Alfred Adler decía que una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa. Por eso es tanto el afán falaz en la Venezuela de estos tiempos. Mentir se ha convertido, para muchos de nuestros políticos, en un ejercicio vital. Cada exhalación de estos personajes, de un tiempo para acá, llega al mundo turbia y gastada, el boqueo les suena a guerra sucia y sus aletazos contra el duro suelo de la realidad, sacados como han sido de sus mares de infelicidad por la fuerza de los acontecimientos, muestran una ansiedad inmensa. No saben ya qué más hacer para que les presten atención y poco les falta para coronarse la testa, cuales Lady Gagas tropicales, con algún ingenio lleno de las cucarachas que les roen los cerebros, para ver si así le roban a los medios mermados algunas cuartillas. Iba a decir que igual les daría, para lograr el mismo fin, ponerse algún vestido de carne, pero hasta en eso la cruda verdad de lo que padecemos les agua la fiesta: Carne para una gracia semejante no hay.
Cansa escuchar a tal o cual ministro, o a cualquiera de sus Mujiquitas justificando a nuestro país como un modelo de progreso, de abastecimiento, de tolerancia y de paz, cuando no más salir a tratar de encontrar café para aligerarnos el día es una odisea que deja a Homero en pañales y a Ulises como un pendejo; y eso que en la ecuación, que no responde por cierto al paradigma “cualitativo y cuantitativo del modelo de expresión matemático aritmético”, lo que sea que eso signifique, no estamos incluyendo ese paseíto por el Hades local que puede tener lugar en esta tierra de gracia si en la movida nos topamos con alguno de los bienandros de Chávez pidiéndonos arma en ristre y con la voz helada, si es que tenemos suerte, como mínimo una “colaboración voluntaria” en el por puesto.
Cansa el sonsonete antimperialista, dirigido contra EEUU que es el único cliente que aún nos paga en dinero contante y sonante el petróleo que le vendemos, cuando le estamos entregando al Imperio Británico el Esequibo, con todas las riquezas nuestras que posee, sin que se escuche en el poder, ni mucho menos en los militares que han jurado defender nuestra soberanía, ni un “esta boca es mía”. Lee uno en los oficios que a los tribunales les dirigen los diversos componentes de las fuerzas armadas, por cualquier razón, que el saludo que se dispensa es “revolucionario, bolivariano, antimperialista y anticapitalista”, pero la verdad es que a ninguna de esas vasijas se las llena con más contenidos que los de los únicos deportes extremos que parecieran estar de moda entre nuestros uniformados: La cobardía, el conformismo y la sumisión. Es de entenderse, cuando en las proveedurías militares no hay escasez, cuando te basta portar un uniforme y mirar a todos con cara de villano de telenovela para no hacer cola en un mercado o para que no te limiten las cantidades de lo que se consigue, o cuando a diferencia del resto de los mortales, tienes asegurado un apartamento o un carro “digno”, aunque sea chino, pagaderos en muy cómodas y olvidadizas cuotas a cambio de tu “lealtad” (o lo que es igual, de tu complicidad), es muy difícil evocar juramentos.
Claro, que te llamen “mi teniente”, “mi capitán” o “mi general”, eso sí es muy sabroso, pero no lo es tanto cuando el pueblo, el que te dio las armas y los galones y al que sí le debes tu compromiso humano, histórico y constitucional, te recuerda con sus quejas que si no cumples tu palabra, en ti el uniforme no es más que un disfraz. Por eso es que quizás nos caen tan duro cuando protestamos… La verdad duele.
También agota (iba a escribir “sorprende”, pero no cuadra dada la calaña harto conocida de algunos de los personajes que se prestan a ello) escuchar a tantos por ahí soltando acusaciones sin base contra todo el que se les antoje sin tener la más mínima evidencia de nada de lo que afirman. Es un deporte nacional, de vieja data por cierto, en el que en estos tiempos hemos alcanzado niveles de élite ¿Cuántas veces hemos escuchado a José Vicente Rangel soltar tonterías sobre cualquier suceso sin que a la vuelta de unos días su empeño no quede en evidencia como la falacia que fue? ¿Cuántas veces Diosdado no ha “asegurado” –con las “pruebas indiscutibles” que según él le pasan esos nuevos cobardes que se hacen llamar “Patriotas Cooperantes”- que tal o cual cosa es “cierta”, para luego quedarse todo en un chisme que no da ni para comidilla de vecindad? ¿Cuántos “magnicidios”, “Golpes de Estado”, “Conspiraciones” y hasta espionajes desde los decodificadores de televisión hemos tenido que aguantar sin que de ellos haya quedado más que el mal sabor en la boca de los que los aventuraron? Lo peor es que todavía hay oídos prestos a cebarse en tales artificios, y gente que aún sostiene que quienes caen en esas trampas lo hacen “de buena fe”. En fin…
Una de las últimas falacias, que me afecta directamente y que respondo en consecuencia, la soltó Ricardo Sánchez. Afanado quién sabe por qué en oscurecer las certezas que existen en relación al vil homicidio de Adriana Urquiola, señaló que un abogado recientemente detenido, al que se vincula con Yonny Bolívar (por cierto, asesino confeso de Adriana y de su bebé) era miembro de la ONG “Foro Penal Venezolano”. Maduro además, poniendo en evidencia eso que los penalistas llamamos la “convergencia teleológica de voluntades”, le recogió el testigo y ese mismo día repitió el dislate, adobándolo con la falacia adicional de que recibimos “financiamiento de la USAID”. Por supuesto, ninguno de los dos mostró ni una sola prueba de lo que afirmó.
Con Ricardo, como lo conozco desde que era líder estudiantil, he tratado siempre de ser comedido, quizás porque como profesor universitario que soy trato de ver en mis alumnos, hasta en los más díscolos y “caso perdido”, más el potencial que tienen que sus fallas. Incluso cuando dio su espectacular salto de talanquera, dejando “como la guayabera” a todos los que votamos por la fórmula de la que él fue parte y que encabezó María Corina Machado, atribuí el tropezón a su inmadurez y a su falta de humildad, pues me consta que es de estos políticos que cree tener siempre a la verdad tomada por las criadillas y que no acepta ni la más pequeña crítica. Pero eso ya es pasado. Ahora solo me queda decirle que la inmadurez y la ignorancia pueden superarse, porque la vida te obliga a crecer o porque pones de tu parte y te preparas, pero la estupidez no se cura. Cuando tengas pruebas de lo que afirmaste, confróntame con ellas. Mientras tanto, calla y no nos hagas perder más tiempo.
Tenemos mucho trabajo. Mientras falacias van y vienen seguimos bregando por la libertad de los jóvenes que están injustamente encarcelados. Hasta el viernes que pasó, se habían logrado tres libertades, pero nos faltan muchas más, de presos o sometidos a juicio penal por atreverse a pensar distinto. Ese es nuestro trabajo, esa es nuestra lucha, sin cartas bajo la manga ¿Será que esa verdad es peligrosa?
@HimiobSantome