Otro rasgo presente un muchos de nosotros es la viveza, la cual ha sido explicada por destacadísimos sociólogos como un mecanismo de supervivencia y que está tan bien representada en los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo de Antonio Arraiz. En dichos cuentos, el conejo personifica al personaje débil que siempre vence al fuerte, el tigre, a través de todo tipo de artimañas. Es la versión criolla de la célebre frase atribuida a Maquiavelo que dice: “el fin justifica los medios”. El problema es que cuando la mentira, la trampa, la zancadilla y los antivalores se instauran en un colectivo, obtenemos como resultado una sociedad como en la que estamos viviendo, con el agravante que se pierde la capacidad de indignación y se paga el precio que eso conlleva.
El abuso también forma parte de nuestra idiosincrasia. Alguien que describió muy bien esta característica nuestra fue Pedro Estrada, jefe de la policía política del gobierno de Pérez Jiménez, quien en entrevista otorgada a Agustín Blanco Muñoz, cuando este le preguntó sobre el abuso por parte de personeros del Régimen, Estrada le respondió más o menos así: “Si en el pueblo más remoto de Venezuela, usted nombra Jefe Civil al hombre más insignificante, este se convierte en un pequeño dictador” No hace falta explayarse en muchas explicaciones para convencernos que eso es así, basta con observar el comportamiento de muchos de los personajes del actual Régimen.
Aún cuando ya no se ven como ocurrió en el pasado, las Gestorías fueron negocios legales que funcionaban abiertas al público, donde acudían los ciudadanos para que les gestionasen la obtención de todo tipo de documentos o permisos, mediante diligencias que debían realizarse ante el estado. Inicialmente en su mayoría fueron operadas por avezados inmigrantes europeos, quienes con mucha simpatía y el correcto uso del “aceite que lubrica todas las bisagras”, lograban agilizar cualquier trámite ante la enmarañada burocracia criolla. Las gestorías cerraron sus puertas, pero hoy la profesión está más floreciente que nunca, e indagando entre nuestros familiares o conocidos, daremos con esa persona quien, por una suma acordada, nos ahorrará los trámites ante cualquier organismo público. Y en la medida que avanza ese afán de controlar a la sociedad, este Régimen se ha inventado tal cantidad de asfixiantes reglamentaciones, que han tenido que aprobar la Ley de Simplificación de Trámites Administrativos y poner al frente de ese nuevo organismo burocrático al que ellos consideran es uno de sus hombres más capaces.
No es temerario afirmar que el chavismo hizo aflorar en nosotros lo peor de nuestro ADN social. El daño que se le ha hecho a la sociedad es de tal magnitud, que repararlo va a requerir muchos años y será una tarea monumental. No es cualquier cosa que tengamos a 1.500.000 jóvenes que no estudian ni trabajan, que tengamos la tasa más alta en Latinoamérica de madres adolescentes, que tengamos la segunda tasa de asesinatos por cada 100.000 habitantes entre todos los países del planeta y que los integrantes de una cleptocracia no puedan explicar donde fueron a parar los 800 mil millones de dólares que le ingresaron al país en estos últimos 15 años. Quizás la parte macro-económica sea la de más fácil solución, total ahora es que nos queda petróleo, pero la parte social, para arreglarla, requerirá de mucha imaginación y sobre todo de educación. Esta debe ampliarse para enseñarnos nuevos valores y rescatar los que hemos perdido. También se tendrá que reforzar la doméstica y en cuanto a la educación escolar, habrá que evaluar muy bien si es que vamos a seguir graduando universitarios para incorporarlos a la burocracia del estado. Tenemos millones de carros, aires acondicionados, computadoras, electrodomésticos y cualquier otra cantidad de aparatos y no hay técnicos que los reparen. Igualmente contamos con diversas materias primas y no hay ciudadanos capacitados para transformarlas e incorporarles valor agregado, además contamos con millones de hectáreas de tierras fértiles y no hay agricultores que las pongan a producir. Quizás es hora de pensar en un programa de UN OFICIO PARA TODOS.