y nosotros tomamos la nuestra por sentada y no hicimos lo que era necesario hacer para protegerla. La vigilancia de una ciudadanía educada y con conocimiento, y de los partidos políticos, es esencial para la preservación de la democracia y la libertad. Un conflicto social y económico no resuelto por nuestra democracia le dio vocería política al resentimiento chavista y abrió la puerta a la pavorosa polarización y confrontación que hoy vivimos. Pero el proceso no ocurrió como una captura del civilizado pueblo venezolano por el caudillo Chávez. No. Venezuela se le entregó voluntariamente a Chávez y mucha de nuestra gente lo endiosó porque por primera vez se sintió reconocida y reivindicada. Sin saber, por supuesto, que se estaba gestando un horrendo engaño. Pero no fue por azar que las cosas ocurrieron, ni Chávez fue puramente un agente del mal. De hecho, y duele afirmarlo, Chávez fue el hijo más legítimo de la tragedia venezolana. Como no aprendemos esta dura lección de nuestra historia, repetimos los vicios que nos trajeron al chavismo en el terreno de la oposición

Por último, no terminamos de aprender que los conflictos tienen sus tiempos y que la política es tanto el arte de lo posible, afirmación que se atribuye a Aristóteles, como el arte de consolidar posiciones y aprovechar los errores del adversario. El terreno electoral, donde mueve todas sus energías la alianza de partidos que es la MUD, es esencial. Pero igualmente importante es abrirle cauces al enorme descontento del país. Es necesario conciliar los dos terrenos y hay un tema fundamental, el de los presos políticos y las violaciones a los derechos humanos, que involucra dramas personales y colectivos inmensos. No es mi intención darle lecciones desde lejos a mis amigos de la MUD ni a ninguno de los líderes y organizaciones que están afrontando un durísimo combate en Venezuela. Pero si instarlos a que hagamos el ejercicio al que nos invita el Dalai Lama. A que entendamos que hay mucho que aprender de las derrotas que hemos sufrido a manos de gente que todavía no entendemos a cabalidad y quienes a pesar de sus obvias limitaciones y su visión jurásica del socialismo, siguen protegidas en un poder que comete inmensos errores con casi total impunidad. Todo ello mientras los presuntos cobradores de esos errores continúan discutiendo sobre la naturaleza de una unidad indispensable, pero que nos sigue siendo esquiva, a pesar de todo lo que se ha avanzado para construirla.

 

Vladimiro Mujica

 

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