Científicos estadounidenses y coreanos han creado una fuente de luz visible a partir de un filamento de grafeno tan fino como un átomo que servirá para mejorar la tecnología con la que se fabrican las pantallas y los microchips, según publica hoy la revista Nature Nanotechnology.
Investigadores de la Universidad de Columbia (EEUU) y de la Nacional de Seúl (SNU) han unido minúsculos filamentos de grafeno a electrodos y han aplicado corriente eléctrica para elevar su temperatura y emitir luz “de amplio espectro”.
Esa nueve fuente de luz “se puede integrar en microchips y allanará el camino hacia la fabricación de pantallas finas como un átomo (cuya medida equivale aproximadamente a una cien millonésima parte de un centímetro), flexibles y transparentes”, señaló Wang Fon-Jen, profesor de Ingeniería Mecánica en Columbia y coautor del estudio.
El invento servirá asimismo para avanzar en la fabricación de chips basados en “comunicaciones ópticas”.
“Emitir luz a través de pequeñas estructuras en la superficie de un microcihp es crucial en el desarrollo de circuitos integrados ‘fotónicos’, que podrán hacer con la luz lo que ahora se hace con corrientes eléctricas y circuitos integrados de semiconductores”, indica la universidad estadounidense en un comunicado.
La ciencia no ha logrado hasta ahora fabricar microchips ópticos debido a que los materiales que se utilizan en las bombillas incandescentes tradicionales requieren elevadas temperaturas, que se transmiten al resto de un circuito integrado y lo acabarían fundiendo.
El grafeno, en cambio, es un peor conductor de la temperatura, por lo que el calor queda concentrado en el filamento y puede alcanzar los miles de grados centígrados necesarios para emitir luz visible sin afectar a los demás componentes del chip.
El pasado marzo, una compañía surgida del Instituto Nacional del Grafeno británico, anunció que en los próximos meses sacará al mercado la primera bombilla de consumo doméstico con un filamento recubierto de grafeno.
Este material, que forma láminas de un átomo de espesor decenas de veces más resistentes que el acero, fue descubierto en 2004 por los rusos Andre Geim y Konstantin Novoselov en la Universidad británica de Manchester, lo que les valió el premio Nobel de Física en 2010. EFE