El venezolano está rodeado por una inmensa cantidad de elementos que determinan su identidad, nacionalidad e idiosincrasia.
Por enunviajeamantesdeaventuras
De Maracaibo a Puerto Ayacucho y desde la arepa a un “asquerosito” el abanico de detalles únicos se abre de par en par para mostrar el tricolor, el escudo y el himno nacional como algo meramente criollo y que defendemos a capa y espada donde nos encontremos, igualmente sucede con el alma llanera o con una Miss Universo venezolana: ¡ESE ES MI PAÍS CARAJO!
Entre muchas de esas cosas, aunque usted no lo crea, se encuentra lo que para nosotros es un símbolo súper peculiar, llamativo y hasta extraño en algunos casos. Aplaudir, de manera general, es una forma de aclamar, festejar, celebrar y hasta glorificar un hecho o una situación en particular y con esto posiblemente se preguntarán “¿Qué tiene que ver una cosa con otra?”.
Pues, resulta, que el venezolano cuando está a bordo de un vuelo internacional y este aterriza se deja llevar por una especie de ritual casi religioso que consiste en aplaudir con euforia la llegada a un nuevo territorio; y es partir de esta singular situación que contaremos nuestra historia:
Debemos confesar que desde hace tiempo queríamos hacer esta publicación, de hecho desde la primera vez que nos montamos en un avión y evidenciamos algo tan singular. La verdad es que solo los que tienen un pasaporte color vinotinto con una imprenta que reza: “República Bolivariana de Venezuela” y con un simpático escudo (que personalmente admiramos) podrán saber de lo que hablamos.
La situación transcurre en un avión saliendo del aeropuerto Internacional de Maiquetía “Simón Bolívar”, un Airbus A350 con un ligadito de maracuchos, merideños, cumaneses, carequeños y guaireños, en fin, una aeronave petada de criollitos.
Entonces, luego de un abordaje en deshora (como es usual en nuestro país), una explicación de la cabina de tripulación, en su español perfecto y el inglés “machucao”, nos dan las indicaciones para tener un viaje seguro.
El despegue extraordinario y durante el vuelo las típicas condiciones climáticas que originan las turbulencias habituales y los sustos pertinentes. El amado piloto nos explica, en su lenguaje técnico pero bien agradecido por todos, que en pocos minutos llegaremos a nuestro lugar de destino, para ser más ilustrativos especificaremos la llegada al Aeropuerto Internacional de São Paulo-Guarulhos.
Como buenos viajeros y sentados en los puestos asignados, con la posible variación de los que pidieron cambio de butaca (para no perder la costumbre de pasajeros caprichosos), descendemos poco a poco a nuestra parada hasta que finalmente las ruedas de la aeronave tocan tierra, anunciando de esta manera la llegada, sanos y salvos, a la pista de aterrizaje de la ciudad de São Paulo. Acto seguido, como una avalancha venezolanísima, se escuchan aplausos a lo largo y ancho del Airbus pero aplausos de alegría, de euforia, de llegada, de “estamos vivos” y, quizás, de un “gracias Dios que pude salir de mi país”. La verdad, no sabemos cómo explicarles que piensa cada uno de los pasajeros que aplauden pero les diremos que es una costumbre 100 % venezolana (aunque se ha extendido a otros países de América Latina).
Lo sentimos por aquellos pasajeros que realizan el peculiar gesto pero desde la primera hasta la última vez que lo experimentamos nos hemos dado a la tarea de ver la cara a cada uno de los viajeros que aplauden euforicamente e, igualmente, hemos intentado determinar cuál es el sentimiento que guarda esta peculiar costumbre, que ratificamos por experiencia nunca podrá vivirse en un avión, por ejemplo, lleno de extranjeros.
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