Los espectaculares acantilados de piedra caliza que flanquean las paradisiacas playas de arena blanca de Railey son el principal reclamo para los amantes a la escalada en esta meca en Tailandia.
Noel Caballero/ EFE
Un joven descamisado tantea con la punta de los dedos las cavidades de la porosa roca a la par que reafirma los pies de gato, una zapatilla especial adaptada a la escalada, para continuar con la ascensión vertical ayudado por una cuerda y otras medidas de seguridad.
En el suelo con los pies cubiertos de arena, o incluso desde las aguas turquesas que bañan la bahía, varios turistas estiran sus cuellos para curiosear sobre lo que sucede a decenas de metros por encima de sus cabezas.
“Practico escalada desde hace una década y observar el paisaje de las costas de Krabi desde la altura y pegado a una roca es realmente espectacular”, declara a Efe Antoine Chesnet, un joven francés, tras descender a tierra firme.
El carbonato de magnesio, un polvo utilizado para secar las manos, tiñe de blanco las pareces de la zona donde los miles de intrépidos escaladores que cada año visitan esta región, en la occidental provincia de Krabi, desafían las leyes de la gravedad.
Más de 1.000 rutas en 43 diferentes puntos de escalada se pueden encontrar en un radio de 5 minutos de caminata en esta playa y las anexas.
Con esta afluencia de escaladores procedentes de todas partes del mundo, han florecido alrededor decenas de pequeñas empresas de alquiler de material e instructores de escalada.
“Ofrecemos paquetes de aventuras para todos los niveles, para los que nunca han escalado y para los más diestros en la materia y que necesitan una dificultad superior”, apunta Wan, uno de los instructores de la empresa Real Rocks.
Las trochas y veredas que guían a los puntos de escalada son un constante tránsito de veteranos y noveles ataviados con los materiales parar realizar este deporte de altura.
“Es la primera vez que practico la escalada y me ha encantado. Al principio pensé que iba a tener miedo una vez me viera solo a varios metros de altura, pero creo que es un deporte que te une con la naturaleza y te relaja, a pesar de ser muy, muy duro”, confiesa Carlos Rojo, un argentino de 25 años que viaja con la mochila por el Sudeste Asiático desde hace un mes.
Para completar la oferta de aventuras extremas, en la zona se ofrece la posibilidad de saltar desde acantilados a las templadas aguas del mar de Andamán.
En octubre del 2013, la marca de bebidas Red Bull, que patrocina numerosos eventos de deportes de aventura, se fijó en la provincia de Krabi para auspiciar la gran final del Campeonato Mundial de Salto de Acantilado, con caídas de hasta 28 metros.
Los amantes de combinar deportes también pueden encontrar el plan perfecto y practicar el psicobloc (“deep-water soloing”, en su versión inglesa), una novedosa variante de la escalada deportiva en paredes de 5 o 6 metros sin cuerda, pero sobre el agua o con la protección de una colchoneta especial.
“Después de sudar subiendo la roca es un placer darte un chapuzón en el mar cayendo desde escasa altura”, apuntan desde la tienda de aventuras.
Generalmente se utiliza una pequeña barca para acercar a los escaladores a la pared elegida, aunque algunos optan por hacerlo a nado, y, al saltar al mar, hay que procurar entrar en el agua de la manera más vertical posible con el propósito de amortiguar la caída.
El psicobloc surgió a finales de los años setenta en la isla de Mallorca, en España, y gracias al boca a boca se ha extendiendo hasta todas partes del mundo. EFE